Messi, otra obra de arte

La estrella ha vuelto como si no se hubiera ido nunca con su repertorio de magia intacta

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ni 20 minutos de partido se llevaban cuando Messi había dejado su firma de genio. No solo en el maravilloso gol, el 2-0, una auténtica obra de arte después de que intervinieran hasta 10 jugadores. Los 10 de campo. Solo faltó que Ter Stegen se uniera a la fiesta que se montaron los chicos del tridente en el Camp Nou. Antes de que llegara la pelota a los pies de Messi, hasta 28 pases, con el balón moviéndose de punta a punta del campo, antes de aparecer, tras una triangulación impresionante, en el corazón del área del Roma. Una vez llegó ahí la pelota, después de haberse levantado un tratado de arquitectura más que de fútbol, emergió Messi.

      El viejo Messi. El Messi de siempre. El mismo Messi. Como si los 59 días que ha estado en la enfermería no hubieran existido. Ni 20 minutos, un golazo descomunal, otro gol mal anulado por el colegiado turco, dos tiros a puerta y esa combita, de derecha a izquierda, que se ha convertido ya en una de las señas de identidad. Una prueba de que su repertorio de magia, diríase que magia infinita, increíble, por cierto, un control en el centro del campo, pisando la pelota tal si fuera un jugador de fútbol-sala, no se ha agotado. Ni se agotará.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Pudo cerrar la noche","text":"\u00a0de su regreso con un triple, pero el capit\u00e1n regal\u00f3 el penalti a Neymar en otro generoso gesto"}}

Antes del gol ya dejó huellas de su ambición. Y, sobre todo, de su calidad. Pero necesitó Messi que se conectaran los circuitos con Neymar y Suárez para firmar un gol que puso en pie al Camp Nou. Por la elaboración y, luego, por la finalización. Ese delicado pie izquierdo de Messi evitando la desesperada salida de Szczesny, el meta del Roma, fue el epílogo final a una jugada monumental. Cuando se encuentran los tres, se encienden todas las luces del fútbol. Es como si el balón sonriera de verlos tan cerca.

      Ellos, además, juegan con una sonrisa permanente, como si estuvieran en el jardín de su casa, ajenos al impacto que provoca su fútbol y, sobre todo, su excelente conexión que va más allá de los terrenos de juegos. Sí, volvió Messi a la pradera del Camp Nou. Pero volvió como si jamás hubiera pisado la enfermería.

            Volvió marcando dos goles, esa capacidad no se le oxida nunca, regalando pases y, al  mismo tiempo, regalando gestos extraordianarios que delatan que Messi es el mismo de siempre. Pero, en realidad, ya es otro jugador. Maduro, comprometido, sereno y además generoso, muy generoso. A Neymar le hicieron penalti. Y Samper, joven y responsable, le dio la pelota a Messi,como corresponde. Pero el 10 decidió que no le tocaba tirar ese penalti, a pesar de que le frustraba la posibilidad de acabar la noche de su regreso con tres goles.

                Pudo tirar el penalti, pero no tuvo ninguna tentación. Ni tampoco hizo ningún gesto. Entendió Messi que era para Neymar, quien completó un gran partido, a pesar de que no marcara. Y aunque quedara para siempre la majestuosa obra de arte del 2-0, hay otros gestos que hablan aún más de la grandeza del genio. Y Neymar lo sabe.