La ronda ciclista francesa
Froome da miedo por su poderío
El corredor británico controla y se muestra intratable por ahora
Un detalle que se produjo ayer a seis kilómetros de la llegada de Cambrai sirve para ilustrar el poderío, el control y la serenidad de Chris Froome, que cedió el jersey amarillo a Tony Martin, porque su deseo es quedárselo en propiedad y exhibirlo en los Campos Elíseos y no ahora.
Froome, que superó los adoquines con matrícula de honor, aprovechó unos instantes de aparente calma para comer una barrita energética y beber el agua que le quedaba en el botellín. Lo hizo en un lugar donde sabía que difícilmente se produciría un ataque. Bebió todo el líquido del bidón... ¿y qué hizo? En lugar de lanzarlo hacia arriba, lo habitual, tirarlo hacia el cielo para que caiga en la cuneta y no sobre el asfalto, con el peligro de que, medio lleno, en algunos casos, tropiece una bici y se produzca una caída, Froome buscó con la mirada la presencia de un espectador. Y suavemente le entregó un valioso recuerdo: un botellín del vencedor del Tour del 2013.
El abandono del 2014
Esta imagen prueba la serenidad, el control y sobre todo el enorme poderío de Froome. Cualquier corredor, agotado por el azote de los adoquines, habría bebido el agua como si de la mejor y más fresca cerveza se tratara, y luego habría arrojado el bidón. Sin más.
Froome, hace un año, en un día similar al de ayer, se cayó. Antes de comenzar el primer tramo de pavés ya circulaba cortado y dolorido por el accidente. Decidió abandonar. Durmió con los compañeros y a la mañana siguiente tomó rumbo hacia Montecarlo, donde vive con su mujer, embarazada ahora y hace 12 meses todavía su novia.
En cambio, ayer, Froome trató de no perder la posición, siempre entre los 10 primeros del pelotón en las zonas adoquinadas, donde hasta se animó a tratar de romper personalmente la unidad en el grupo principal del Tour.
El lunes buscó el triunfo de etapa en el muro de Huy. Purito se lo impidió. Pero fue un aviso. Froome no está para bromas y da miedo. Quiere una segunda victoria en el Tour. El menos británico de los británicos (nunca ha vivido en las islas, adonde acude solo para actos sociales y homenajes) está en forma. Y no se esconde.
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