La película sobre 'el Brujo', un mito del fútbol

El director Rai García ha logrado que Enrique Castro 'Quini' hable sobre su vida

Enrique Castro, Quini, regresó, emocionado, a la playa de Pechón, donde se ahogó su hermano Jesús.

Enrique Castro, Quini, regresó, emocionado, a la playa de Pechón, donde se ahogó su hermano Jesús.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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No es cine. Ni teatro. Ni televisión. Pero podría. No es un documental. Ni una obra de arte y ensayo. No es un experimento. Ni siquiera un soporte tecnológico revolucionario que cambie la vida de nadie. Aunque de eso se trata: de la vida. De la vida de alguien mítico y querido, sencillo, tierno, tan cercano, tan sufridor, tan superviviente como Enrique Castro. Perdón, Quini.

No es cine. Ni teatro. Ni televisión. Es la vida misma. Es una confesión. Un desnudo integral. Nada de vísceras. Todo corazón. En realidad, puro exorcismo, esa acción, dicen que sobrenatural, de expulsión del mal, de lo que nadie quiere conservar y, sin embargo, ahí está, enquistado en la mente de uno.

De ahí que ahora parezca bendita la frase que pronuncia Manel, el guardia civil que intentó salvarle la vida a Jesús Castro, hermano casi gemelo de Quini, en la playa de Pechón cuando el portero se ahogó al tratar de rescatar de las garras del Cantábrico a dos niños y a su padre. "Todo el mundo te dice --le cuenta Manel a Quini-- que hay que superar esos malos momentos, pero solo el que los sufre sabe el dolor y el sufrimiento que provocan, la huella que dejan. Estas cosas no se superan, Quini, a lo sumo aprendes a vivir con ellas".

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