La gran ceremonia alrededor del balón

MARTÍ PERARNAU

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Mirando las señales del cielo o escuchando los gritos de las aves, los augures romanos pretendían adivinar el porvenir. Bastaba que los pollos del corral estuvieran más hambrientos de lo habitual para que el emperador convocara una guerra: el augurio había dado el visto bueno. En el otro bando, allá por Oriente Medio, leían a diario los posos del café y según lo que vieran también proclamaban la guerra, así que tirios y troyanos se desangraban a partir de las claves dictadas por un rayo, una pechuga o el marro del fondo de una taza.

Desconfíe de quien le asegure poseer las claves de un partido de fútbol como el de hoy. Nadie conoce las claves. Estas semanas se recuerda qué pasó la última vez, qué sucedió en los días previos a la última vez y cómo cantaban las aves cuando aquella última vez. Nada. No sabemos nada de lo que va a suceder, salvo que todo muda, un río nunca lleva el mismo agua, usted no tiene dos veces el mismo pensamiento exacto y el fútbol siempre contiene una sobredosis de incertidumbre que ningún medicamento puede limitar.

¿Qué sabemos? Que se llaman igual: FCB. Que sus lemas son similares, pues uno es más que un club y el otro proclama que nosotros somos nosotros (Mia San Mia), afirmación bávara para diferenciarse. Que comparten el gusto por atacar a partir del instrumento más bello del fútbol, el balón. El balón es la mayor verdad del fútbol y no es muy relevante quién lo tiene, sino el uso que pretenda darle cuando lo tiene. (Esta afirmación contiene una excepción: Leo Messi. En su caso sí es relevante quién tiene el balón).

No sé decirles lo que ocurrirá esta noche, por más que Messi y Guardiola estén presentes en la gran gala. Hay quien ha imaginado previamente cien escenarios diferentes y todos son posibles, al margen de que llegados a la ceremonia ya poco importa todo lo elucubrado sobre ausencias, favoritos, estilos y tácticas. Sí, es hermosa la figura retórica sobre el retorno del padre y el ansia del hijo por liquidar el vínculo. El mito acabando con el mito. Es hermosa la figura y además es una posibilidad muy factible.

El fútbol no vive solo de victorias, sino también de hermosas figuras y relatos, por lo que a Luis Enrique ya nadie podrá arrebatarle su formidable gestión competitiva, así gane tres títulos o ninguno; ni a Iniesta su formidable condición de gran maestro de las conducciones y el regate suave; ni a Müller su indescriptible atracción por el remate imposible; ni a Messi su condición de futbolista universal, antes y después en cualquier vara de medir; ni a Lewandowski la máscara; ni a Guardiola su vocación por ir siempre más allá de toda propuesta convencional.

Hay mucho en juego y no me refiero a la final de Berlín, que es lo más importante sin discusión, sino al 'ethos', el 'pathos' y el 'logos', que no es un trío arbitral griego, sino el carácter, la emoción y el discurso, tres virtudes íntimamente conectadas con el fútbol a las que prestamos escasa atención. La victoria siempre es lo más relevante, pero la propuesta y la actitud con que se afronten una ceremonia preciosa como la de hoy, la valentía y la dignidad que se manifiesten sobre el césped, serán buenas compañeras de este viaje alrededor del balón.