LA PRESENTACIÓN DE LA RONDA FRANCESA

El Tour de los cuatro magníficos

Holanda recibe a la 'grande boucle' con temperaturas que no se daban desde 1961 y pendiente de Nibali, Contador, Froome y Quintana

Un logo del Tour preside un de los canales de Utrech, ayer.

Un logo del Tour preside un de los canales de Utrech, ayer.

SERGI LÓPEZ-EGEA / UTRECH (Enviado especial)

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Los holandeses sacan al anochecer sus mesas y sus sillas. Llaman a los vecinos, a los amigos, descorchan botellas de vino o abren las de cerveza. En un país que reniega de los aires acondicionados porque nunca hace calor, sudan hasta las paredes. En las casas no se puede ni estar. Ayer se registró el 1 de julio más caluroso desde 1961. El récord data de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, con 38 grados. Si se cumplen las previsiones, el sábado, en el debut del Tour, en Utrecht, no muy lejos de Amsterdam, el termómetro puede alcanzar los 41 grados. Lo nunca visto. Para que los corredores se sientan como si estuvieran a punto de iniciar la Vuelta, en Andalucía y en agosto, en vez de una ronda francesa con cuatro grandes favoritos (Vincenzo Nibali, Alberto Contador, Chris Froome y Nairo Quintana) y un recorrido innovador, casi nulo en contrarreloj y cargado de la mejor montaña.

Bastó solo con atravesar Francia en coche para observar que la temperatura no bajaba de los 30 grados. El martes Quintana, uno de los cuatro magníficos, así bautizados por la dirección de la ronda francesa, ascendió Alpe d'Huez con 36 grados. Holanda no se ha salvado de la ola de calor que azota Europa. Y en estas condiciones se estrenará la ronda francesa donde se han apuntado todas las figuras, a excepción de los dos jóvenes rebeldes del Giro, Fabio Aru y Mikel Nieve, que reservan fuerzas para la batalla española.

Año de homenajes

Será el Tour de los homenajes porque hace 40 años se llegó por primera vez a los Campos Elíseos donde Bernard Thévenet, hoy embajador de la prueba, levantó el plato de porcelana que se entrega al ganador ante un derrotado Eddy Merckx. Sí. Hubo una vez que El Caníbal, el corredor que devoraba a todos los rivales, excepto a Luis Ocaña, pero esto es otra historia, bajó de los cielos a la tierra de Pra Loup, una cumbre que nunca jamás se había vuelto a programar en la función del Tour desde 1975.

Y porque los franceses sueñan con sus jóvenes delfines, con Thibaut Pinot pero, sobre todo, con Romain Bardet, para volver a ver a uno de los suyos sobre el cajón más alto de París. Hace 30 años Bernard Hinault llegó de amarillo a los Campos Elíseos. Nunca más. Nunca más uno de los suyos ha vuelto a triunfar en la avenida más ciclista del mundo. Y no han perdido la fe en lo que para ellos es algo más que una carrera ciclista; el Tour, el espectáculo, la fiesta que mueve millones de personas, que se lanzan pacientemente a las carreteras para recibir a los corredores aunque para ello tengan que hacer horas y horas de caravana y aguardar pacientes a un lado de la ruta para ver pasar a los corredores a veces unos solos segundos.

Es el Tour del temor al pavés, a los adoquines del Infierno del Norte. Porque ayer, Contador quiso volver a pisar las piedras que tanto entusiasman a los aficionados en la París-Roubaix. Comprobó que no resbalaban como hace un año, cuando Nibali puso la directa hacia la victoria, el mismo día en el que Froome quedaba eliminado y se marchaba para Montecarlo.

Es la obra genuina de un Tour que se ha inspirado en la Vuelta para dotar a su carrera de nueve llegadas en alto, para encarrilar metas en ascenso tanto en los Pirineos como en los Alpes y para dotar a la prueba de esos muros, cortos pero explosivos, que obligan a los ciclistas a retorcerse sobre las bicis. El lunes se programa ya la subida al muro de Huy, meta habitual de la Flecha Valona, considerada como la clásica de los españoles.

En los 40 años del estreno del jersey a lunares, el que identifica al mejor escalador de la carrera, los tapados, que son buenos escaladores, esperarán pacientes, como el cazador que aguarda un error de sus piezas, al fallo, a la crisis de los cuatro favoritos para pelear por el podio y quizá por algo más. Es el caso de Purito Rodríguez, que ayer al llegar a Holanda ya expresó la confianza en pelear por el Tour. «Llegó muy confiado en mis posibilidades y con ganas de luchar por el Tour».

En los 20 años de la última victoria de Miguel Induráin, el campeón navarro estará el 14 de julio en la cumbre de La Pierre de Saint Martin. Y no para celebrar la Fiesta Nacional de Francia, sino para desenterrar, allí en la frontera franco- navarra, las botellas de champán que hay sepultadas en una cueva y que deben descorcharse, según manda la tradición, el día en que el Tour programase una llegada en una cima inédita para la carrera. La carrera reserva nueve llegadas en alto: Huy, Muro de Bretaña, La Pierre de Saint Martin, Cauterets, Plateau de Beille, Mende, Pra Loup, La Toussuire y Alpe d'Huez. Y habrá tan solo 13 kilómetros de contrarreloj, mañana en las tórridas calles de Utrech, Nada más... para desespero de los que confían en su habilidad contrarrelojista y para que lo puedan celebrar no solo escaladores como Quintana, o hasta Contador, si no los jóvenes valores franceses, los que contagian como nunca a los seguidores locales.

Hará 10 años de la última victoria (las siete que fueron y nunca existieron) de Lance Armstrong, quien promete correr algunas etapas a su aire y antes de que pasen los corredores. Pero aquí no hay nada que celebrar, aunque mañana se agoten por el calor las reservas de cerveza en Holanda.