Las orejas del lobo

Ramon Forcada y Ramón Aurín, técnicos de Lorenzo y Pedrosa, reconocen que Rossi fue el primero en darse cuenta de que para rivalizar con Márquez había que reciclarse

Ramon Forcada, técnico del mallorquín Jorge Lorenzo, y Ramón Aurín, nuevo técnico de Dani Pedrosa, posan en la parrilla de salida del circuito de Losail, en Catar, donde empieza el Mundial.

Ramon Forcada, técnico del mallorquín Jorge Lorenzo, y Ramón Aurín, nuevo técnico de Dani Pedrosa, posan en la parrilla de salida del circuito de Losail, en Catar, donde empieza el Mundial. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / DOHA (Enviado especial)

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No importa la edad. Marc Márquez (Honda, 22 años) ha llegado para agitar MotoGP. Puede que con su desparpajo, con su equipo ideal, con su sonrisa pero, sobre todo, con su manera original de pilotar, su instinto asesino, su determinación, valentía y agresividad. Eso es evidente. Y no solo por los resultados, sino por la manera que sus rivales más directos, es decir, los otros tres magníficos, han cambiado su estilo de vida y de correr.

En ninguna de esas decisiones ha tenido que ver la edad. Poco importa que Jorge Lorenzo (Yamaha) tenga 27 años, que Dani Pedrosa (Honda) esté ya cerca de los 30 (29) o que Valentino Rossi (Yamaha) supere los 36. Los tres son campeones que han cambiado sus vidas para tratar de seguir la estela del joven que los ha puesto en fila. Lorenzo se ha machado este invierno, y mucho, visto su horrible inicio del pasado año. Pedrosa ha cambiado totalmente su equipo técnico, intentando encontrar la alegría que ve en el de su vecino. Y el Doctor, que fue el primero que se dio cuenta de que o cambiaba o el nen de Cervera lo jubilaría, despidió antes que nadie al técnico de su vida y lo cambió por otro, que le dio el impulso para ser subcampeón entre campeones.

NOSTALGIA DEL PASADO

Si alguien ha vivido esa revolución de cerca, desde dentro, han sido 'los Ramones', Ramon Forcada y Ramón Aurín, técnicos de Lorenzo y Pedrosa. Los dos llevan muchos años en el Mundial, los dos las han visto de todos los colores en el 'paddock', los dos conocen mejor que nadie la profesión y su entorno. Y los dos, sí, sienten nostalgia del pasado. «Yo echo de menos los tiempos del mago Antonio Cobas -explica Aurín—cuando con ingenio éramos capaces de ganar, con una moto artesanal, a las grandes fábrica, como hizo Àlex Crivillé con la JJ-Cobas. Ahora, para competir, necesitas toda una fábrica detrás. Antes, cuatro amigos, un ingeniero audaz y muchas horas de trabajo, voluntad y sacrificio te ponían delante. Encuentro a faltar, sí, aquellas horas de ensayos fracasados o exitosos para arrancarle un caballo más a tu motor. O aquella pieza del trapecio para el chasis que Antonio (Cobas) había pulido en una noche y nosotros probábamos en el párking de la nave antes de irnos al circuito para ver si funcionaba».

TODO MUY SOFISTICADO

«Antes, si el jefe de mecánicos no sabía mirar al cielo e intuir el tiempo que iba a hacer, sentir la humedad, el aire, palpar el clima, no podía acertar con la carburación de la moto y la moto, claro, no corría», recuerda Forcada con esa sonrisa pícara que luce. «Ahora, si no sabes controlar y poner la electrónica a punto, estás muerto, no eres nadie. Tecnicamente, las motos, las carreras son mejores porque hay mucho más presupuesto y tecnología, pero, de cara al espectáculo, creo que ha empeorado. ¿Por qué? Porque cuando haces motos tan potentes, te ves obligado a controlar la potencia. Y la potencia controlada da seguridad, pero es evidente que, al final, resta espectáculo».

Aurín y Forcada coinciden con todo el mundo a la hora de reconocer que la aparición de Márquez en MotoGP ha revolucionado el campeonato, pero no por su sonrisa o por el buen rollo que hay en su equipo, sino por su pilotaje, agresividad y porque gana. «Eso de llevarse a sus amigos al equipo y trabajar en un ambiente de risas no lo ha inventado Marc, no», cuenta Forcada. «Eso ya lo inventó Valentino y, ya ves, terminó separándose de Jeremy Burgess, su técnico campeón. ¿Por qué? Porque, al final, cuando Vale ha necesita cambiar para intentar seguir a Marc, al primero que se ha cargado ha sido al que todos consideraban su amigo del alma». «Eso de trabajar en medio de un buen ambiente -cuenta Aurín para completar los argumentos de su colega- no solo va bien en las carreras, va bien siempre, va bien en la vida y en cualquier oficina. Si tienes buena relación con tu jefe, con tus compañeros, todo es más fácil, surgen las ideas, las opiniones llegan más fácil y todo es más agradable. Pero, eso sí, ¡que la moto corra!».Forcada afirma, visto el 2013 y, especialmente, el 2014, años de la aparición de Márquez en MotoGP, que el chico de Cervera le ha puesto las pilas a todos sus rivales. «De los cuatro grandes pilotos, ha habido uno, Marc, que llegó con una fuerza brutal, que marcó el paso de una manera impresionante y otro, el más veterano, Vale, que fue el único que se dio cuenta, de inmediato, de qué era lo que había que hacer para intentar ganar a Marc».

LA MANIOBRA PERFECTA

Forcada, que admira la manera en que Lorenzo se ha esforzado este invierno («ha llegado a Catar con cinco kilos menos y en una forma admirable»), explica qué hizo Rossi para ser subcampeón y plantar cara a Márquez: «Se ha matado a entrenar. Todo el mundo cree que Valetino no pega ni golpe y está todo el día en el gimnasio». Aurín y Forcada coinciden en que «para ganar a Márquez hay que estar al 120% de tus capacidades, porque si estas solo al 100%, te gana porque es mejor que tú. ¿Tú crees que Valentino, con 36 años, es mejor que Dani o Jorge? No, pero fue el primero en ver que Marc era un lobo, el coco, y que había que mejorar, y mucho, para pelear con él».

¿Dónde está el secreto de Márquez? ¿Qué le hace tan bueno? «Todo, pero, sobre todo, ese revolucionario estilo de pilotar, de apurar la frenada, no sé si fruto de su obsesión por el dirt-track o el cross -señala Aurín--que le permite fiarse enormemente del tren delantero, no frenar hasta que faltan 20 metros para la curva, parar la moto y meterla perpendicular a la pista. ¡Es brutal! Todos van pillados de frenos, les sobra motor, la moto es pesada y, si frenas solo con el delantero, no llegas, te pasas. Marc, no sé cómo, llega al vértice de la curva, frena a lo bestia, cruza la moto y la mete. Lo hace tan bien, confía tanto en esa maniobra, que puede frenar más tarde que los demás. Y, claro, esa maniobra, en decenas de curvas, en decenas de vueltas, le da esas decimitas de ventaja que torturan al rival. Los demás saben lo que hace, pero es dificilísimo de imitar, muy difícil. Casi se nace con ello».

Forcada cree que hay muchas motos perfectas, muchas. «Lo que la convierte en ganadora es el piloto y lo que hacen estos chicos a 320 km/h es admirable. Son únicos, hay pocos pilotos como ellos».