El 'fair play' en el ciclismo
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
SERGI LÓPEZ-EGEA
Hasta dónde debe llegar el 'fair play' en el ciclismo? ¿Hay alguna regla que dicte dónde y cuándo detenerse o atacar ante problemas o accidentes del rival? Estas dos cuestiones afloran después de la parada obligada que Tom Dumoulin efectuó el martes en el prado del Giro. Mientras él efectuaba sus necesidades en la hierba los rivales continuaron la marcha, sin acelerar pero tampoco sin esperarlo, que seguramente era lo que se debía hacer en este caso.
Estos últimos años se están produciendo reacciones que podríamos denominar de juego limpio que los viejos campeones, en la época en la que al enemigo no se le daba ni agua, no acaban de comprender, que harían retorcer a Luis Ocaña en la tumba y que tampoco aceptan contemporáneos suyos como Eddy Merckx o Raymond Poulidor.
Se vio el año pasado cuando Chris Froome ordenó a todos su rivales detenerse a raíz de una caída que afectó a varios compañeros suyos del Sky. Se repitió ahora en el Giro cuando Dumoulin, una etapa antes del apretón, esperó a Nairo Quintana que se había ido al suelo sin consecuencias al deparrar su bici. Y al ciclista holandés no le hizo ni pizca de gracia que sus contrincantes no se detuvieran mientras él hacía sus necesidades y que hasta estuviera en riesgo su liderato.
Si la carrera va lanzada (nadie se paró cuando la moto de un policía tumbó a Mikel Landa y otros favoritos) detenerse no solo no es una mala interpretación del 'fair play' si no una desconsideración y casi un insulto al espectador y a los patrocinadores.Sin embargo, si la caída, la avería y el apretón o incontinencia urinaria llegan en la primera fase de la etapa, cuando todos van más relajados, entonces sí que sería bueno exhibir una buena dosis de deportividad. Cuenta la leyenda que uno de los éxitos de Miguel Induráin es que nunca tenía ganas de orinar y solo se detenía cuando a sus rivales les explotaba la vejiga. Hasta en esto era bueno el campeón navarro.
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