Leo organiza la fiesta de un Barça convincente y poderoso

El once azulgrana encierra al Sevilla con presión y luego lo remata a la carrera

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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El pequeño es muy grande. Nadie sigue la cuenta de las veces que Messi ha salvado al Barça, del mismo modo que empiezan a ser incontables los festivales goleadores de Leo. Poco amigo de quedarse a medias, el genio decidió superar con holgura el récord de Zarra, no fuera caso que alguien se sacara de la manga goles desconocidos del legendario ariete, y de la misma manera que fue saltando por encima de Kubala, César o Alcántara, decidió apuntarse un triplete y ayudar a que el Barça saludara con una manita que sigue ahí.

Ahí. Arriba. Sin haberse marchado ni autodestruido, tratando de renovarse o reconvertirse, gestionando su evolución entre el fútbol de paciencia que le exigió la primera mitad y el fútbol de vértigo al que no renuncia porque tiene al más grande todos los tiempos que se ha visto en Barcelona, al Neymar que aspira a suceder a Pelé y un delantero con mayúsculas como Luis Suárez, que se marchó otra vez sin mojar, pero a quien nadie le regatea un elogio.

MÁS CERCANO A LO HABITUAL / Un Barça más cercano al habitual, al más familiar, reapareció tras el parón de las selecciones, que parece haber ejercido una labor benefactora en el equipo, quién sabe si en el vestuario. Después de dos semanas volvió el equipo con determinación, nada disperso, consciente de que tiene mucho por hacer y se puso manos a la obra ante un rival encomiable como el Sevilla con un resultado de mérito.

Seis jugadores nuevos aparecieron respecto a la despedida de Almería, fea pese a la remontada que exigió la victoria, y en primera línea formaron los tres astros. Y detrás los tres centrocampistas titulares. Y más allá los cuatro defensas. Sin experimentos ni rotaciones, el Barça debe coger de nuevo el hilo y reconocerse a sí mismo, y para ello necesita verse apuntalado por los más expertos y los más antiguos. Mathieu se sintió refugiado, Rakitic se vio respaldado y Suárez se notó acompañado. Los nuevos se dejaron arrastrar en la sucesión de pases y combinaciones facilitado por el Sevilla.

CAMPO Y FALTAS / Regaló el campo Unai Emery para atraer al Barça, frenarlo con faltas a 15 metros del área y salir disparado al contrataque. No se estiró hasta que se lo exigió el marcador, y lo mandó el entrenador en el vestuario. Marcó por accidente gracias a un autogol de Jordi Alba. El Sevilla no tuvo tiempo de instalarse de nuevo en la cueva que Neymar peinó una falta lanzada por Xavi. Mantuvo el plan del descanso, a costa de ceder espacios atrás. Emery quiso correr el riesgo de ir al toma y daca, un plan que tampoco desagrada a Luis Enrique. El problema es que el Barça no está acostumbrado a jugar con carreras de 40 metros, siempre fue de ir paso a paso. La corneta desafina en la convivencia con el compás.

LA TENTACIÓN / Es muy sugerente la tentación de poder cabalgar con metros por delante y jugarse el uno contra uno, cuando lo habitual es percutir contra un frontón, contra un bosque de defensas. El Barça se presta a ello, con la confianza de tener los delanteros que tiene, a costa de que los centrocampistas queden derrengados. No hay nadie como Xavi para gestionar los tiempos de paciencia y Rakitic es un gran elemento para resistir maratones. El tercer gol retrató la metamorfosis de los nuevos tiempos: balón en profundidad a Suárez que espera la llegada de Rakitic para conectar un imponente cabezazo. Llegó el 3-1 en el momento ideal, porque desactivó muy pronto la amenaza de un fantasma que se había colado en el Camp Nou: Deulofeu. La borró de un soplido el más grande de los pequeños.