La tiranía de los mejores

La declaración de superioridad de Cristiano Ronaldo pone de relieve que ser un número 1 no es fácil

Cristiano Ronaldo, Leo Messi, Michael Jordan y Manel Estiarte, cuatro supercampeones, cuatro estilos

Cristiano Ronaldo, Leo Messi, Michael Jordan y Manel Estiarte, cuatro supercampeones, cuatro estilos / periodico

ALBERT GUASCH / BARCELONA

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"Sé que era buen jugador y buen compañero, pero me faltaba la excelencia: el altruismo. Dentro del agua era un animal. No aceptaba que uno no entendiera algo o que otro no me diera bien los balones. Había partidos en que marcaba cinco goles, perdíamos, y no me producía un disgusto. Dejar de ser un egoísta fue un proceso. Seguramente influyó la llegada del seleccionador croata Dragan Matutinovic por lo mucho que nos hizo sufrir a todos. Empecé a jugar más para el equipo, volvía atrás, robaba balones y noté que los demás me lo agradecían".

Esta brutal confesión de Manel Estiarte en su libro 'Todos mis hermanos' (Plataforma Editorial, 2009) refleja el comportamiento tirano que muchos números 1 han ejercido y ejercen sobre sus compañeros en equipos de élite. Estiarte, que llegó a ser el mejor jugador de waterpolo del mundo, experimentó una evolución y su subrayada competitividad no se resintió por modular mejor sus exigencias hacia sus compañeros.

Repescar esta declaración viene al caso del último ataque de inmodestia de Cristiano Ronaldo. "Si todos estuvieran a mi nivel, estaríamos los primeros", dijo tras la derrota del Real MadridCristiano RonaldoReal Madrid ante el Atlético. A cada atleta de éxito se le supone un ego desarrollado. Sin él, sin ese orgullo superlativo, carecerían de la confianza necesaria para jugársela ante una canasta decisiva o ante un penalti crucial. Esa cualidad, siempre perceptible en los mejores, conlleva una exigencia consigo mismo, pero también con quienes le acompañan en el equipo.

CUESTIÓN DE JERARQUÍA

Con sus palabras de superioridad, Cristiano vulneró una regla no escrita del deporte profesional de que el número 1 impone su jerarquía en el vestuario, después, claro, de hacerlo en el campo, pero se comporta como uno más de puertas afuera. Leo Messi ha podido ser un tirano entre las paredes del Camp Nou, pero nunca se le ha oído menospreciar a sus compañeros ni vanagloriarse de ser el mejor. Michael Jordan era el rey de la exigencia, pero empezaba públicamente por sí mismo. De él aprendió Kobe Bryant. Y tantas otras estrellas en EEUU.

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"La credibilidad de los compañeros no se gana con declaraciones, sino con actuaciones, sacando las castañas del fuego al equipo cuando más lo necesita, predicando con el ejemplo cada día y hablando claro en el vestuario", expone Pep Marí, psicólogo deportivo. 

Xesco Espar, exentrenador del Barça de balonmano y experto en 'coaching', tiene claro que el problema de Ronaldo es de autoridad moral. "Es un gran jugador, pero su figura está sobredimensionada. No es un líder. No sabe serlo. No le interesa. Juega ante todo para sus números. No hace buenos a los demás, no hace mejor al equipo. Normalmente, si te fijas, habla de sí mismo, no habla del equipo. El número 1 debe tener una voz, una opinión que beneficie al equipo".

EJEMPLO A SEGUIR

Jordan ha quedado en el imaginario norteamericano como el atleta triunfador que, aparte de poseer un talento inmenso, se hacía escuchar con declaraciones de esfuerzo y superación, como un ejemplo a seguir. Por eso, cuando abroncaba en la pista a un compañero, que no lo hacía precisamente de forma esporádica ni disimulada, tenía la autoridad para ello.

"Jordan se bajó el sueldo para que la franquicia pudiera fichar buenos jugadores. Messi puede haber sido un tirano en el vestuario, pero hace ganar dinero y títulos a los demás. Abronca porque quiere que le devuelvan bien un pase, porque quiere ganar. Si él consigue el Balón de Oro, el equipo consigue la Champions", opina Xesco Espar.

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Por eso, Espar distingue entre querer ser el mejor y ser un egocéntrico. La historia del deporte profesional está plagada de atletas vanidosos que han hecho salivar a los editores de cortes de voz o a los tituladores de los periódicos con sus autohomenajes. Luego, no tanto a los aficionados. Y muchos de ellos son o han sido auténticos números uno. "Me hago gracia de lo perfecto que soy", dijo en una ocasión Zlatan Ibrahimovic. "Soy el elegido", proclamó Lebron James.  

CUANDO EL 'CRACK' SE DEJA LA PIEL

El liderazgo autoproclamado raramente es aceptado, amén de generar antipatía entre los seguidores. "Un líder debe saber trabajar en equipo. Y los valores que fomentan el trabajo en equipo son la cooperación, la generosidad y el compañerismo. Cuando el 'crack' se deja la piel, el resto se pone las pilas", afirma Pep Marí. "Un líder debe ofrecer esperanza a los compañeros", sentencia Espar.

Lo mismo dejó escrito Shaquille O'Neal, original dentro y fuera de las pistas. "Si el general no entra en pánico, la tropa no entra en pánico". Él se sentía el general, claro.