TESTIMONIO DE LOS JUEGOS PARALÍMPICOS DE LONDRES

Soñar es el mejor premio

La delegación paralímpica española volvió de la capital británica con 42 medallas, pero tanto los que subieron al podio como los que no tuvieron ese privilegio han culminado su propia historia de superación tras años de esfuerzo. La nadadora Carla Casals (Barcelona, 1987) explica cómo vivió sus terceros Juegos, en los que se quedó de nuevo a las puertas de lograr la ansiada medalla.

«Cuando deseas algo con todas tus fuerzas, no hay obstáculo que se resista»«El cuarto le pone tantas ganas como el primero, pero nadie conoce su nombre, su historia, su lucha particular»

Rozando el podio 8 Carla Casals, en la final de los 100 metros mariposa S12 (deficientes visuales) en Londres.

Rozando el podio 8 Carla Casals, en la final de los 100 metros mariposa S12 (deficientes visuales) en Londres.

CARLA CASALS

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Cuando deseas algo con todas tus fuerzas, no hay obstáculo que se resista; ya puede haber muros enormes, serpientes envenenadas o ríos desbordados, que siempre descubres cómo saltar la roca, amansar a las fieras y adaptarte a la corriente.

¿Cuántas veces soñé en septiembre del 2012? Cada día desde septiembre del 2008. En la inolvidable piscina de Pekín me prometí a mí misma, tras la final de los 100 mariposa, que jamás volvería a quedar cuarta. Había que ganar medalla en Londres. Así que nos pusimos a trabajar día a día, y a soñar las 24 horas de cada uno de esos días.

Alegrías, frustraciones, enfermedades, victorias inesperadas, apoyo de unos por el esfuerzo, desconfianza hacia los que solo ven cifras... Todo esto ha acompañado mis pasos durante cuatro años. El principio fue difícil, pero avanzamos con paso firme hasta el año mágico, mi año paralímpico, la culminación de un sueño que dibujó una sonrisa imborrable en mi cara, pura magia, el esprint final.

Trabajamos duro para lograr en marzo el billete definitivo a Londres, pero nada era seguro, luego una lesión inesperada de hombro, el severo recorte de la beca, una guerra por conseguir la plaza paralímpica... Fue un año muy intenso a todos los niveles, más duro de lo que esperaba, pero lo importante es que finalmente estaba en Londres.

Llegaba la hora de la verdad, el día marcado en el calendario: 2 de septiembre, final de los 100 mariposa, calle 6, Carla Casals. Me enfrentaba una vez más al agua, a esa línea azul pintada en el suelo. Ante mí, el momento decisivo, el minuto que cambiaría el sentido de todo lo trabajado. Tras Atenas y Pekín, la tercera y la definitiva: Londres. Una piscina repleta de gente, un ambiente espectacular, el marco perfecto para lograr mi sueño, con toda mi familia viéndolo y los más queridos nadando conmigo esa final, con las ocho mujeres más rápidas del momento.

«Take your marks» y... ¡a disfrutar! Si al tocar la placa del marcador se encendía una lucecita significaría que había llegado entre las 3 primeras. Yo no veo el marcador, ni a mis rivales, esa luz era la única que podía y quería ver. Mis manos tocaron la pared y miré arriba; no había luz, no había nada, solo un silencio. Aunque no lo viese, en ese momento sabía que no era la quinta, ni la sexta... Sabía que era la cuarta, otra vez.

Era incapaz de moverme y salir del agua. La lucha había acabado, todo formaba parte ya del pasado. «¿Otra vez? ¿Cómo puede ser? Si he hecho lo correcto, he andado todo el camino, he creído en mí...». Llámese destino, suerte o casualidad, pero el resultado es un sueño no conseguido. El cuarto: ¿el primero de los olvidados? ¡Vamos a darle el valor que se merece! Si el cuarto no fastidiase tanto, al tercero no le sabría a oro su bronce, ¿no?

'Go, Carla, Go'

Me quedaban dos oportunidades más, y entre todos (mi familia, mis amigos, mi entrenador yfisios) alargamos y exprimimos la magia de nuestro sueño hasta el último aliento. Empezaron un movimiento,Go, Carla, Go,para recordarme quién era y dónde estaba. Una cara sonriente con ese lema llegaba cada segundo a través de mis redes sociales, desde cada rincón donde tengo amigos. Se me ponían los pelos de punta, orgullosa y feliz pese a no lograr la medalla, al ver que tanta gente se dibujaba una sonrisa en la mano para mí.

Yo quería escribir algo para hablar de los cuartos, porque el trabajo, las ganas, la ilusión y la esperanza que le pone el cuarto es la misma que la del primero, pero nadie se entera de su historia, su nombre, su lucha particular. Pero, después de todo, no sé si me apetece. Y no por el sabor amargo que deja, ni porque me sienta frustrada por haber repetido tantas veces ese puesto -se trata de tomárselo con sentido del humor-, sino porque hay algo que he aprendido en estos años, y es mucho más valioso que la medalla perdida: soñar es el mejor premio, crear tu propia magia. Soy afortunada y privilegiada. Tuve un sueño y luché y trabajé hasta el final, ¿podéis decir lo mismo?

Espero de corazón que sí. Sin sueños e ilusiones, este camino no tiene sentido. Yo he tenido la suerte de poder vivir mi sueño, disfrutarlo, y lo más importante, compartirlo con la gente que me quiere.