PROMESA DEL AUTOMOVILISMO

Kilian Meyer, el Harry Potter del 'karting'

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Carlos Márquez Daniel / El Vendrell

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Habla con una madurez impropia de un chaval de 15 años. Pero a la mínima, a la que encuentra una excusa, regresa a la infancia, a la adolescencia que dicta su edad. Encuentra una botella medio vacía y la lanza para intentar que se mantenga en pie. Hasta que lo consigue. Como hacen todos los chavales de su quinta. Kilian Meyer se subió a un kart a los cuatro años y ya nunca se ha bajado. Ese primer día tuvo un accidente que le partió el entrecejo y le abrió la mente. Quizás sea fácil compararlo con Harry Potter. Pero no toda semejanza se limita a la cicatriz. Es el significado. Porque con ella, como le pasó al mago, empezó todo. 

Kilian recibe a EL PERIÓDICO en el Karting Vendrell, en el que rodó en esa primera vez y en el que sigue entrenando cuando no está por medio mundo compitiendo. Junto a él, sus padres, Christian Meyer y Beth Prat, que lo viven de maneras tan distintas como complementarias. "Mira, aquella es la curva en la que se abrió la cabeza", detalla el patriarca, que admite que no fue nada fácil llegar a casa y contarle lo sucedido a mamá. 

Golpe superado

Esta es la historia de un sueño compartido. Pero también es el relato de un obstáculo inesperado. Y superado. En diciembre del 2015, tras encontrarse mal unos días, al chico le diagnosticaron una diabetes tipo 1 que le obliga a medirse el nivel de glucosa varias veces al día y a pincharse insulina. Por si la enfermedad fuera poco desafío, en casa le han puesto otro: si no saca de notable para arriba, no compite. 

Acaba de marcharse a vivir a Milán, donde se encuentra la sede de su equipo, el CRG. Tiene don de gentes, habla cinco idiomas y en la Escuela Suiza, en la que ha estudiado hasta la fecha y desde la que ha gestionado el intercambio, tiene una nota media de 5,2 sobre 6, así que no parece que haya que preocuparse demasiado por su adaptación. En Italia tiene el compromiso de estudiar y seguir formándose como piloto desde todos los aspectos. No solo el competitivo, pues también ayudará en mecánica, a asear los karts o a limpiar el camión de la escudería. Es lo que tiene empezar desde abajo. También Carlos Sáinz Jr., Hamilton y Alonso pasaron por esos rabiosos autos sin carrocería. 

El plan 'b'

Sueña con llegar a la fórmula 1, pero es consciente, como lo son sus padres, de que muy pocos lo consiguen. Por eso insisten en que necesita un plan b. Si la cosa va mal, a Kilian le gustaría ser "un empresario emprendedor, como papá". "También me gustaría ser ingeniero aeronáutico para inventar una marcha de coches". 

Empezó a correr con siete años en el campeonato de Catalunya. Fue uno de los mejores 'rookies'. Ahora está en la categoría reina del 'karting', conocida como OK, donde comparte parrilla con pilotos mucho mayores que él. Ha logrado dos segundos puestos a pesar de que es de los más pequeños y el que menos pesa, lo que le obliga a cargar con 12 kilos extra debajo del asiento para marcar los 145 reglamentarios. Puede sorprender que un chaval tan joven compita en una categoría de adultos. Su padre, un hombre que parece vascular bien entre la rigidez y la comprensión, sostiene que de este modo, poniéndole retos, el chico alcanza una madurez más sólida. "Tengo claro que lo que diferencia a un buen piloto del resto es la cabeza, más allá de las manos. Por eso he invertido tanto tiempo en trabajar su fortaleza mental". 

La edad del pavo

En todo este proceso se ha puesto de por medio la temida adolescencia. "Kilian ha entrado por la puerta grande en la edad del pavo", bromea su padre. "Antes era más obediente. Ahora discute mucho más las cosas, pero también es porque tiene más formación y opinión propia". 

Su madre no le ha visto nunca competir. Capaz sería, escuchándola, de bajar al circuito para darle un bocata. "Para mi sigue siendo un niño, se me hace difícil...". La diabetes, por suerte ha demostrado tenerla más que controlada: "Tiene un conocimiento sorprendente de su propio cuerpo y ha conseguido que toda la familia comamos mucho mejor".

Kilian admite que le gustaría pasar más tiempo con sus amigos. Uno de ellos se encarga de pasarle los deberes cuando no está. Al preguntarle si cree que se está perdiendo la infancia y la adolescencia, se toma su tiempo. "Creo que a cambio estoy ganando muchas otras experiencias que muy pocos niños pueden vivir". 

Kilian Meyer tiene nombre de piloto. Y parece que también aptitudes. Pero lo importante, dice, "es ser constante, paciente y trabajador". Para todo lo demás, gas a fondo. Y un poco de magia.