El partido de Mestalla

Las mil soluciones de Cesc

Controlado 8 Fàbregas salta con Victor Ruiz, ayer. El centrocampista azulgrana estuvo apagado, pero apareció para marcar el gol del empate.

Controlado 8 Fàbregas salta con Victor Ruiz, ayer. El centrocampista azulgrana estuvo apagado, pero apareció para marcar el gol del empate.

JOAN DOMÈNECH
VALENCIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tantos y tantos días discutiendo sobre el precio, y la necesidad del fichaje. Tantos días especulando sobre la posición en la que jugaría. Tantas preguntas al aire. Tantas teorías elaboradas. Meses y meses -años incluso, porque la cháchara empezó hace un par de veranos- de debate aniquilados, silenciados, olvidados, enterrados antes de que expirara septiembre. No hay malas palabras para Cesc. Ni una. A no ser que sean los elogios que se le regatearon.

Un fichaje y mil soluciones incorporó Guardiola con el centrocampista de Arenys. Las más visibles a ojos de todo el mundo, traducidas en goles. Cinco (cuatro de ellos en la Liga, el primero en la Supercopa de Europa), en siete partidos (cuatro de Liga). En todas las jornadas ha emergido Cesc, ayer decisivo. El segundo mejor realizador ya del Barça, después del insuperable Messi, convertido ayer en el mágico asistente de Pedro y del propio Cesc.

El hombre de las mil soluciones representa Cesc para Guardiola y el Barça tras solventar ayer un problema, y de los gordos, en el que se encontraba metido el equipo. El que se intuía como el fichaje de un futbolista de difícil encaje, que igual no sabía amoldarse al banquillo, que podía chocar con Iniesta, que frenaba la progresión de Thiago y que molestaría a Xavi por la sombra que pudiera hacerle, duerme en el archivo, en alguna polvorienta hemeroteca. Juega con todos y en todas partes.

Principio y final

Cesc empezó de falso delantero, combinando con Messi en la franja central del campo. Estuvo un rato ejerciendo de extremo izquierdo mientras Guardiola andaba retocando el equipo, continuó de interior izquierdo, y volvió al punto de partida. Mirando a Messi, corriendo en vertical hacia el marco de Guaita y fusilando al portero con un suave y sutil remate con la izquierda.

«Árbitro, la hora».No se había extinguido todavía el eco de la última «a» cuando entraba en la red de Guaita el empate de Pedro. Solo habían transcurrido 12 minutos.«Árbitro, la hora»,volvió a chillar el mismo aficionado, sentado en un palco vip, sin perder un ápice de volumen en su vozarrón, justo cuando empezaba la segunda parte.«Árbitro la hora»,reclamaba angustiado el individuo a medida que se acercaba el final. El Valencia ya no ganaba. Lo que pedía, lo que imploraba entonces ya era no perder. Había visto, agarrotado en la silla, el remate al travesaño de Mascherano, la escapada de Messi que Rami frenó, el tiro de Villa que desvió Guaita.

Soldado saldrá en la tele

Pero el Valencia nunca pidió la hora, Ni miró el reloj. Por un día, abajo en el césped, sus jugadores no lo pasaron mal hasta el último tramo, maldiciendo el clamoroso error de Soldado, más grave que el de Fernando Torres con el Chelsea, tantas veces repetido por las televisiones, tantas veces consultado en Youtube. Solo, a dos metros de la portería, sin Valdés, mandó a la grada un centro que ni un niño habría fallado. Habría sido el 3-1 que hubiera evitado la angustia local.

Guardiola no miró al reloj. Miró al banquillo y la libreta para encontrar soluciones al gran embrollo en el que estaba metido al equipo. Dibujó y emborronó el 3-4-3 inicial. Movió piezas de aquí para allá, alterando todas las líneas del equipo. Miró a Cesc, Cesc miró a Messi, y el Baça se marchó feliz de Mestalla pese a encajar por cuarta vez dos goles.