CICLISMO

La tierra de los héroes

La Strade Bianche en la Toscana abre hoy el capítulo de clásicas ciclistas 2015 a través de caminos sin asfaltar

Los coches de los directores levantan polvo en los tramos de tierra, tras los ciclistas.

Los coches de los directores levantan polvo en los tramos de tierra, tras los ciclistas.

SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No lleve una bici posterior a 1987. Olvídese del moderno y ligero carbono, de los pedales automáticos, de los últimos avances aerodinámicos y de las prendas ligeras que apenas se notan sobre la piel. Vístase con lana, busque zapatillas negras agujereadas con suela dura y calcetines blancos y súbase a una bicicleta de hierro o aluminio con los cables de los frenos y el cambio bien visibles. Y véase casi como un protagonista del 'Ministerio del Tiempo', como un héroe de antaño, casi como el mismísimo Gino Bartali (en el centenario de su nacimiento), el ciclista más famoso de la Toscana.

Así se sienten los 5.000 cicloturistas que el primer domingo de octubre (4 de octubre, la cita para el 2015) se apuntan desde 1997 a L'Eroica, tal vez la más peculiar de todas las marchas cicloturistas y que ya tiene réplicas o pruebas hermanadas en diferentes países. Para inscribirse solo es necesario recuperar viejas reliquias y creerse un corredor del pasado. L'Eroica discurre por la Toscana, a través de la provincia de Siena y busca los caminos sin asfaltar, el denominado 'sterrato', para dar todavía un mayor colorido 'retro' a la marcha cicloturista.

La hora de la evolución

El ciclismo profesional no podía estar al margen de una idea tan singular, sobre todo desde que ha decidido evolucionar y buscar nuevas vías aliadas con el espectáculo, como los puertos de montaña explosivos donde se retuercen los corredores, los que encontró la Vuelta y los que ya ha incorporado el Tour en su próxima edición.

No era cuestión de hacer salir del armario a bicis antiguas, ni vestir a Fabian Cancellara como su compatriota suizo Ferdi Kübler (el ganador del Tour de 1950) o de convertir a Alejandro Valverde en un Federico Bahamontes (vencedor del Tour de 1959) del siglo XXI. Ellos van con los uniformes reglamentarios, con sus bicicletas oficiales y acompañados, detrás, por los coches de los directores, los que levantan el polvo por caminos toscanos sin asfaltar. Es la hora de la Strade Bianche, así se denomina la carrera profesional que imita a la aficionada desde el 2007, y que hoy (desde las 13.45 horas, en directo por Teledeporte) abre el gran capítulo ciclista a las puertas de la primavera, el preámbulo de oro que sirve para presentar el Giro, para que se inicie la época de grandes rondas por etapas, tres semanas de emoción, con el Tour de principal protagonista y con el cierre, con el cercano otoño, ante La Cibeles de Madrid, sabor de Vuelta a España.

45 kilómetros de 'sterrato'

¿Por qué si los corredores suben por cuestas dignas de las cabras hispánicas no pueden ir a través de caminos de tierra sin la necesidad de tener que subirse a una bici de montaña? Así nació la Strade Bianche, que con apenas siete ediciones ya clama, porque se lo ha ganado, un lugar de honor entre las viejas clásicas del continente. La Strade Bianche, la carrera de los caminos blancos, tal como se diría en castellano, se presenta con 45,4 kilómetros de sterrato, o caminos de tierra, según la traducción del italiano, que se reparten en 10 tramos, a través de 200 kilómetros, con llegada al lugar más emblemático de la ciudad de Siena, la plaza del Campo. Se trata de uno de los símbolos del arte de la Edad Media en Europa, el mismo lugar donde hace un año Valverde fue tercero, por detrás del polaco Michal Kwiatkowski, el campeón del mundo, el triunfador en Ponferrada, y Peter Sagan, el veloz corredor eslovaco que ha fichado este año por el Tinkoff de Alberto Contador. Valverde aspira hoy al triunfo.

Los tramos de 'sterrato' de la Strade Bianche buscan la misma fama que los sectores de 'pavés' o adoquines que adornan cada año la París-Roubaix y que también seducen (se repetirá este año) a la organización del Tour que ha vuelto a incluir zonas de piedras, concretamente en la cuarta etapa, que se disputa entre las localidades de Seraing y Cambrai, el martes 7 de julio.

En el 'sterrato' cualquier avería se paga con minutos y significa el adiós a la carrera. Y si llueve, algo que, en principio, no figura en las previsiones de hoy, el barro se convierte en un enemigo que enturbia y endurece todavía más la prueba.

El ciclismo de la segunda década del siglo XXI ha cambiado y en nada se parece al de hace 20 años; ni siquiera en la mentalidad de los ciclistas. Si Miguel Induráin compitiese ahora debería refinir su estrategia (las contrarrelojes están pasando a la historia) para ganar.