Fútbol en los extremos

Jugando por la derecha

Hay jugadores que, sean porteros, defensas, medios o delanteros, no tienen reparo en mostrar que su posición en la vida es en el extremo. Mientras la mayoría de futbolistas prefieren echar balones fuera sobre cuestiones políticas, ellos exhiben orgullosos sus convicciones de extrema izquierda o extrema derecha.

SANCIONADO. Katidis hace el saludo nazi ante la mirada de Guerreiro.

SANCIONADO. Katidis hace el saludo nazi ante la mirada de Guerreiro.

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Giorgios Katidis celebró la semana pasada con el saludo nazi el gol de la victoria del AEK ante el Veria. Ocurrencia que le ha costado al capitán de la selección sub-19 griega ser excluido de por vida de su selección y apartado de su equipo hasta el mes de junio. La federación helena apostó por una medida ejemplar para frenar estas conductas en un país en el que crece día a día el apoyo a Amanecer Dorado, un partido nazi.

Una rotundidad que contrasta con la tolerancia en España e Italia ante las actitudes fascistas dentro y fuera del campo. Arizmendi no fue sancionado cuando, como Katidis, festejó un gol con el Deportivo con el saludo fascista o cuando lució la bandera preconstitucional tras la victoria de España en los Juegos del Mediterráneo, en Almería.

El Celta se negó a contratar a Salva Ballesta como ayudante de Abel Resino ante la presión de su afición, que no quería pagar a un fascista. «Le tengo más respeto a una caca de perro», dijo el exjugador sobre la postura política del exazulgrana Oleguer. Hijo de piloto militar, sus ídolos de infancia no eran futbolistas sino aviadores: Joaquín García-Morato (franquista) y Hans Rudel (nazi). «Me gustaría conocer a Tejero», afirmaba en una web de ultraderecha. Cuando tras el 11-M se especulaba sobre la autoría de ETA, no se mordió la lengua. «Vamos a dejarnos de pancartitas, de hostias y mierdas. La única manera es acabar con la escoria de la humanidad. Dadles 72 horas a los que hay que dárselas y veréis cómo acaban rápido con esto».

No todas las directivas han sido tan sensibles a este tema como la del Celta. Que Fabio Capello ensalzara el «orden riguroso que dejó Franco» en España no fue impedimento, ni mucho menos, para que, cuatro meses después, regresara al Madrid en junio del 2006. Al contrario, le congració aún más con los Ultrasur, a los que el club rendía pleitesía: no solo Ramón Mendoza saltó con ellos al grito de «es polaco el que no bote», sino que Beckham, Van Nistelrooy y hasta Roberto Carlos (que había recibido insultos racistas de este grupo) terminaron dándoles sus camisetas. Cannavaro fue uno de los que mejor relación tuvo con los ultras, sobre todo después de que el central italiano ondeara una bandera italiana con el símbolo fascista en la celebración de la Liga del 2007. El zaguero, crítico con los partidos de izquierda, promocionó en 1997 las colonias de verano Evita Perón, gestionadas por la derecha radical.

En Alemania, Carsten Jancker siempre estuvo en el punto de mira por su estética skin y, pese a que se decía que celebraba los goles con un saludo nazi encubierto, siempre se guardó muy mucho de hacer ningún comentario al respecto porque sabía a lo que se arriesgaba. Lothar Matt-häus, excompañero de Jancker en el Bayern de Múnich, tuvo que pedir perdón tras su trifulca con un turista holandés que intentaba filmar a su familia con su ídolo. «¡Ah!, y encima holandés. Sois todos unos cabrones y de ti se olvidó Adolf [Hitler]».

La Italia fascista

«Yo no me avergüenzo de manifestar mi fe política», reconocía Abbiati. El portero del Milan se muestra orgulloso de los dos bustos de Mussolini que tiene en casa. Durante la celebración del scudetto del 2011 hizo ondear una bandera con simbología fascista. Una pasión que comparte con el exrossonero Alberto Aquilani, coleccionista de retratos, cuadros y figuras de Mussolini y que no duda en sentenciar que, en Italia, «los inmigrantes son un problema». El 3 de enero, Abbiati y el resto de jugadores del Milan abandonaron el campo a los 26 minutos del amistoso ante el Pro Patria, de cuarta división, por los insultos a Boateng, Muntari, Niang y Emanuelson.

Si hay un club posicionado claramente a la derecha es la S. S. Lazio. Paolo Di Canio sigue siendo un ídolo después de hacer el saludo fascista en tres partidos (que le costaron dos encuentros de suspensión). «Soy fascista, no racista», se justificó. Mauro Zarate continuó la tradición en el conjunto romano. El delantero argentino decidió ver un partido de los biancocelesti desde la grada y no dudó en hacer el saludo fascista como un ultra más. Otro laziale, el portero Matteo Sereni, ha reconocido abiertamente su devoción por el fascismo y se vanagloria de tener su habitación decorada con figuras de Mussolini.

El también portero Gianluigi Buffon celebró en 1999 un gol con una camiseta en la que se leía Boia chi molla (Verdugo quien se rinde), uno de los lemas fascistas, y un año más tarde eligió el dorsal 88 (que simboliza el Heil Hitler para los nazis). El capitán de la azzurra no fue sancionado en ninguno de los dos casos.