Un triunfo histórico

La estrella de San Andrés

España gana su primer Mundial y se convierte en la octava maravilla con un gol de Iniesta en la prórroga

MARCOS López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Iniesta que estás en los cielos, bendito sea tu nombre. Bendito sea porque has llevado a España al paraíso, rompiendo la última utopía que le quedaba al deporte de este país. Iniesta que estás en los cielos, bendito sea tu nombre porque en ese gol, en ese disparo con la derecha (minuto 116) no solo derribó a una miserable e indigna Holanda sino que premió el fútbol generoso, osado y atractivo de una selección, la de Vicente del Bosque, que tocó el cielo para siempre. Con San Andrés ya tiene al fin la estrella que llevava buscando toda l avida y que tanto merecía.

Ganó el Mundial quien honró el fútbol. De inicio a fin, pese a empezar perdiendo. Ganó quien creyó en que esto es un juego para emocionar a la gente no para segar piernas como hizo Sneijder con Busquets o romper costillas como intentó De Jong con Xabi Alonso. Ganó, en realidad, el fútbol. Representado en la figura angelical de Iniesta, un joven de porcelana con un juego celestial.

EL TRIUNFO DEL FÚTBOL / A través de Iniesta, el mismo chico humilde, tímido y sereno que guió al Barça al cielo de Roma con su golazo en Stam-

ford Bridge, llegó España a la cima. No hay nada más alto. Ni lo habrá nunca más. Hollaron el Everest en Suráfrica cosiendo una estrella en su corazón. Desde anoche y vestidos de rojo (jugaron de azul), esos jugadores, los 23, desde Casillas hasta Valdés (abrazados ambos, llorando como niños), recogieron la Copa que llevaba esperando el país desde hace un siglo. Lo mejor no fue eso.

Lo mejor es que hay un espíritu que perdurará por generaciones y generaciones. Son los pioneros del fútbol español, los que besaron esa copa dorada que ilumina un país, orgullosos de esos jugadores que han cambiado la historia. Ahora sí.

El partido resultó dramático. España quiso jugar; Holanda, no. Hubo un equipo, el de Del Bosque, que eligió el camino más díficil, pero también el más reconfortante. Quiso divertir a la gente, aunque topó con un grupo de carniceros, liderados por el indigno Van Bommel, que cometieron un crimen al fútbol. Lo de anoche es una lección para el próximo que lo intente. Ni con patadas se para a España. Ni a Iniesta, ese futbolista que jamás se rompe por mucho que le peguen. Y le dieron por todos lados. Él provocó la expulsión de Heitinga. Si Webb, el colegiado inglés, hubiera sido justo, Holanda habría acabado con siete.

Iniesta provocó la expulsión, Iniesta marcó el gol, un retrato de lo que es España. Un país plural donde Puyol y Xavi paseaban exultantes lasenyerapor el césped del Soccer City, besándola sin parar, mientras Casillas, el otro héroe de la final, paseaba feliz la enseña nacional, con la que también se cubría Fernando Torres. Y Mata llevaba la asturiana. Todos, hasta Busquets, con la bandera de Badia del Vallès en Suráfrica, se sentían representados bajo la única bandera que conocen, la del fútbol.

DOS AÑOS GLORIOSOS / A través del balón, y pese a que temieron acabar en el hospital, todos esos jugadores dieron a España el título que le coloca entre los grandes. Es la octava maravilla y puede mirar a cualquiera porque su fútbol le ha situado en el panteón de las leyendas. Forma parte de la eternidad porque es una selección que ha roto miedos ancestrales, tradiciones victimistas y, sobre todo, el aire perdedor que le acompañaban en toda su historia.. En dos años, ¡sí, solo dos años!, ha conquistado Europa primero y después el mundo.

En cada jugada, España estuvo a la altura de su honor. No fue su partido más bello, pero las finales solo se recuerdan si se ganan. Ese espíritu de reconciliación que desprendió Nelson Mandela al acabar la ceremonia de clausura no se contagió a la Holanda que ensució su historia y el imborrable recuerdo de lanaranja mecánica de Cruyff.

España, no. Resistió con entereza las galopadas de Robben, conteniendo la respiración cuando miraba a Casillas, acompañado por más de 40 millones de españoles ayudándole en cada una de sus paradas providenciales. Hizo dos. Luego, Casillas rompió a llorar. Como le pasó después a Iniesta. En las manos mágicas de Iker y en esa inolvidable bota derecha de Andrés se resumió la esencia de la España más hermosa que se haya visto nunca.

Esa España que subió al estrado del Soccer City, con una estrella roja en su pecho, la prueba de que nada ya será como antes. Ni mucho menos. Ahí, en el minuto 116, está el origen de todo. Centró Torres, despejó de mala manera Van de Vaart

–¡qué demonios hacía ahí jugando de lateral izquierdo!– recogió la pelota Cesc y se la dio a Iniesta. Así tan simple, tan complicado. Iniesta amortiguó el balón con un suave control y realizó el disparo de su vida, impulsado por más de 40 millones de españoles y el recuerdo de un amigo que murió en agosto del 2009. «Dani Jarque, siempre con nosotros», se leyó luego en su camiseta. Iniesta, que estás en los cielos, bendito seas.