REFLEXIONES DESDE MUNDAKA

Zubizarreta: "Hace un año, los Reyes me trajeron carbón"

"Mi salida del Barça tuvo más que ver con la política del fútbol que con una cuestión de trabajo", reflexiona el exdirector deportivo en una entrevista con EL PERIÓDICO

Andoni Zubizarreta, exdirector de fútbol del Barça, descansa su cuerpo de portero en el frontón de la iglesia   de Mundaka.

Andoni Zubizarreta, exdirector de fútbol del Barça, descansa su cuerpo de portero en el frontón de la iglesia de Mundaka.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / MUNDAKA

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Conoce cada rincón de ese balcón. No tiene nada de lobo de mar, pero podría dibujar, cerrando los ojos, cada uno de los movimientos del mar de Mundaka. Y ama esa ola izquierda que cautiva a los surfistas. Hay una docena de ellos, en este enero apacible, sobre la duna interna del Cantábrico que provoca una de las más hermosas olas del mundo.

Viene muy a menudo. Para Andoni Zubizarreta (Aretxabaleta, 1961), Mundaka es la guardería porque aquí crecieron Markel, Luken y Jone, sus hijos. No lo cuenta, pero mientras pasea recuerda cuatro whatsapps impactantes de miembros de la plantilla (luego llegaron más, muchos más) en aquella noche de Reyes de 2015, cuando fue despedido del FC Barcelona. En su mente retiene aún la frase de Luis Enrique, el técnico que él había traído al Barça: «Es una persona preparadísima, leal, honesta. Es una noticia muy triste y creo que, en ese sentido, me debilita».

Pero lo que jamás se le borrará de la cabeza fue el gesto de Xavi, toda una leyenda cuando, en su despedida del 23 de mayo, tras el Barça-Deportivo (2-2), el máquina atendió a Ricardo Sierra (C+) sobre el césped y habló de su adiós. Concluida la charla, Xavi se alejó pero, de pronto, volvió corriendo y se lanzó, de nuevo, sobre el micro de Sierra, que ya casi había desconectado. Y le soltó: «Perdón, perdón, me quería acordar de Andoni Zubizarreta, porque no lo he nombrado. Me he puesto muy nervioso, estaba muy tenso en el discurso y quería felicitarle muy especialmente, pues se lo merece por todo lo que ha hecho estos años».

-Se cumple un año, sí. ¿Qué salida más dura e injusta, verdad?

-Antes y ahora, pasado ya un año, tengo la absoluta convicción de que mi salida del Barça no fue por una cuestión profesional, no fue por una cuestión de trabajo, de elaboración de plantilla, de falta de implicación. Mi salida tiene que ver, más bien, con la política del fútbol, área y campo en el que no me desenvuelvo demasiado bien. La verdad, no sé moverme en la parte oscura de la política... y del fútbol. Ni antes ni ahora. Puede que sea una de mis carencias.

-El tiempo le ha dado la razón...

-Los criterios y la selección estaban muy claros, por eso los compartíamos Josep Maria Bartomeu y yo, por eso dijimos que habíamos hecho una plantilla y una inversión muy importante para 18 meses, pues arrastrábamos la sanción de la FIFA. Un año y medio después, la percepción es que nuestro trabajo fue bueno, que la plantilla está bien construida, es competitiva, acertamos con el entrenador, la idea de fútbol persiste, algunos jugadores han crecido en la medida que intuíamos y otros se han adaptado… Tras aquella decisión, cuando veo jugar al Barça, siento satisfacción y dolor a la vez.

-¿Qué le queda un año después?

-El fútbol. Después de un año duro, puedo afirmar que el fútbol ha sido quien me ha rescatado de ese desencanto y decepción. El fútbol ha sido quien me ha sacado del frío, de la soledad, del lodo en el que me quedé aquel 5 de enero. El fútbol entendido por el juego, por lo que sucede sobre el césped: el balón, los goles, las jugadas, las paradas de los porteros, las asistencias de gol… Porque lo que nadie puede imaginar es lo solo que me quedé aquel día. No porque el Barcelona me despidiera, sino porque me quedé solo ante la grandeza que representa el Barça.

-Ya veo que ni siquiera saber que su trabajo ha mantenido al Barça en la cima del fútbol mundial le recompensa de tanto dolor y amargura.

-Es evidente que para Narcís Julià, Albert Valentín y yo, que formamos un fantástico equipo de trabajo, ver que todo lo que habíamos pensado, razonado, planteado y ejecutado ha encajado y ha hecho que el Barça siga siendo el modelo, como quedó demostrado hace unas semanas en Japón, es motivo de orgullo y satisfacción. Esa es la parte del fútbol que me ha rescatado. La parte que no tiene nada que ver con el negocio, la política, las declaraciones… Al final, siempre es el fútbol el que te salva. Y eso me llena de orgullo. Porque es mi trabajo, la idea a partir de la cual explicábamos las cosas que hacíamos, por qué y cómo las hacíamos.

-¿Y eso no le hace sentirse feliz?

-Mi debilidad es que eso que para mí es un orgullo no soy capaz de convertirlo en felicidad. Eso no me hace sentirme feliz. Me hace sentirme orgulloso del trabajo que desarrollé junto a Narcís y Albert, pero no feliz. Porque esa plenitud de felicidad solo se produce cuando compartes tu éxito con otros, por supuesto con tu equipo de trabajo, pero también con los jugadores y el técnico. Y ahí vuelvo a estar solo. El día 5 de enero, los Reyes me trajeron carbón, carbón del grande, y me quedé solo, en la inmensidad de un club como el Barça, yo, mi familia y mi equipo más próximo. Y ni siquiera fui capaz de ver los partidos por la contradicción que se producía en mi interior, donde convivían el desencanto y la satisfacción por el trabajo bien hecho. El de todos, ¡eh!, el de todos.

-¿Por eso rechazó la invitación del club para ir al Mundial de Japón?

-He normalizado mi relación con el club y con el presidente, pero sigo sintiendo un cosquilleo especial en mi barriga. No pido que nadie lo comparta, pero sí pido respeto y comprensión. Renuncié a ese viaje porque, junto a la enorme satisfacción de poder disfrutar de un momento único y extraordinario, ver que tu equipo es nominado el mejor del mundo, también había cierta frustración al estar ya fuera del club, de ese grupo, de ese logro. Y, ante esa contradicción de sentimientos, no tenía demasiado sentido viajar. Se lo agradecí al presidente, por supuesto, pero preferí quedarme en casa.

-¿Me cuenta cómo empezó todo?

-En mi caso, cuando Sandro Rosell y Pep Guardiola confiaron en mí, por supuesto. Y, personalmente, cuando conocí a dos personas maravillosas y grandísimos profesionales, Narcís y Albert. Yo no los escogí, estaban ya en el club y formamos un gran equipo. En el 2010 el Barça debía resolver dos preguntas vitales: una, si era capaz de seguir manteniendo su nivel futbolístico, más allá de que pudiese estirar a esa generación extraordinaria de futbolistas de la que estaba disfrutando. Y, segunda cuestión, cómo podíamos mantener esa excelencia si Pep dejaba de ser el entrenador, ya que todo el mundo consideraba que eso solo podía garantizarse si Pep seguía.

-Y, por lo visto, ustedes lo lograron.

-Cinco años después, razonablemente, con unos momentos mejores que otros, con aciertos y errores, el proyecto Barça sigue estando ahí, su juego continúa deslumbrando, los futbolistas, antiguos y nuevos, siguen sosteniendo la idea, continúan siendo un referente futbolístico para todo el mundo. Pero todo eso es únicamente mérito del que entrena y de los que juegan.

-Perdón, y de los que planifican.

-Si pensamos en la final de las Champions de Wembley 2011, cuando ganamos al Manchester United (3-1) y recordamos que los ingleses también se planteaba en aquellos días qué iba a ser del United cuando desapareciesen muchos de sus grandes jugadores y Sir Alex Ferguson se jubilase, es evidente que, visto donde estamos ahora cada uno, resulta obvio que nuestro proceso de reflexión, selección y análisis ha sido el adecuado. Nosotros, de la mano de Pep, ya éramos la bomba, en aquel momento estábamos en nuestro apogeo y, sin embargo, nuestra obsesión, ya entonces, era cómo le dábamos continuidad a esa excelencia.

–Supongo que el estilo que ha escogido el Barça para jugar dificulta, y mucho, su actualización.

–El camino que ha escogido el Barça es singular. Único. ¡Y ojo!, no lo critico, pero hubo un momento en que muchos pensaron que esa idea solo podía ser sublime, excelsa, con un entrenador, Pep, y jugadores irrepetibles, nacidos y criados en La Masia, como Víctor Valdés, Puyol, Xavi, Iniesta, Messi… Era normal que muchos pensasen que cuando faltase una pieza o la otra, y si faltaban las dos con mayor motivo, el Barça iba a tener que hacer lo que hacen los demás, que está bien, que también sirve para ganar, que incluso puede agradar, pero que ya no es el Barça. ¿Cuál es el problema añadido? Que, por desgracia, no tienes un espejo dónde mirarte, no puedes aprender de otros porque nadie juega como tú y, por tanto, nadie ha tenido que superar esa transformación. Es más, cuando miras, te das cuenta de que todos van vestidos de invierno y tú sigues en manga corta y piensas, ¡caray!, igual habrá que ponerse una rebequita. ¿O seguimos a lo nuestro?

–Y el Barça siguió a lo suyo.

–Como ha hecho siempre. La suerte que tenemos es que los jugadores han estado siempre convencidos de que había que persistir en nuestro estilo. Son ellos los que se encuentran con las dificultades que les presenta el modelo y los rivales. Si analizamos la final de Wembley 2011 (Valdés; Alvés, Piqué, Mascherano, Abidal; Busquets, Xavi, Iniesta; Messi, Villa y Pedro) y la de Berlín 2015 (Ter Stegen: Alvés, Piqué, Mascherano, Alba; Rakitic, Busquets, Iniesta; Messi, Suárez y Neymar), cuando uno veía jugar a los dos equipos, veía jugar al Barça, no hay duda. Ter Stegen era Víctor, Alba era Abidal, Rakitic era Xavi, Suárez y Neymar hacían de Villa y Pedro, pero el Barça era el Barça. Eso sí, con las rayas horizontales en lugar de verticales, pero persistiendo en la misma idea.

–Usted siempre ha defendido a los jugadores y siempre, siempre, los ha colocado en la cúspide de la idea.

–Yo defiendo a la entidad, al entrenador, al vestuario, a mi equipo de trabajo, a la idea... Mire, yo hubiese deseado, no se imagina cuánto, que Pep hubiese sido nuestro sir Alex Ferguson y siguiese con nosotros decenas de años. Porque fue Pep quien un día me contó algo fantástico. Con Pep y su equipo de colaboradores empezamos a analizar meticulosamente al rival, nunca antes se había hecho con esa exactitud. Recuerdo que Xavi me decía: «Andoni, cuando salimos al campo tenemos una idea, una perspectiva, de lo que nos vamos a encontrar. Pep nos ayuda a intuir, adivinar, donde se van a crear los espacios, por donde podremos hacerles daño». Eso me decía Xavi. ¿Y sabe qué me decía Pep?: «Andoni, todo lo que te dice Xavi es verdad; nosotros les ayudamos con el análisis del rival y las soluciones que hemos creado para ese partido, pero ellos, Andoni, son tan buenos, tanto, que siempre encuentran mejores soluciones de las que yo les ofrezco». Ve, por eso elogio a nuestros jugadores, porque son buenísimos, porque saben hacer eso mejor que nadie y, sobre todo, bajo la mayor presión del mundo. Eso es lo difícil: ser tan buenos como son ellos luciendo la camiseta del Barcelona y sabiendo que tienen que ganar siempre. Y, cuando digo siempre, es siempre.

–La idea de juego, esa ha sido siempre la magia del Barça, ¿no?

–La idea no se discute, se desarrolla. No es una idea cerrada. Es nuestro ideario, nuestra forma de jugar pero habrá momentos en que tendremos que cambiar el paso para ganar, días en que las cosas no nos salgan como queremos y deberemos buscar alternativas para sacar el partido, el resultado, adelante. Y eso, el Barça lo ha hecho siempre, constantemente, toda la vida. En Wembley, con Johan, ¿fuimos el Barça? Claro que sí. ¿Jugamos como siempre? Por supuesto... Pero en la banda izquierda jugó Juan Carlos para tapar a Lombardo. Y no renunciamos a la idea. Es una idea que se mueve y evoluciona con la ayuda de cada entrenador y jugador. Y todo, todo, es Barça.

–Incluso los goles que no parecen del Barça, que se alejan de esa idea.

–Incluso esos goles, sí. Estaría bien, sería honesto y gratificante que recordásemos que nos metimos en la final de Roma con un disparo de don Andrés Iniesta desde fuera del área en Stamford Bridge, algo impensable en el Barça… y en Iniesta; recuerdo como si fuese hoy que, en el 2-6 del Bernabéu, el 1-3 nace de una presión adelantada de Xavi a la media hora de partido, cuando, apretando, encimando a Lass Diarra en la medular del Real Madrid, le roba el balón, se lo da a Leo y ¡gol!; el segundo de la final del otro día, en Yokohama, nace de un robo de Busquets en el círculo central, balonazo, perdón, perdón, pase maravilloso en profundidad a Suárez, galopada de Luis y ¡gol! ¿Pecamos? No, eso también es Bar-ça, porque son variantes, recursos.

–Una idea que, según ha proclamado usted, no tiene propietario.

–Sí, sí tiene propietario: la idea es del Barça. Podemos mirar atrás y encontrar a aquel fabuloso Barça de las Cinco Copas o aquella primera idea con Michels, Johan y Neeskens. Y, por supuesto, es evidente que deberíamos hablar de Cruyff en su acta fundacional, de Paco Seirul·lo, indiscutiblemente de Pep, de Tito, de Xavi, de Iniesta, de Luis Enrique… No quisiera dejarme a nadie. Pero todo es copyright del Barça y sus auténticos propietarios son el entrenador y los jugadores que ejecutan esa idea.

–¿Qué piensa ahora de aquellos que decían que Luis Enrique había venido a borrar las huellas de esa idea?

–Es el mismo ruido del 2008, cuando Pep llegó al banquillo del Camp Nou y se montó la marimorena. ¡Qué han hecho! ¡Un entrenador sin experiencia! ¡Solo ha entrenado en Tercera División! Las dudas iniciales son muy frecuentes. Regresaron en 2012, cuando se fue Pep, y dijeron que la idea del Barça iba a desaparecer. Recuerde: los jugadores han envejecido, los rivales ya saben cómo jugarnos, hay que cambiar el libreto… El debate sobre Luis lo enmarco en ese mismo proceso de polémicas y tertulianos. Además, Luis llega en un momento con mucha inestabilidad y, en ese sentido, muchas de las patadas que me dan a mi eran en el culo del de arriba. Y, al final, ya se ha visto que Luis lo único que ha hecho ha sido enriquecer la idea, el juego.

–Sigue preocupado por el hecho de que el negocio se imponga al fútbol.

–Ahora que lo observo desde otra perspectiva, estoy más preocupado si cabe. Mire, la pretemporada 2014 fue una pretemporada europea, futbolera y tranquila, que produjo pocas lesiones; la pretemporada 2015 ha sido de giras, viajes, actos, márketing, recaudación, más dinero, más negocio y, por desgracia, ha producido más lesiones musculares. Les ocurre a todos los grandes clubs, que se ven obligados a apretar sus calendarios y recaudar para poder pagar a sus estrellas.  ¿Eso es fútbol o es negocio? Tengo la percepción que el negocio se está imponiendo, cada vez más, al juego, al fútbol, al deporte.

–Ya veo que tiene un montón de ejemplos anotados en su mente para reforzar su teoría.

–Recuerdo una semana, y así se lo comenté perplejo al seleccionador Luis Milla, que el joven Deulofeu fue convocado para jugar, la misma semana o el mismo día, con la sub-17, la sub-21 y la olímpica. ¡Una locura! ¿Quiere otro? Esta temporada concluye, anote, con la Eurocopa, los Juegos y otra Copa América. Sí, sí, otra Copa América. Y eso que se acaba de disputar una, pero como es su centenario, organizan una edición especial. ¿Dónde? En EEUU. Más márketing, imposible. Insisto, estamos desmontando el fútbol, explotando a los jugadores.

–Con más exjugadores en la cúspide de las federaciones, organizaciones o clubs igual eso tendría alguna posibilidad de arreglarse.

–La visión del que ha jugado podría ayudar a cambiar algunas de estas absurdas decisiones, pero los clubs necesitan dinero para conservar a sus figuras. Pero sí, estaría bien que alguien pusiese un poco de sensatez en todo esto.