LA ronda ciclista catalana
Un Valverde inmenso triunfa en solitario
El murciano gana la etapa más intensa y bella de la Volta
Alejandro Valverde detuvo la bici. Alberto Contador -meta de Valls, quinta etapa de la Volta- se encontraba rodeado por una nube de informadores. El murciano tocó el brazo del madrileño. «¡Gracias!». «Nos miramos. Le abrí un hueco. Alejandro es un amigo». ¡Por fin! Un día se sabrá por qué Contador no fue al Mundial de Ponferrada, pero en ningún caso el motivo de su renuncia fue que no quisiera ayudar a Valverde, que consiguió la medalla de bronce en una prueba que ha dejado un agujero de pérdidas en la comarca leonesa de El Bierzo.
Valverde y su equipo, el Movistar, pusieron el espectáculo ayer en la ruta de la Volta para convertir la etapa entre Alp y Valls en la más inmensa de la carrera. Fue majestuosa, cinco estrellas, espectáculo, cortes en el pelotón, ataques constantes del corredor murciano, en cuesta, en bajada, en el llano, en un día marcado por el viento que noqueó a Bart de Clercq, el ciclista belga que se vistió de líder en La Molina. Sin equipo, cuando hace viento, a no ser que te llames Contador, poco tienes que hacer. Así es la realidad del ciclismo profesional.
TÀRREGA, LA CLAVE / El Movistar reventó la Volta. «¿Sabías cómo se llamaba la localidad donde cortastéis el pelotón?», se le preguntó a Valverde. «Por supuesto -respondió-. Era Tàrrega. Lo teníamos anotado, previsto. Sabíamos que allí había una cuesta y que soplaría el viento con fuerza».
Ayudó al Movistar el Sky del nuevo líder, Richie Porte, vencedor de las dos últimas París-Niza, noqueado en el Tour dos veces cuando iba segundo, candidato del conjunto británico para el Giro, el corredor más en forma en esta fase final del mes de marzo. Porte es un candidato de calidad para la victoria final en Mont-juïc. Pero, visto el espectáculo de ayer, la furia de Valverde -el corredor que más preocupa al líder australiano- y la picardía de Contador, resulta muy arriesgado pronosticar el triunfo final de Porte.
LA JUGADA DECISIVA / Quedaban tres kilómetros para Valls. Ya se había bajado el Coll de Lilla, donde, cómo no, atacó Valverde. Se miraron madrileño y murciano. Iban en primera y segunda posición. Contador dejó de pedalear. «Me abrió el hueco. Aceleré. Frenó a los demás. Por eso se lo agradecí». Contador sabe que él no es un ciclista rápido en las llegadas. Ya se había percatado de que Valverde era el más fuerte del grupo donde apenas quedaban ocho corredores. Si llegaban todos juntos, seguramente, iba a ganar igual. Pero, en solitario, el triunfo del murciano ya era una apuesta segura y se hallaba por detrás en la general. Mejor que fuera él y no Porte o Rigoberto Urán, más rápidos que el madrileño, quien se anotara los 10 segundos de bonificación, gratificación para el vencedor, en una carrera que, entre hoy y mañana, se puede decidir por la recompensa de segundos en las llegadas. De ahí, el brote de amistad, aunque también es cierto que Valverde, por su carácter, no tiene enemigos en el pelotón. Es imposible.
El murciano se cayó el martes, accidente absurdo, mientras subía, doblemente absurdo. Luego realizó una prodigiosa cronoescalada al Alt dels Àngels para evitar quedar noqueado en la Volta. Por los golpes de la caída y el cansancio de la persecución, más el frío en la bajada de La Creueta, cedió en La Molina. ¿Y Contador? Tercero de la general. Paolo Tiralongo, un amigo de verdad, le quitó la bonificación a Porte.
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