SANT ANDREU
Juguetes eternos
El primer domingo de cada mes la plaza de Masadas, en el barrio de la Sagrera, emprende su día de un modo diferente: acogiendo, en su pequeño recinto al aire libre, el ya tradicional mercado de venta, intercambio y exposición de juguetes, especialmente, trenes y coches de segunda mano. Organizado por el Agrupament Ferroviari de Barcelona, en este mercadillo, de acceso gratuito, reina un marcado ambiente coleccionista que convierte por unas horas la plácida y tranquila plaza de Masadas en un recinto de repente poseido por el bullicio, el movimiento y un carácter casi festivo.«Llevamos en esta plaza 21 años—explica Alfred Puig, vocal de la Junta Directiva del Agrupament Ferroviari—, aunque este mercado tiene ya 26, puesto que antes estuvimos en otros locales». El principal objetivo es«promover la afición al coleccionismo»y que las personas intenten hacer sus«propias maquetas».
Del trueque a la compra
Pero si bien lo que más se vende en el mercado son coches y trenes, la clientela también busca, en cada uno de sus encuentros, juguetes antiguos de lata, maquetas de vehículos militares y civiles, scalectrix, coches de bomberos, soldaditos de plomo, insignias, libros sobre historia ferroviaria, barcos de madera... Como explica Puig, el cliente que se acerca cada primer domingo de mes a la plaza Masadas es un cliente«especializado», que viene a buscar«el fascículo que le falta»o simplemente«por curiosidad». También los paradistas que venden son siempre los mismos, algunos llevan en la plaza los mismos años que el mercado.
Las caracteristicas de este recinto comercial de la plaza de Masadas ha cambiado mucho en estas dos décadas. Si bien comenzó siendo un recinto esencialmente de trueque de unos artículos por otros, ahora domina en él la compraventa.«A mi parada vienen asiduos del tren eléctrico», dice Joaquim Messeguer. A la vez, se queja de la crisis:«Están bajando mucho los precios y la figura del coleccionista, desgastándose». También Javier de Pedro, con su parada al lado de la de Messeguer, lo nota:«Las ventas son muy flojas, ya cuando llegó el euro bajaron, pero ahora, con la crisis, más». ¿Y el público?«Público hay—dice de Pedro—, pero mira más que compra».
Las palabras de los dos vendedores se pierden entre las voces que se oyen en la plaza de Masadas, en medio de la apagada luz blanquecina de un domingo cualquiera de invierno. Pese a la ola de frío siberiano, el recinto está lleno, y los transeúntes, la mayoría de ellos habituales, parecen caminar como si estuvieran por su casa.«Le tenemos mucho cariño a este mercado--concluye Joaquim Messeguer--procuramos tratarlo muy bien».
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