Un cuento de hadas

Jamie Vardy celebra su último gol en la Premier, contra el Watford el pasado sábado.

Jamie Vardy celebra su último gol en la Premier, contra el Watford el pasado sábado.

JOSÉ MARÍA EXPÓSITO / BARCELONA

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Si a los 16 años te quedas sin sitio en las categorías inferiores de tu club, tu carrera como futbolista se complica; si tu debut con un equipo sénior no llega hasta los 20 años, puedes ir asumiendo que nunca serás una estrella; y si, además, ni siquiera puedes jugar todos los partidos porque un juez te obliga a estar en casa a las seis de la tarde, pensar que un día defenderás la camiseta de tu selección no es más que una utopía. Para Jamie Vardy (Sheffield, 1987) el futuro pintaba negro (y no solo el futbolístico), pero a los 28 años el delantero del Leicester, actual pichichi de la Premier, disfruta viendo cómo su país exige su titularidad en el amistoso de mañana contra España.

Poco se lo podía imaginar Vardy cuando a los 16 años su club, el Sheffield Wednesday, se lo sacó de encima. Era demasiado bajo para jugar con los owls, el equipo al que había animado desde niño. Por aquel entonces, un chico argentino de su misma edad debutaba en el primer equipo del Barça, y desde luego no era más alto que él. «Se me rompió el corazón», reconoce hoy. Perdida la esperanza de jugar algún día en Hillsborough, Vardy inició un descenso a los infiernos en forma de borracheras y peleas en pubs. Una de ellas por defender, dice, a un amigo sordo de unos tipos que se burlaban de su audífono. Pero Vardy fue condenado por ello a cumplir el toque de queda a las seis y llevar un dispositivo electrónico de localización.

Pasó un año sin jugar, en el que, ironías de la vida, dio un estirón de 20 centímetros. Trabajaba en una fábrica de férulas ortopédicas y mataba el gusanillo del fútbol en el Stocksbridge, cuyo equipo sénior militaba en la octava división. La condena seguía en pie, así que si había que jugar a más de 80 kilómetros no podía ir convocado porque no le daba tiempo de regresar. Los partidos comenzaban a las tres, y su entrenador de entonces, Gary Marrow, recuerda que «a las 16.15 lo tenía que sustituir para que sus padres le llevaran corriendo a casa». Una vez, en Belper, a unos 55 kilómetros de Sheffield, eran las 16.25 y el técnico no le había sustituido. Cuando lo hizo, el cada vez más responsable Jamie salió corriendo del campo, saltó la barandilla y se metió en el coche de sus padres sin ni siquiera cambiarse.

NADIE LE HA REGALADO NADA

El Stocksbridge se le quedó pequeño y pasó al Halifax, al que subió de séptima a sexta división con 29 goles. La temporada siguiente (ya en la 2011-12) sus 31 goles hicieron ascender al Fleetwood Town de quinta a cuarta. «Jugar en aquellas categorías me endureció, con centrales de la vieja escuela que te pateaban sin piedad», recuerda. Su nombre ya era muy reconocido en el fútbol regional, pero cuando el Leicester decidió pagar por él un millón de libras, el mayor traspaso de la historia por un amateur, que cinco años antes ganaba 30 libras por partido, muchos pensaron que era una locura.

De la Conference (quinta división) a la Championship (segunda) el salto era enorme. Y, efectivamente, Vardy lo acusó. No firmó una gran temporada y a punto estuvo de salir del equipo, pero su entrenador mantuvo la fe en él y al año siguiente el delantero le recompensó con 16 goles que ayudaron a que el Leicester ascendiera a la Premier, la cima del fútbol británico.. La historia no podía tener un final mejor... O sí.

El año pasado, cuando el Leicester parecía condenado al descenso, Vardy lo salvó con una endiablaba recta final de campeonato que prácticamente obligó a Roy Hodgson a convocarle para la selección inglesa. Parecía un premio puntual, pero nueve jornadas seguidas marcando en la Premier (12 goles en total), a solo una del récord de Van Nistelrooy, han provocado que muchos lo prefieran a Wayne Rooney.

EL RETO DE LA TITULARIDAD

Hodgson se resiste y quiere rebajar la euforia: «Tiene que demostrar que puede jugar en el ataque de Inglaterra. Jamie tiene que estar contento por venir a la selección y aún más si está en el once, si es que está». Unas palabras que no van a amargar a Vardy, el chico que a los 16 años parecía perdido y que a los 28 está tocando el cielo.

La prensa inglesa incluso asegura que el Madrid anda tras sus pasos. Liverpool y Tottenham ofrecen 10 millones por él. «No creo que haya muchos clubs que puedan pagar lo que vale», avisa su actual técnico, Claudio Ranieri. Él disfruta el momento con la serenidad de quien lo daba todo por perdido: «Ha sido un largo camino. No estoy orgulloso de lo que hice, pero creo que las cosas suceden por algo».