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Una resaca dolorosa

Los jugadores del Espanyol asumen el golpe y se conjuran para seguir «enganchando» a la afición

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RAÚL PANIAGUA / SANT ADRIÀ DE BESÒS

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«He traído la metralleta para cargarme a todos. Vi a mujeres y niños de 10 o 12 años llorando a mi lado. Se puede perder pero no de esta forma. Arruinaron nuestra ilusiones», proclamaba ayer un veterano aficionado del Espanyol en la terraza del bar de la ciudad deportiva Dani Jarque. «Las he visto de todos los colores. Tengo 74 años, tenía 16 en la última final catalana, la de 1957», continuaba el hincha, socio desde hace más de medio siglo. Sus colegas también lamentaban el fracaso de la que debía ser la gran noche perica. Dentro del bar, las penas se aliviaban con el dominó.

El sentimiento de este grupo de jubilados coincidía con el de los miles de pericos que sufrieron ayer la mayor decepción de los últimos años. En el partido más importante de la historia en Cornellà, en la cita más decisiva desde la final de la UEFA de Glasgow ante el Sevilla del 2007, el equipo fracasó. Los jugadores se entrenaron ayer al mediodía a puerta cerrada en Sant Adrià, pero el fiasco no era fácil de digerir. Fue una resaca muy dolorosa.

La excelente trayectoria de la Copa, con noches inolvidables ante el Valencia, el Sevilla y el Athletic en San Mamés, se manchó en una primera parte nefasta. «Era la ocasión de nuestras vidas. El día que teníamos que rematar la faena, cuando teníamos que mostrar nuestra mejor imagen, exhibimos la peor. No dimos la talla», dijo Víctor Sánchez con una sinceridad aplastante.

«Toca levantarse»

El centrocampista fue el mejor jugador del Espanyol en un duelo para olvidar. Sus palabras reflejaban a la perfección el dolor por una derrota en un encuentro especial. «En el vestuario tenemos la sensación de que igual no volvemos a jugar una semifinal, empezando por mí. Es muy difícil llegar hasta aquí. Deben darse muchos condicionantes. Por ejemplo, el no enfrentarte a BarçaMadrid o Atlético, que si te tocan te lo ponen ya muy difícil».

Nueve años tardó el Espanyol en repetir una semifinal de Copa y toda la ilusión se esfumó en apenas 41 minutos, cuando Etxeita marcó de cabeza el 0-2 del Athletic y llenó de dolor las gradas de Cornellà. «El vestuario está fastidiado. Teníamos la ilusión de regalar a la afición el pase a la final. Se lo merecían. Toca levantarse en la Liga y seguir enganchando a nuestra gente», comentó Álvaro. Al central le tocó valorar el fiasco ante los medios 12 horas después de la decepción.

El mensaje del técnico

Acabada la comparecencia de Álvaro, los socios más longevos seguían buscando las causas del desastre.  «Salieron al campo confiados, vieron 35.000 personas y se cagaron. No están acostumbrados», comentaba un beligerante aficionado. «Nos habría dado tres meses de vidilla para vacilar a los culés. Después seguramente habríamos perdido con facilidad la final, pero nos quedamos también sin eso».

El equipo había levantado muchas expectativas y la caída fue terrible. Sergio González, muy afectado desde el pitido final, fue el primero en reconocer el desastre. «No merecíamos este final. Habíamos hecho una Copa muy bonita, pero todo suma y se mete en la mochila. De todo se aprende». El técnico, al menos, cumplió uno de los objetivos que proclamó en su presentación en Cornellà el pasado verano. Sergio quería llenar el estadio, animar a un público alicaído. «El socio perico ha vuelto. Conseguimos que el Power8 se llenara. Me quedo con todos estos días previos, que han sido muy bonitos. Pido disculpas a la afición. Nos quedan muchas alegrías por darles. Nos veremos en una próxima», vaticinó el míster.