Mensaje para París

El Barça asume que debe evitar en la Champions los errores de Sevilla que han situado al Madrid a solo 2 puntos

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MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Volvieron todos con mal cuerpo, cada uno zarandéandose a sí mismo por los fallos cometidos en Sevilla en un esquizófrenico y peligroso empate. Esquizofrénico porque el Barça fue mucho mejor que en Balaídos, pero regaló un partido que creía suyo, y peligroso porque deja al Madrid a solo dos puntos cuando apenas quedan siete jornadas para acabar la Liga. No hay, por lo tanto, margen de error. Y el miércoles llega la Champions, donde un mínimo despiste te envía a casa, por mucho que el París Saint Germain se asome al Parque de los Príncipes para jugar la ida sin Ibrahimovic y Verrati, sancionados, y sin David Luiz y Motta, lesionados. El mensaje es contundente: ni un despiste en Europa.

Se zarandeó Piqué por un error en el pase que pilló al Barça desorganizado en el gol de Gameiro. Se fustigó, en silencio, eso sí, Bravo por no repeler el envenenado disparo de Banega, y Suárez maldijo su falta de puntería. Luis Enrique, acostumbrado a jugar los partidos con tanto vértigo que no le importa vivir a tumba abierta, también salió dañado. Quiso calmar la noche sevillana colocando a Xavi por Neymar y acabó chamuscado porque el partido siguió igual de «loco», según confesó el técnico, y por la desproporcionada rabieta infantil que protagonizó después el brasileño.

En Sevilla se vio un equipo que evocó al Barça del City, dominando el juego a través del balón con una autoridad tan aplastante que aniquiló al Sevilla, y luego terminó desarbolado perdiendo dos puntos que reavivan la Liga. También tiene motivos Luis Enrique para fustigarse. En Balaídos le salió bien la solución Xavi; en el Sánchez Pizjuán, no.

SIN FIABILIDAD DEFENSIVA

 El problema es que el Barça, más allá de la falta de puntería de Suárez -tres disparos, los tres fuera-, perdió su fiabilidad y su encanto defensivo. Hasta el sábado, no solo ganaba goles por la fuerza del tridente sino por la seguridad que transmitía su estructura defensiva, que no había encajado dos goles en un partido desde San Mamés (8 de febrero), encadenando hasta 12 encuentros con ese excelente registro. En tan solo 46 minutos, Banega, desde fuera del área, y Gameiro, en un veloz contragolpe de apenas 10 segundos, revelaron la extraña fragilidad del líder. Tan extraña que fue el primer empate con goles (2-2) del Barça esta temporada tras los dos anteriores: 0-0 en Málaga (septiembre) y 0-0 en Getafe (diciembre).

NEYMAR Y LAS «TONTERÍAS»

El mal cuerpo se le quedó al Barça por los dos puntos perdidos, que alimentan las esperanzas del Madrid. Pero el ruido vendrá, de nuevo, por la reacción de Neymar al ser sustituido. Ya dio muestras el joven brasileño en Eibar de estar cansado de ser el más sustituido de los tres tenores (ver gráfico), pero no llegó al espectáculo protagonizado en Sevilla. Abandonó lentamente el césped, saludó de manera fría a Xavi, que entró para gobernar el partido, pero no pudo, y luego, en un gesto muy italiano, juntando la punta de los dedos aireó su malestar con Luis Enrique. Este ni lo miró; el jugador, en cambio, sí lo hizo, pero con mala cara. Son las «chuminadas y tonterías», según el entrenador, que no solo dañan la convivencia del grupo sino que también cuestionan la autoridad del técnico.

Tan irritado estaba Neymar que no atendió el gesto primero de Rafinha para que no aplaudiera de forma irónica a Luis Enrique, ni el reiterado ruego posterior de Mascherano en varias ocasiones para que se calmara. Tiró las botas y provocó, además, del frustrante empate otro incendio en el Camp Nou.