Regreso al dolor

Puig, en la camilla, tras carse de la moto a 283 km/h y estrellarse contraun muro en el circuito de Le Mans.

Puig, en la camilla, tras carse de la moto a 283 km/h y estrellarse contraun muro en el circuito de Le Mans. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / LE MANS (Enviado especial)

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No se apiaden de él. Alberto Puig no se tiene compasión, todo lo contrario, se considera un superviviente, así que no quiere dar penita «ni media». Nos hemos venido a la maldita curva de Le Mans, que ya ni es curva ni existe, pues se ha convertido en una chicane tras estar cerrado el circuito dos años después de aquel brutal accidente en el que Puig, entonces en 500cc,entonces en el equipo satélite de Honda de Sito Pons, peleaba por el podio del Mundial con Mick Doohan Daryl Beattie.

Quería sentarse en la hierba, pero, al final, nos hemos sentado en la fila de neumáticos y conversado durante más de dos horas. Aquel 8 de julio de 1995 todo ocurrió en segundos. Era el último ensayo del sábado, los dos últimos minutos, el último juego de neumáticos y Puig, que había ganado semanas antes en Jerez su primer GP de la categoría reina y coronado las carreras de Italia y Holanda con dos podios, iba tercero del Mundial, con 99 puntos, tras Doohan (120) y Beattie (119). «¡Ni de coña iba a ganar el título! Mick era muy superior a todos y mi Honda no era oficial. Subcampeón, sí».

Doohan tenía la pole, pero Puig estaba a solo dos décimas de él. «Le dije a Sito (Pons), a Antonio (Cobas) y a Santi (Mulero) que iba a intentar meter la sexta en esa curva, cuando siempre la hacíamos en quinta». Y la metió, ¡vaya si la metió! Pero Alberto perdió el control y su moto desapareció bajo su culo. Y Puig se deslizó por el asfalto y se fue acercando a la velocidad de la luz hacia el muro de esa curva: 200, 150, 100, 50 metros…y el impacto. Cuando dejó de ser dueño de su corcel de acero, Puig iba a 283 km/h. Su pierna izquierda penetró en las protecciones, en el air fence, lo superó, lo atravesó y se estrelló en el impenetrable cemento.

Aquel aterrizaje, aquel vuelo rasante, aquel asfalto abrasador, aquel intento de récord acabó con lo que se presumía una brillante carrera y abrió un vía crucis de operaciones (20, 12 de ellas de muchas horas, muchas), una sangría de dinero (se ha gastado más de 30 millones de pesetas de su bolsillo, «pero ¡para qué sirve el dinero si no es para eso!») y, lo que es peor, con un piloto que se las prometía muy felices en el inicio de su fulgurante carrera deportiva.Eso sí, el mundo de las dos ruedas ganó al mejor de los maestros y, sobre todo, el mayor de los ejemplos de supervivencia, resignación y pelea.

UN AUTÉNTICO DRAMA

El parte no pudo ser más patético y alarmante: fractura de la meseta tibial y cabeza del peroné izquierdorotura del ligamento lateral externo y el nervio ciático poplíteo parálisis parcial del pie izquierdo. Le recuerdo a Alberto que estuve allí con él. Y él lo recuerda como si fuese hoy. «Veo esta foto que hiciste y me oigo gritar. Pedía a gritos que no moviesen mucho la camilla pues, aunque el doctor Costa me había inyectado hasta cinco calmantes, la pierna me dolía horrores». De la camilla a la ambulancia, a la avioneta privada y al quirófano de la clínica Dexeus de Barcelona, su sala de torturas durante cuatro meses interminables.

«Todo se convirtió en un drama. Lo que ahora, tal vez, hubiese sido una fractura de dos meses, se complicó durante 20 años. No tengo sensibilidad en la pierna, cero en el pie. Mi pierna es un alambre. Durante meses, años e intervenciones quirúrgicas, aquí y allí, en Barcelona y EEUU, han ido rebañando pedazos de carne como si fuese un jamón. No siento nada. Tengo la pierna, sí, pues estuvieron a dos segundos de cortármela, pero el doctor Eusebio Sala Planell decidió salvármela. Se la debo. Cada tres días pienso en él». Puig recuerda que el drama fue que hubo un problema arterial, que no pudieron resolver. La pierna se quedó sin riego, no llegaba sangre al pie y no pudieron o supieron solucionarlo.

Después de aquellos meses, en los que siempre pensó en volver, Puig viajó a la clínica Mayo, en Roschester (EEUU), porque la infección alcanzó a sus huesos. Allí fue tratado por el doctor gallego Miguel Cabanella, una auténtica eminencia en la materia. Fue al abandonar la habitación de la Dexeus, cuatro meses después del accidente, cuando Alberto se dio realmente cuenta de las consecuencias del accidente. «Cuando aquel día me levanté de la cama y vi lo que me quedaba de pierna, ¡un alambre! y vi el hueso a través de un agujero, pensé: '¡Joder, Alberto, qué vas a hacer de tu vida!' Pero, estás tan zumbado, que ni siquiera te das cuenta de que tu carrera ha terminado».

Pasan un par de motos, oye su zumbido, me mira y me dice: «Puede que no fuese tan bueno como Mick (Doohan) o tan regular como Daryl (Beattie), pero yo era bueno, Emilio, era muy bueno y, al lado de Sito, Antonio y Santi había mejorado, evolucionado, muchísimo». Volvemos al momento que descubre el destrozo que ha provocado en su vida aquel accidente. «Eres piloto de carreras. Acabas de ganar en Jerez tu primer GP de 500cc. Te codeas con los mejores. Estas fuera de ti. Eres incapaz de oír los consejos que te dan. Cuando tú tienes algo en la cabeza, seas quien seas, esa cosa tiene mucho poder. Estarás o no equivocado, lo conseguirás o no, pero tú peleas por lograrlo con toda el alma. Yo no quería oír que mi carrera estaba acabada».

¿Cómo saber que todo ha terminado? Sencillo, llega un momento en que vuelves a subirte a la moto. Es más, después de aquel vía crucis, Puig tuvo el coraje de dar un salto a Mallorca, alquilar una Honda CBR 650cc y meterse a toda castaña por la carretera que une Palma con Llucmajor, preciosa, veloz, de curvas rápidas. «Quería saber si tenía cojones de aguantar el guardarraíl a un palmo de mi cara». Y volvió a correr. Pero ya no era el mismo. «Llegaban las curvas de izquierdas, cuarta a tope, y no era cuarta a tope, no. E inclinaba y no sentía nada. No dominaba la moto. No era el mismo de antes».

EMPEZAR DE NUEVO

Le dijeron que se recuperaría. «¡Mentira!» Le dijeron que el nervio se regenaría a razón de un milímetro al mes. «¡Falso! ¡Mentira!», masculla. «El nervio se fue, desapareció, no está, jamás volvió». Todo era soportable si, al final del camino, podía volver a correr. Y Puig, tras la prueba de Llucmajor, «loca, pero controlada», ¿se lo imaginan?, sí, volvió a correr. Fue en el Gran Premio de Francia, en Paul Ricard, en 1996. Y fue tercero, ¡sí, sí, tercero!, tras Doohan y Àlex Crivillé. Pero lo dejó. «Porque aquello que yo antes hacía a toda leche, con la moto por las orejas, me empezó a provocar cierto respeto, no miedo, y así no se puede correr».

Ha cambiado siete, ocho, nueve, diez veces de postura su pierna izquierda. Ni me la enseña, ni la quiero ver. Le he visto sufrir, y mucho, en los vuelos transoceánicos. «Hubo años que la herida aún me supuraba». Puig reconoce que el primer problema se presenta cuando descubres que «has vivido en una burbuja toda tu vida, pues los deportistas de élite somos incapaces de vivir una vida normal». Puig jamás ganó fortunas. Es más, el accidente le llegó justo cuando aspiraba a firmar su primer gran contrato. «La lectura de todo lo que me ha ocurrido es que soy un ser muy afortunado, mucho, en serio. Porque estoy entero, el doctor Sala Planell me salvó la pierna. Tenía que pasar. Me pasó a mi y punto».

MAESTRO DE CAMPEONES

Eso sí, reconoce que el momento más duro de su vida no fue el accidente, ni el dolor, fue cuando tuvo que aceptar que todo había terminado. «A todo el mundo le cuesta aceptar las cosas. Aceptar que se ha terminado tu sueño. Que no puedes ir tan rápido como ibas. Y, aunque he seguido haciendo las cosas con la pasión de antes, he de asumir que no logré la meta que me propuse. Eso sí, aquel aterrizaje a 283 km/h parecía el fin del mundo y no lo ha sido. Aquí estoy, ayudando a los jóvenes a lograr sus metas, que no son las mías, no».

Pese a que el mundo entero considera que, buena parte del éxito de campeones como Casey Stoner, Dani Pedrosa, Toni Elías, Hiroshi Aoyama, Julito y/o Tito Rabat, es cosa de Puig, él nunca se ha visto proyectado en ellos. Solo les ayudó. «Mi vida ha sido lo suficientemente excitante como para no tener necesidad de vivirla en la piel de otros». Aunque sean campeones como los que él ha creado.

Nos vamos, pero antes me dice que nunca olvidará la frase que un día le dijo Kenny Roberts«Cuando las cosas se ponen difíciles, los fuertes se ponen a trabajar». Él.