LOS EFECTOS DEL ÚLTIMO ESCÁNDALO EN LOS HIPÓDROMOS

Jaque a la reina

El positivo de una yegua de Isabel II revela la imprudencia con la que actúan, a espaldas de sus ricos dueños, algunos entrenadores

La reina Isabel II junto a su caballo Estimate el año pasado tras ganar en Ascot.

La reina Isabel II junto a su caballo Estimate el año pasado tras ganar en Ascot.

JOSÉ I. CASTELLÓ
BARCELONA

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El mundo de las carreras de caballos ya no es lo que era. Este deporte, llamado de reyes, ha recibido esta semana un fustazo mayúsculo en sus entrañas. La reina Isabel II, como hace un año sucedió con el jeque de Dubai, y mucho antes con su alteza el Aga Khan, ha visto sacudidos los principios aristocráticos de la competición que defiende con un escándalo de dopaje en sus propias cuadras. Su mejor ejemplar, la yegua Estimate, dio positivo por morfina tras ganar el Royal Ascot y, ahora, su entrenador se expone a un castigo ejemplar. La reina guarda silencio. El dedo acusador señala al entrenador de Estimate, Michael Stoute, nombrado Sir por la Reina en 1998, lo que supone aún mayor escarnio.

Stoute hizo correr, en junio, a Estimate, bajo los efectos de la morfina, droga prohibida los días de las carreras por su reacción a los 30 minutos de inyectada: elimina el dolor, aumenta la excitación muscular y genera mayor velocidad. «La morfina ya se empleaba hace 150 años, como la heroína, de ahí que se conozca a esta droga como caballo», afirma Manuel Rodríguez, catedrático de la Facultad de Veterinaria de Madrid y comisario internacional para el dopaje hípico. Rodríguez es rotundo en su juicio aunque informa de que pudiera existir «involuntariedad» si se confirma que la causa del dopaje se debe al consumo de pienso contaminado. «El personal de la cuadra no puede controlar este tipo de alimento que, a veces, viene contaminado por los prados con amapolas, que tienen gérmenes de morfina», añade el doctor.

Esta artimaña, voluntaria o involuntaria, tan reprobable como hacer beber antes a los caballos para impedirles ganar o emplear fustas eléctricas para excitarlos, no es la primera que salpica a Sir Stoute. Este veterano técnico fue acusado hace 25 años por un dopaje con otro ejemplar del Aga Khan, poseedor de la mejor cuadra de aquellos años. La potra Aliysa fue descalificada meses después de ganar el prestigioso trofeo Oaks de 1989 por haber dado positivo por alcanfor, una crema estimulante para el corazón y la respiración, prohibida en Europa pero no en EEUU. El Aga Khan apeló, perdió y retiró todos sus caballos de Inglaterra. No volvió hasta seis años después.

Un caso bien diferente padeció, el pasado año, Mohamed bin Rashid Al Maktoum, gobernador de Dubai y dueño de la cuadra Godolphin, la mayor del planeta con sus 400 purasangres. El 23 de abril se anunció el dopaje más grande de la historia británica: 15 de sus mejores corceles, entrenados por Mahmod Al Zarooni, un empleado con un sueldo de 4 millones de euros al año, dio positivo en un control rutinario.

Las sustancias detectadas fueron etilestrenol y estanozolol, los mismos esteroides anabolizantes que se encontraron en la orina de Ben Johnson en Seúl-88, cuyo consumo está prohibido en el mundo ecuestre. Al Zarooni admitió haber cometido «un error catastrófico»; el mánager de la cuadra, Simon Crisford, pidió «perdón a los aficionados y al mundo de las carreras», y el propio jeque, en una emotiva carta, concluyó: «Somos una mancha que no se merece este deporte».

Intentando salvar a la reina

Al Zarooni fue sancionado hasta el 2021 sin poder entrenar y despedido, por supuesto, por el jeque Al Maktoum. Este, aconsejado por su esposa, la princesa Haya de Jordania, presidenta de la Federación Ecuestre Internacional, encargó a un excomisario de Scotland Yard una investigación en sus cuadras para conocer los usos y métodos de sus entrenadores.

El informe final, emitido hace unos meses, eximió de toda culpa al gobernador dubaití. Como también se espera que suceda dentro de un tiempo con la reina de Inglaterra. Pero ninguno de estos documentos esconderá las irregularidades, a espaldas de sus propietarios, que algunos miembros del personal de estos imperios ecuestres emplean en sus caballerizas y que ponen bajo sospecha las carreras de caballos. Para muchos, todavía hoy, deporte de reyes.