ENTREVISTA CON EL Dibujante

Carlos Azagra: "Hay apatía, nos dan tortas y aguantamos"

Repartidor de ideas Así se define Carlos Azagra, dibujante de cómics y carteles reivindicativos que vive desde 1991 en Sant Martí. En sus dibujos casi sobran las palabras.

«Hay apatía, nos dan tortas y aguantamos»_MEDIA_1

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ÓSCAR HERNÁNDEZ
BARCELONA

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Su modesto estudio tiene más de abigarrado despacho que del espacio creativo de diseño que se imagina a un grande del cómic. Sus historias más conocidas han arrasado en resvistas ya desaparecidas como Makoki o El Víbora y también en la superviviente El Jueves, en la que triunfaron sus personajes Pedro Pico y Pico Vena, y Ovidio. Y hasta ha trabajado para prensa diaria como EL PERIÓDICO. Pero donde el trazo de Carlos Azagra es más reivindicativo es en los centenares de carteles de asociaciones de vecinos, sindicatos y organizaciones de izquierdas en los que la imagen vuelve a derrotar a la palabra. Azagra (Morón de la Frontera, 1957) repasa desde su piso en la calle de Alcalá de Guadaira una sociedad bastante diferente a la que tuvo que salir a la calle allá por los 70 y 80.

—Lo de reivindicar con carteles dibujados se fraguó con el colectivo Butifarra.

—Empezamos a hacer carteles para Nou Barris. Las asociaciones de vecinos estaban en auge a finales de los 70. En el congreso de la Federació de Associacions de Veïns de Barcelona (FAVB) hicimos varios. Firmábamos como Butifarra, siempre en plan colectivo. Todos éramos muy jóvenes en las asociaciones de vecinos.

—¿Y dónde está esa juventud?

—Ahora solo hay jubilados en las asociaciones de vecinos. Hay apatía hasta para ir a votar. Y esa apatía no es buena. Hay un desarme ideológico. Nos dan de tortas y aguantamos. Hay mucho individualismo.

—¿No será que hay miedo?

—Mucho. Sobre todo en las empresas. Por ejemplo, en Telepizza, donde hacen contratos laborales muy cortos, después de la última huelga despidieron a mucha gente.

—¿Miedo y apatía? ¿Por qué?

—La gente pensaba que la izquierda iba a solucionarlo todo. Y la verdad es que hay mucha diferencia entre izquierda y derecha, pero la izquierda no se sabe explicar. Además, la gente tendría que estar más en la calle y menos con el ADSL. Internet es la ruina del movimiento social porque ahora las personas montan un grupo en Facebook y piensan que con eso ya han cumplido. Y luego están las familias con hijos de 40 años que no se van de casa...

—Pero dicen que internet lo mueve casi todo.

—Las revoluciones no se pueden hacer con internet. Ni siquiera se puede saber qué hay de verdad en la red. Falta tiempo y la gente se cree lo primero que sale de una búsqueda en Google. A mí, por ejemplo, me encanta internet y reconozco que por su culpa ya no salgo tanto afuera.

—Y lo dice uno de los fundadores del Partido de la Gente del Bar (PGB).

—Aquello era lo contrario de la virtualidad. Defendíamos la charla, el contacto con la gente. Ahora ya no se habla así. Hasta las relaciones se hacen por internet.

—Tanta tecla provoca que se escriba o se dibuje poco a mano.

—Es verdad. La gente ya no sabe dibujar. He visto que cuando se produce un accidente de coche y hay que hacer un croquis, los accidentados no saben cómo. En los institutos no se prima la cosa artística y nos vamos a encontrar con generaciones que no sabrán representar la realidad. Hay que hacer una revolución humanística. Hay que quitar el pie del acelerador a tanto consumo y evitar que la gente viva por encima de sus posibilidades... ¡Ay, parezco el abuelo Cebolleta!

—Hablando de personajes de cómic ¿qué le pareció el disfraz de Supermán para Montilla?

—Eso fue un error. Se le tenía que haber dado otro enfoque. Es un político que vale mucho, pero esa no es su imagen. Sin embargo, el smiley (emoticono de sonrisa) de CiU sí que fue un acierto. Con la cosa gráfica se consiguen cosas.

—Hasta que a uno le lleven a prisión.

—Fue en 1981. A ocho dibujantes nos impusieron cuatro meses de cárcel por un dibujo en el que se veía el pecho de la virgen. La Iglesia católica es la que más daño nos ha hecho. La policía secuestró los 2.000 ejemplares de la revista y nos inculpamos los ocho dibujantes. Alguien llamó al juzgado el día que teníamos que entrar en prisión y dio la orden de libertad. Faltaba un dibujante y uno de los otros siete firmó dos veces para que aquel no quedara como prófugo. Por aquello estuve varios años sin poder votar ni ser funcionario. Porque a mí lo que realmente me gustaba era ser cartero. Quería ir con la moto y repartir noticias. Ahora reparto ideas, soy panfletista.