EL ILUSIONANTE RETO DE DOS PARTICULARES DEPORTISTAS

De la patera al velero

Elías y Muhamed, en el Náutico de Barcelona.

Elías y Muhamed, en el Náutico de Barcelona. / periodico

NEUS JORDI / BARCELONA

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Elías y Muhamed otean el horizonte en busca de un cambio de viento. A bordo del barco italiano Ottovolante, compiten esta semana en el Mundial vela de cruceros, el Barcelona ORC World Championship, que organiza el Real Club Náutico de Barcelona. «Me gusta escuchar el murmullo de las olas que mecen el barco y el viento que mueve las velas. Son sonidos que me ayudan a alejar el recuerdo de los gritos y los lloros durante mis primeros viajes por mar, de Libia a Sicilia», explica Elías Orjin, nacido en un pueblo de Ghana hace 25 años.

Fueron viajes en patera, y allí este joven cristiano oteaba el horizonte en busca de la costa y de una vida mejor, lejos de la guerra y de la miseria. En el primer intento, en abril de 2011, la barcaza empezó a embarcar agua y la mayor parte de sus compañeros de aventura murieron ahogados. De 500 se salvaron 150. No era la primera vez que este africano se enfrentaba a la muerte. Antes, en el desierto del Sáhara, algunos de sus compañeros habían perecido por falta de agua.

Vidas paralelas

Ya en Libia, fue arrestado por indocumentado. Salió de prisión un año después, y logró una plaza para una de las travesías de la desesperación, que acabó en horror. En el naufragio, Elías esquivó la muerte pero volvió a la cárcel de Libia, esta vez por dos años. Recuperó la libertad y volvió a probar suerte, hace poco más de un año. Después de 14 horas de navegación logró desembarcar en Lampedusa, en la costa siciliana. Allí fue asistido por la Comunità di Sant'Egidio de Catania, con la que hoy está involucrado como voluntario, junto a su novia.

La historia de su compañero de tripulación a bordo del Ottovolante es similar. Un relato de huida y miedo, pero también de esperanza. Muhamed Sabaly tiene 19 años, es musulmán y procede de un pueblo de Gambia. Desembarcó hace solo 21 meses en Siracusa. Había embarcado también en Libia, tras un viaje de tres años atravesando Senegal, Mali, Burkina Faso y Níger. Muhamed dejó su pueblo en el año 2010, después de que su padre fuera asesinado por motivos religiosos. Hoy reside en un centro de acogida y, cómo no, es uno de los muchos refugiados políticos.

Para Fabio Santoro, el propietario del Ottovolante, «el mar es una pasión, una diversión, pero para tantos hombres y mujeres que cruzan el Mediterráneo a bordo de pateras, el mar es la única vía de cambiar su vida, y, a veces, la pierden en el viaje». Este equipo de regatas no profesional de Siracusa se creó hace diez años y hoy simboliza un lugar de acogida e integración a través del deporte. La idea nació el año pasado en una conversación entre amigos, tras un trágico rescate de inmigrantes en este puerto siciliano, y enseguida recibió el apoyo del Ayuntamiento de Siracusa y de la Comunità di Sant'Egidio, encargada de la selección.

Perder el miedo al mar

«Les dimos un curso de vela y respondieron muy bien, aunque no es un deporte fácil, y más con la dificultad del idioma, ellos no hablan italiano», cuenta Santoro. No fueron sólo clases de navegación, en opinión de Muhamed: «Más que aprender a navegar, nos han enseñado a amar y respetar el mar». Al principio «fue duro volver a subir a un barco -recuerda Elías en un inglés muy correcto-pero he podido superar el miedo, y ahora me siento feliz en el mar, me siento seguro, es mi nueva casa, sí».

La prueba de fuego ha sido la travesía hasta Barcelona, donde se citan hasta el sábado un centenar de equipos de 22 países y cuatro continentes. «Ha sido un viaje de 730 millas náuticas y seis días -detalla el capitán-, y Elías y Muhamed han llegado a disfrutar del mar. ¡Incluso pescaron un atún gigante!».

Más que un sueño hecho realidad, para Elías y Muhamed estar en Barcelona es una auténtica sorpresa: «Es algo que nunca pudimos llegar a imaginar, todo es increíble, la ciudad, la gente...» El equipo no tiene grandes expectativas en el campeonato. Elías, Muhamed y quienes les han tendido una mano, o las dos, ya han ganado.