Mahrez, el triunfo del flacucho de la 'banlieue'

El mediapunta francoargelino del Leicester se consagra como jugador del año de la Premier. El equipo de Ranieri será campeón si gana este domingo en Old Trafford

Riyad Mahrez celebra un gol ante el Swansea en la jornada del domingo pasado

Riyad Mahrez celebra un gol ante el Swansea en la jornada del domingo pasado / periodico

ELOY CARRASCO / BARCELONA

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Todo el mundo le decía que no fuera a la Premier, que el fútbol inglés no iba con él, que ya que iba a marcharse de Francia era mucho mejor buscar un club español. Demasiado flaco y no especialmente rápido, elegir al Leicester parecía un inmenso error en la carrera de Riyad Mahrez. Es más, cuando le hablaron de la oferta del Leicester él mismo creía que se trataba de un equipo de rugby. Poco más de dos años después, la votación entre todos los jugadores de la Liga más cara del mundo lo acaba de elegir como el mejor de la temporada. La apuesta de Mahrez ha sido completa, con su equipo a un paso de ganar el título por primera vez en la historia en una de las mayores sorpresas que se han visto en este deporte en muchos años. A falta de tres jornadas, está a una sola victoria, que puede llegar este domingo en Old Trafford (15.05 horas).

Mahrez (Sarcelles, Francia, 21 de febrero de 1991) superó en la gala del Jugador del Año a los otros cinco nominados: Kane (Tottenham), Payet (West Ham), Özil (Arsenal) y sus compañeros Kanté y Vardy. Ha sido para él una semana cargada de elogios, más que merecidos por su clase deslumbrante que le ha llevado a marcar 17 goles, dar 11 pases de gol y convertirse en una de las claves del cuento de hadas del Leicester. “Es fantástico. Es nuestra luz. Cuando se enciende, el equipo cambia de color”, ha dicho poéticamente su entrenador, el italiano Claudio Ranieri. “Es de esos jugadores por los que pagas a gusto una entrada”, añade Robben, el holandés del Bayern. “Por supuesto que tiene calidad para jugar en el Barça”, se ha sumado Cesc Fàbregas.

UN MAGO DEL REGATE

Efectivamente, es un chico poco corpulento, pero su zurda y su imaginación para crear peligro desde la mediapunta lo compensan todo. Al principio, sin embargo, los entrenadores lo veían como uno de esos muchachos flacuchos que, sí, la toca muy bien y es un mago del regate, pero al primer choque sale volando. Uno de sus primeros entrenadores, en el Sarcelles, recordaba estos días que aquel Mahrez casi imberbe sabía compensar con técnica sus carencias físicas. Y tenía coraje, ni se arrugaba ni se escondía a pesar de que muchas veces acababa por los suelos.

El adolescente Mahrez se hizo futbolista por una conjura personal, redoblando su empeño y sus ganas de triunfar tras la traumática muerte de su padre, fulminado por un infarto, cuando él tenía 15 años. El padre, futbolero total, era argelino, de ahí la decisión de Riyad por elegir la selección del país africano, con la que jugó el Mundial de Brasil (fue titular en el primer partido y luego desapareció de los planes del técnico). La madre es marroquí y estaban separados. Vivían en Sarcelles, en la ‘banlieue’ de París, una plaza muy dura con abundancia de salafistas, desempleo, camellos y violencia. Del humilde equipo local pasó al Quimper, un pequeño club bretón de cuarta división, y allí lo pescó el Le Havre, de segunda y con buen ojo para los jóvenes.

FICHADO POR AZAR

En esa ciudad portuaria lo encontró el Leicester durante el mercado invernal del 2014. La historia dice que fue por azar, que no lo habían ido a buscar a él; el ojeador inglés quería confirmar unos informes positivos de un extremo, el caboverdiano Ryan Mendes, pero resultó que quien le abrió los ojos fue Mahrez. El Leicester pagó el precio que le pidieron, 450.000 euros que hoy suenan como la mejor inversión del mundo, y el jugador superó los recelos de todos sus próximos y su propia inconsciencia y cruzó el Canal de la Mancha. Hoy Mendes chupa banquillo en el Nottingham y a Mahrez no lo vende el Leicester por menos de 50 millones de euros.

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De hecho, el futbolista ha reiterado que no quiere irse. Ha echado raíces en Inglaterra. Se casó el verano pasado con una inglesa y acaba de ser padre de una niña. Tiene contrato hasta el 2019 y, sí, le halagan los soplos que le llegan de que le quiere media Europa (“qué bien que Xavi haya dicho que yo podría jugar en el Barça”), pero de momento se ha asentado en la ciudad del centro del país que flota en una nube de dicha. Incluso una supuesta oferta del París Saint Germain le deja indiferente. “No me emociona especialmente ir al PSG”, dice. “Es mi ciudad, pero no quiero volver a Francia. Adoro Inglaterra”. E Inglaterra le adora a él.