LA JORNADA DE LIGA

Revés en Getafe

El Barça ofrece una imagen vulgar en el Coliseo y se aleja a cuatro puntos del Madrid

MARCOS LÓPEZ / GETAFE

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El Barça se ha estrellado. Se ha estrellado, por mucho mérito que haya tenido el Getafe, que lo ha tenido, pero no es suficiente para explicar el empate que le aleja del Madrid. El empate que le coloca, de nuevo, en una situación bajo sospecha. Por su fútbol, no avanza ni a tiros. Por su fiabilidad, había encontrado la estabilidad y la ha perdido este sábado en el sur de Madrid, y, sobre todo, porque ha dejado un rastro de inmensa preocupación. No son los cuatro puntos de diferencia que tiene ahora el Madrid. No es tampoco la marcha atrás en el fútbol sino es, especialmente, el misterio indescifrable que rodea al Barça.

El juego fue vulgar. Hubo un penalti escandaloso de Valera, que barrió el balón en el área de Getafe con la mano. Y un césped infame donde la pelota no botaba sino que salía escupida. Pero ni la torpeza del colegiado vasco Vicandi Garrido ni ese horrible terreno de juego justifican en modo alguno la mala primera parte. Horrible. No existió juego de posición alguna, eso pertenece ya al pasado, como si estuviera en un museo, incapaz de ser descodificado actualmente. Tampoco hubo profundidad ni picardía. Todo era tan perezoso que nadie buscó un desmarque ni atacó el espacio. Se pedía el balón al pie, Messi, que empezó en la derecha, se aburría, Suárez caía por las bandas y Rakitic no ayudaba arriba. Ni tampoco abajo, donde Lafita desnudaba a Alves cada vez que tenía el balón. Más allá de la clamorosa mano de Valera, seguida después, en el contragolpe posterior por otra mano de Alves -Vicandi presumirá de un récord al no ver dos penaltis, uno en cada área, en menos de 30 segundos-, el Barça se enredó.

SIN CHISPA

Diríase, además, que se contagió tanto de la tarde desagradable, gris y lluviosa al sur de Madrid que su fútbol resultó plomizo. El equipo de Luis Enrique no tenía chispa alguna. Era un fútbol sin emoción. No transmitía nada y, a medida que pasaban los minutos, el Getafe se sentía más cómodo y menos acosado. Tanto que hasta Lafita se inventó un derechazo imponente que permitió descubrir los felinos reflejos de Bravo, unidos a unas poderosas manos. Fantástico fue el tiro envenenado del delantero del Getafe. Maravillosa fue la parada del meta azulgrana. Mira por dónde, el Barça quedó, como en Mestalla, sostenido de pie por su portero.

Alves sufría en defensa y no aportaba nada en ataque. Alba, en cambio, iba y venía por su carril, generando un juego más intenso y, al menos, ofreciéndose a sus compañeros, algo que no hacía el brasileño. Aturdido, quizá, Alves por ese disparo de Lafita que hizo temblar al Barça temiéndose lo peor.

CAMBIOS SIN EFECTO

Más llovía en Getafe, menos jugaba el Barça, aunque empezó, como era obvio, con otro aire en la segunda mitad. En campos así, y aunque sea a mediados de diciembre, puedes ir tirando Ligas. Por eso, el equipo de Luis Enrique despertó guiado por Messi.

Ni un cuarto de hora se llevaba y el larguero había evitado el disgusto al Getafe, además de que Guaita, con una extraña parada, fustró el primer gol azulgrana. Tenía el control del partido el Barcelona pero no intimidaba a pesar del eterno interés de Messi, empeñado en ganar el partido. Sí o sí. Pero no había manera de encontrar la llave para descerrejar el entramado defensivo del conjunto de Contra.

Ni los cambios del técnico azulgrana (Iniesta por RakiticMunir por Pedro Adriano por el tocado Alves) sirvieron para hallar la ruta adecuada. Ni caminos ni atajos. Nada de nada. Cada vez más atrás el Getafe, cada vez más impotente el Barça. Cada vez más desolador el paisaje. Se iba apagando el poco Barça que había venido a Getafe, a pesar de no rendirse, buscando, de nuevo, el milagro de Mestalla. Se apagó la noche, el equipo, se apagó todo...

PIQUÉ, EN PUNTA

Había alcanzado un tesoro enorme el Getafe, navegando en mar abierto. Cada minuto era una conquista. Cada segundo, una fortuna. Y el Barça de Luis Enrique, en una extraña transformación, terminando con Piqué, tal si fuera un Alexanko, de delantero centro. Otro signo de la regresión al fútbol de la edad de piedra, aquel que hace años que no se veía. Acabó enfadado consigo mismo el Barça, incapaz de descubrir soluciones nuevas a viejos problemas. Y también torturado por un juego vulgar que le hace quedarse a cuatro puntos del Madrid. Ya le pasó en Málaga, ayer se repitió en Getafe. El Barça sigue inmerso en una peligrosa involución.