El Barça casi pierde su voz en el campo
Albert Guasch
Periodista
ALBERT GUASCH
Se apagó la voz del Camp Nou -se hará raro no volver a recibir la bienvenida del entrañable Manel Vich- y el equipo pareció expresar sus condolencias callando en el campo. Jugó con susurros. Sin hacer ruido. Dando la impresión de no querer molestar. Como si tuviera que economizar esfuerzos. Y sabemos de forma amarga que no es así, que no es necesario reservar nada. Administraron esfuerzos el Real Madrid y el Atlético, porque les toca. Y lo hicieron con éxito.
Sufriendo, pero lograron el propósito de cumplir sin desgastarse, de presionar al Barça sin perder gasolina para la Champions. Así que en la Liga todo sigue como hace un par de semanas, con la ventaja de que solo faltan dos fechas en esta recta de photo-finish y el Barça todavía destaca por delante.
Depender de uno mismo cuando se vislumbra la bandera a cuadros es magnífico. Aun así, resulta extraño el comportamiento del equipo de Luis Enrique en este tramo final de temporada. De un fútbol excelso prolongado a un desplome vertiginoso; de unas goleadas sensacionalistas para reparar el daño inesperado a un fútbol lento y tropical como en el Benito Villamarín.
Se ha perdido la alegría primaveral en el juego, aunque el entrenador azulgrana se felicitó de la presión defensiva y la recuperación inmediata del balón. Alargando la metáfora inicial, se diría que hay cierta afonía, que equivaldría a decir que hay cierto cansancio, pero más mental que físico. Parece una suerte, pues, que queden solo un par de partidos.
Picar piedra
Luis Enrique señaló que sus jugadores picaron piedra en la primera parte para construir la casa después. Es su metáfora para explicarnos que no ahorran esfuerzos, que están comprometidos y que, por su parte, existía un plan concreto. Todo ello resulta indudable. Pero es algo desconcertante la pérdida de la regularidad futbolística.
Quizá es cierto que estamos mal acostumbrados y que incluso nos atrevemos a arrugar la nariz si las victorias no llegan con exuberancia, con un despliegue fastuoso de ocasiones, con un repertorio caudaloso de combinaciones precisas y goles dignos de viralizarse por youtube. Es lo que vivíamos hasta hace nada, ¿verdad?
Delante hubo buena parte del partido un equipo sencillito con 10 jugadores, y la victoria, por tanto, parecía inevitable, y por eso a muchos aficionados les quedó una sensación de tarde lánguida. Como que todo sigue igual. Pero en realidad el título está más cerca, así que igual convendría forzar el entusiasmo.
Se diría que solo un nuevo Tamudazo puede interponerse hasta la línea de meta. Un fatalismo que el equipo debe ahuyentar recuperando la voz cantante en el campo. Hacerse oír. Perder la imprevisibilidad, característica repentinamente adquirida, que por suerte no va aparejada ya a la falta de eficacia. Que así sea durante dos domingos más. Uno de ellos, sin la voz grave y eterna de Vich. Una voz distinguida. Justo lo que se le pide de nuevo al equipo
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