CICLISMO

Exhibición de Purito Rodríguez en el Tour

El ciclista catalán, pletórico de forma, triunfa en el muro de Huy por delante de Froome, que se viste de amarillo

Purito Rodríguez se despega de Froome en los últimos metros de la etapa de ayer del Tour.

Purito Rodríguez se despega de Froome en los últimos metros de la etapa de ayer del Tour.

SERGI LÓPEZ-EGEA / HUY (enviado especial)

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«¿Dónde está Purito?». Protegido del tropical calor que hacía el viernes en Utrecht, el mecánico de Joaquim Rodríguez se aprestó a responder. «Como ha salido a entrenar con la cabra (la bici de contrarreloj), no tardará mucho en aparecer». Y, en efecto, con poco más de una hora de entrenamiento llegó Purito a su hotel. Hizo un gesto para que se le siguiera. Se sentó en una zona refrigerada próxima a la recepción. Se quitó las zapatillas y, sin micrófonos ni cámaras, pronunció una frase que le salió del alma: «Me veo más en forma que nunca». Y ayer, en su muro, en Huyconfirmó sus sensaciones con una gran victoria.

Hablaba el viernes Purito cuando se le acercó Albert Losada, el segundo catalán del conjunto Katusha. Le pidió la tarjeta de la habitación, la que comparten durante todo el Tour, y se fue a duchar. Era el mismo Losada que ayer, en el último día de hotel en Holanda, cuando vio levantarse a Purito de la cama, se llevó un buen susto, qué miedo. «Si va cojo», pensó. Y cojo no se ganan etapas, ni siquiera se llega a la meta del Tour. «Y casi cojo se subió a la bici, y todos nosotros nos quedamos preocupados». Pero al primer repecho de la etapa, Purito se probó y se sintió cómodo, sin dolores en la rodilla que se lastimó cuando se accidentó el domingo, a pocos kilómetros de la meta. Losada observó la frescura de su jefe de filas y se sintió aliviado. «No podía tener tan mala suerte. Caerme al segundo día. Me dolía la rodilla, pero sabía que mi forma era exquisita», explicó Purito.

Con el pedaleo se fue el dolor, el de la rodilla, el de la cadera y el del codo, todo en el lado izquierdo del cuerpo. Y tuvo suerte, porque a 60 kilómetros de la meta, hubo una caída terrible, tan fuerte y con tantos heridos que el Tour decidió parar primero la carrera y luego neutralizarla durante 10 kilómetros. Purito, como el resto, aprovechó el parón para refrescarse, comer un poco y acabar de perfilar la estrategia con los compañeros. Ya lo tenía todo preparado. Ya sabía que no podía cometer el mismo error de abril. La ascensión al muro de Huy, por el Camino de las Capillas, es a través de una calle estrecha y empinada. Si un corredor se queda encerrado, ya no tiene tiempo de reaccionar.

LA TÁCTICA

Por eso, estipuló que fuera su compañero italiano Gianpaolo Caruso el que pusiera el ritmo del pelotón en los 900 metros finales, los de la verdadera subida. Y tan fuerte fue Caruso que Purito tuvo que echarle un chillido a través del pinganillo. Que levantara el pie, que se quedaba sin aire, que fuera algo más lento, porque así tendría ocasión de demarrar con fuerza. Así nadie lo podría seguir. Así la victoria era segura, en el mismo lugar donde se apuntó el triunfo de la Flecha Valona, en la edición del 2012, el año que casi gana el Giro y la Vuelta. Casi... por muy poco.

Y salió desbocado. A romperlo todo. A descubrir si había alguien que pudiera seguir a un chaval de 36 años, que como el buen vino se convierte en reserva con el paso del tiempo. Purito no envejece. Purito es eterno y cuando llegan muros como el de Huy, en el Tour, el de San Francisco de Asís, en el Giro, o el de Ézaro en la Vuelta, no hay valiente que pueda seguirlo, ni siquiera Chris Froome, ayer el más fuerte entre los cuatro magníficos, el nuevo jersey amarillo, el que mejor se siente en cuestas explosivas. Un terreno donde no acaban de encontrarse a gusto ni Vincenzo Nibali ni Nairo Quintana y en las que siempre tropieza Alberto Contador -hay variados ejemplos en la Vuelta- sobre todo si pretende, como ayer, soltar a sus rivales: 24 segundos perdió el madrileño, bonificación incluida, ante el británico.

EL ALIENTO DE FROOME

Pero la batalla entre los cuatro magníficos le tiene sin cuidado a Purito. «De aquí a París habrá muchas sorpresas. De aquí a París yo puedo decir muchas cosas». Huy era la primera llegada en alto que el corredor catalán tenía marcada en rojo. Le sigue el muro de Bretaña, el viernes, y Mende, después de los Pirineos, donde ya ganó en el Tour del 2010. En ese terreno es el mejor del mundo. Y es en estas subidas en las que piensa, en la soledad de los entrenamientos, cuando corona las montañas de Andorra, donde ha preparado el Tour. «En Andorra, a principios de la semana pasada, ya me sentí muy bien. Que hablen de otros. Yo sé cómo me encuentro».

En los últimos 25 metros escuchó la respiración de Froome. «Ya no notaba las piernas. ¡Pedaleaba con las orejas!». Y se sintió dichoso y desbordante de felicidad cuando consiguió la victoria que le sirvió para vestirse con el jersey a lunares, el que cumple 40 años, el que se creó cuatro años antes de que naciera Purito.

«Gané aquí, en la Flecha, pero el Tour es distinto. Cuando empecé tenía un masajista que se llamaba Gabino Ereñozaga y que me dijo: 'Chaval, un pedo en el Tour se convierte en un trueno'». Y ayer, en Huy, el trueno se llamó Purito.