Análisis

Un partido plácido para que no sufriese Gaspart

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Cuentan, y es cierto, que Joan Gaspart no podía soportar determinados partidos (y menos finales agónicos) en el palco. Y cuentan que una noche, en el viejo Atocha de San Sabastián, se fue del palco cuando el Barça ganaba 0-1, sin querer saber (ni escuchar) que la Real Sociedad se acercaba peligrosamente al área culé. Se fue caminando, alejándose, pero seguía oyendo el griterío que le señalaba el peligro junto a la portería visitante. ¿Qué hacer? Pues se fue a uno de los váteres del estadio y, como seguía oyendo el peligroso griterío, se pasó los cinco minutos que restaban de juego, estirando de la cadena para no oír el murmullo donostiarra.

Dicen, y también es cierto, que Miguel Ángel Gil Marín, jefazo del Atlético, no soporta saber el resultado antes de que se acabe el partido de su equipo y que no solo suele abandonar el palco en el descanso, sino que se sube al coche, pone una radio musical a tope y se pasa los restantes 45 minutos dando vueltas por la M-30. Luego, al llegar a casa, ve el partido en diferido sin sufrir en su sofá.

Dicen, y vuelve a ser verdad, que al mismísimo Charly Rexach le dio un desmayó la tarde en que tuvo que dar la alineación y la charla en el hotel de Bilbao cuando se vió obligado a sustituir a un Johan Cruyff asustado por su débil corazón, víctima del tabaco y el estrés. Rexach dio la alineación y no pudo explicar nada más, pues le sobrevino un vahído y tuvo que ser atendido por los mismos jugadores presentes en la sala. El Barça, por cierto, ganó 0-6 aquella noche en la catedral de San Mamés.

Nada se sabe cómo estaba el palco del Madrigal anoche, más preocupado, tal vez, por lo que decidan los múltiples tribunales que les juzgan que por lo que ocurriera en el terreno de juego, pero resulta evidente que ni Luis Enrique, ni Juan Carlos Unzué, ni Ter Stegen, ni Piqué, ni Mascherano, ni Messi, ni Neymar, ni Suárez y compañía parecían nerviosos, inquietos, por la situación que iban a vivir.

Es más, con la pachorra, calma chicha, flema, cachaza y parsimonia que jugaron, que tocaron, que ralentizaron el juego, que dominaron, que jugaron al fútbol-control, se diría que, en efecto, como así cabía suponer, habían jugado ese partido mil veces y no en sus mentes, ni en la Play, también en sus vidas. Tal vez, sí, esa fuera la diferencia del encuentro de anoche: un partido más para el Barça, un encuentro decisivo para la historia del maravilloso y elogiado Villarreal, que acabó a los pies de los caballeros del fútbol.

Ya tiene el Barça la primera de sus finales. Y, aunque no necesitó aquel histórico 0-6 de San Mamés, ni Josep Maria Bartomeu se pasó el final del encuentro tirando de la cadena del wáter, es evidente que ese desplazamiento a Vila-real del conjunto azulgrana sí se pareció a los paseos que Gil Marín se da por la M-30.