La rana y el mosquito

Rosell alude a las especies protegidas de Viladecans para negar su valor para el club

J. D / BARCELONA

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La web del Ayuntamiento de Viladecans informa de que en el municipio hay dos especies protegidas: el corriol camanegre -una pequeña ave conocida como chorlinejo patinegro o frailecillo blanco- y el sargantaner petit, o lagartija cenicienta. Algo le sonaba a Sandro Rosell

cuando denunció ayer que la gran riqueza medioambiental protegida en el Delta del Llobregat imposibilitaba la construcción del Barça Park, un parque lúdico para uso y disfrute de los socios azulgranas en los terrenos que compró Laporta en el 2008. O la hacía «inviable», como repitió tres veces.

La biodiversidad fue el gran impedimento. «Había problemas con una rana o un mosquito», dijo Rosell, poco preciso pero gráfico para subrayar que esa enorme riqueza biológica de la zona era inversamente proporcional al valor urbanístico para edificar en esos terrenos. No solo no valían 18,5 millones, que era la tasación que tenían según la firma que contrató Laporta, sino que ni siquiera merecían los 5,5 millones de la valoración que pidió Rosell. Era menor. «Un agricultor quiso alquilarlos para plantar alcachofas», expuso el exdirigente. «Intentamos venderlos para hacer caja, pero no los quería nadie».

Un sitio para pasarlo bien

Cuatro años han pasado desde entonces, medio desde que ha dejado la presidencia, y era comprensible que Rosell recordara con vaguedad aquel episodio. En varias ocasiones respondió con informalidad -del proyecto sabía que era «un sitio para que los socios se lo pasaran bien»-, desconocimiento o imprecisiones. Si le hubieran preguntado a Laporta seguro que se habría acordado de cuál es la especie protegida más famosa de Viladecans: la polla blava. Por las bromas que escuchó y las connotaciones semánticas que hizo en el 2009 sobre el color de esa pequeña ave, también conocida como polla d'aigua, al presentar el proyecto en el 2009.

«Inviable», insistió Rosell, que ni siquiera trató de profundizar ni mejorar el proyecto de Laporta, que contaba con el aval del Ayuntamiento. El Barça solo tenía permiso para edificar en parte de esos terrenos precisamente por el respeto a la flora y la fauna locales. Rosell dijo que ni el consistorio «ni la Generalitat ni los ecologistas ni los verdes» habrían permitido que se consumara el plan de Laporta.

La misma tesis suscribió Faus que no se consideraba un experto en la comercialización de inmuebles o superficies. El vicepresidente económico se aferraba a la tasación que ellos encargaron a una firma tutelada por el Banco de España. «En esos terrenos no se puede construir nada. Si la Generalitat lleva desde hace 25 años denegando un golf, imagínese un centro comercial o un hotel», expuso.