LA VUELTA DE LOS CUARTOS DE LA COPA

Valientes en un infierno

Neymar, sentado en el césped del Vicente Calderón, tras una falta de un jugador del Atlético

Neymar, sentado en el césped del Vicente Calderón, tras una falta de un jugador del Atlético / periodico

DAVID TORRAS / MADRID

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El Barça restituyó el honor perdido, con la valentía y el carácter que no tuvo el año pasado, cuando fue encajando golpes y más golpes en todas los cara a cara frente al Atlético sin decir ni pío. Ahora, ya no. Este equipo ha dejado de poner la otra mejilla para hacer valer su nombre, harto de estar bajo sospecha y de ir dando tumbos. Este miércoles, en un desagradable Calderón, la casa de un campeón que dejó de comportarse como tal en la derrota (2-3), alzó al fin la voz para proclamar bien alto que no quiere seguir siendo el que era y que algo está cambiando. De momento, la Copa está un poco más a tiro, con un cuadro despejado, pendiente de saber este jueves el penúltimo rival: Villarreal Getafe.

El Atlético quedó fuera de juego en una partido que duró 45 minutos, los que necesitó el Barça para luchar contra unos cuantos elementos y convertir la fiereza inicial del Calderón en el reino de la impotencia, a imagen y semejanza de los suyos. Así es el 'cholismo', admirable en la victoria y con el viento de cara, y tan o más desagradable que el 'mourinhismo' en la derrota. No está hecho para perder y ahí gasta muy malas pulgas, bajo un inmenso repertorio de malas artes. Todo muy desagradable. En cuanto tuvo perdida la eliminatoria, empezó otro partido, el de las protestas, las tanganas y las patadas, que desembocó en la expulsión de Gabi en el descanso en el túnel de vestuarios y dejó escenas vergonzosas, como la de Arda lanzándole una bota al línier, o la terrible caza a Neymar. Y a Messi. Y a todos, con la grada (el Frente Atlético sigue estando aunque no luzca las señas de identidad) jaleando cada falta al grito de "otra, otra" y "orgullosos de estos jugadores", y el Barça más pendiente de salvar las piernas que de jugar.

Doble error arbitral

Ningún colchonero imaginó ese final tal como empezó todo. Diego Simeone había pedido jugar cada minuto como si fuera el último. Torres, convertido al 'cholismo' de un día para otro, como un soldado más de este ejército ciego de fe, fue aún más lejos y no necesitó ni un minuto para honrar a su general. En apenas 50 segundos, igual que hizo en el Bernabéu, ya había metido el primero. Ver para creer. Un inicio más terrible que el de hace un año con aquel vendaval de ocasiones y postes que sacudió al pusilánime Barça de Tata Martino. Pero este, lejos de bajar los brazos, se alzó para pelear, como no hizo cuando cayó en la Champions y se dejó perder la Liga en casa.

Un quiebro descomunal de Messi, un pase estelar de Suárez y una exquisita definición de Neymar compensaron la rebequería de Torres. Tres pases en una contra perfecta. Entonces, el partido lo alteró la mano del árbitro, que lo puso del revés de mala manera. Primero con el penalti a Mascherano, que no era ni falta ni dentro del área, en una decisión que podía haber sido determinante y que hizo honor a sus apellidos de aire colchonero: Gil Manzano. Pero la justicia futbolística reparó el error con el autogol de Miranda y a continuación intervino otro factor mucho más humano. La mala conciencia que le hizo no ver lo que seguro que vio, unas manos de Alba, restableció el orden en la misma acción. Alba fue de área a área, y acabó dando el pase de gol a Neymar para desesperación del Calderón.

El chasquido de Anoeta

Y ahí se acabó el fútbol. El Atlético decidió que ya no se jugaba, y el Barça hizo bien en protegerse y dejar correr el tiempo, ajeno a la presión ambiental. "Campeones, campeones", gritaba el público, recordando esa Liga arrancada del mismísimo Camp Nou. Con este Barça, otro gallo cantaría. Por lo menos, la pelearía mucho más y no se dejaría intimidar como demostró este miércoles. No hay mejor retrato que los números: la pasada temporada, cinco empates y una derrota. Ahora, tres de tres.

Desde la caída en Anoeta, y con Luis Enrique repitiendo cuatro veces el mismo equipo, algún chasquido ha desbloqueado al Barça. Mucho más firme, contundente, valiente, y un juego en progresión, se ha apagado el ruido de esa negra semana. Ya no hay rastro del dolor de barriga de Messi Neymar aparece cada día más cerca del Neymar ideal que la mayoría tenían en la cabeza cuando se le fichó. Lo demostró otra vez. No solo por los dos goles sino por esa actitud rebelde y competitiva ante un rival que incitaba a esconderse. Y el mejor reflejo es el gesto de fastidio cuando Luis Enrique decidió inteligentemente sustituirle ante el riesgo de que acabara en el hospital. El 'cholismo' ha dejado de ser una pesadilla para el Barça. Y la Copa está muy a tiro.