LA EXPERIENCIA DE UN FONDISTA
Encuentros y desamor
Eras una niña de 10 años, y me enamoré de tí. Corría el año 1987; tú, una larga carrera de esquí de fondo, una noia que iba ganando prestigio; yo, un esquiador adolescente… y saltó el chispazo. Aquel domingo de enero tomé la salida en mi primera Marxa Beret, y desde entonces tuve esta carrera apuntada en mi agenda, en la página donde anotaba las citas importantes.
Desde el primer momento me mostraste tus despiadadas señas de identidad: frío, las rectas interminables de esa nevera natural llamada Pla de Beret, las prisas de la salida, los desvelos para encerar los esquís en un recorrido que combina zonas boscosas y sombrías con laderas expuestas al sol… Un sinfín de dificultades, compensadas por tu cara más amable, dibujada en el encanto del Val d'Aran, el ambiente que rodea esta marcha de esquí de fondo y, sobre todo, el embrujado recorrido por el pueblo de Montgarri.
Cuántas veces habré soñado que eras mía por un día, levantando los brazos en señal de victoria, mientras me engullías con esos enormes labios tuyos, esos en los que llevas escrita la palabra meta. Sin embargo, tú nunca me quisiste. Tu memoria está llena de nombres ilustres del esquí de fondo español: Josep Giró, Miquel Prat, Jordi Ribó, Juan Jesús Gutiérrez, Isabel Dumall, Piroska Abos, Laura Orgué… Pero a mí nunca me quisiste, me ignoraste, dejándome fuera de tu excelsa nómina de vencedores.
Mis encuentros contigo siempre acabaron en desencuentros, unas veces por no llegar en mi mejor momento, otras por un mal enceraje, una pájara, un catarro… Lo nuestro nunca acabó bien. Después de tantos años, me has hecho pasar un frío horrible, hasta el punto de llegar a un control de avituallamiento y no poder beber ni un sorbo de un preparado isotónico por estar totalmente congelado. Otras veces, un calor sofocante en la eterna subida por la solana de Montgarri, en la que me dejaste sin fuerzas y sin ceras. Roturas de bastón en la salida, caídas, dolores de espalda, pero cada año allí estaba, fiel a tu cita.
PLETÓRICO PERO SIN ÉXITO
Recuerdo las ediciones de los años 1995 y 1997. Llegaba pletórico, la nieve transformada y dura, como a mi me gustaba, la ausencia de las grandes figuras del equipo español me dejaban alguna posibilidad. Subí las dos veces al cajón, pero nunca te entregaste a mí.
Aun así, volví a tu encuentro, en familia, tomándome la prueba como una mera diversión, como lo que eres para la mayoría de tus participantes, una carrera popular, un domingo en la montaña dedicado al disfrute de los sentidos. Recuerdo una edición en la que la noche anterior había estado nevando, bajaba hacia Montgarri, deslizándome en una alfombra maravillosa, tejida con cristales de nieve, volando en medio de árboles de chantilly, disfrutando de lo que no me permitieron otros años las prisas por disputar la clasificación final.
Mañana cumplirás 36 años de vida. Mientras tanto, yo seguiré recordando nuestros encuentros y desamores, suspirando con lo bonito que podía haber sido contemplar desde lo más alto de tu podio la cumbre del Montarto.
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