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Una década con nosotros

Messi celebra otra vez con EL PERIÓDICO la doble gesta goleadora tras batir en tres días a Zarra y Raúl

LA CABEZA DE CÉSAR. La representación del máximo goleador oficial del club, la reproducción de su cabeza, alusiva a su excepcional eficacia en el juego aéreo. No es la mayor virtud de Messi, que dejó  para el recuerdo el vuelo de la final de la Champ

LA CABEZA DE CÉSAR. La representación del máximo goleador oficial del club, la reproducción de su cabeza, alusiva a su excepcional eficacia en el juego aéreo. No es la mayor virtud de Messi, que dejó para el recuerdo el vuelo de la final de la Champ / periodico

JOAN DOMÈNECH / BARCELONA

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La primera mirada se dirige a la parte inferior de la página impar, más importante que la par en los periódicos. Pero inmediatamente traza una diagonal hacia la izquierda. "Mirá..", dice, al tiempo que esboza una sonrisa. No es un simple recorrido al orden cronológico de cada logro. Ni un brote de nostalgia, porque la vida le sigue sonriendo, sino al entrañable recuerdo que le suscita. Allí donde empezó todo. El principio del camino que ha conducido a Leo Messi a cumplir su primera década con nosotros. Con los culés. Con los lectores de EL PERIÓDICO. Con los barceloneses. Con los catalanes. Con los argentinos. Con los aficionados del fútbol, decenas de millones de personas repartidas en la bola terráquea.

"Nervios solo pasé el día de la prueba con el Barça", confesó esa mañana de enero del 2011, unos días antes de la gala del Balón de OroXavi había posado en la plaza del Progrés de Terrassa, donde se ponía a jugar pese a que su madre le había encargado que comprara el pan; Iniesta había bajado con el balón que golpearon todos hasta el patio del colegio de Fuentealbilla, donde emergió su talento. Eran los favoritos para ganar el premio individual más preciado. El podio lo completaba Messi según los pronósticos...

CON EL COCHE DE ABIDAL

"Abidal me prestó el coche", recordó este viernes. De Sant Joan Despí se desplazó hasta el Miniestadi. Solo. Sin prisas, en un soleado día invernal, rememoraba las sensaciones de aquel niño tímido y callado que había aterrizado en Barcelona a los 13 años. A una edad parecida a la de Xavi (12) e Iniesta (11), pilares indiscutibles del mejor Barça de todos los tiempos que se iban a coronar en Zúrich. Con Leo por encima de sus amigos.

Dos años después, el segundo balón se transformó en el cuarto. Y a Leo le acompañó a la cita su padre Jorge. Cerró los ojos y se vio en el campo número dos del Mini, el de la prueba. En el tres, donde sufrió la lesión del peroné. Se vio diciéndole a su padre: "Me quedo acá". Y a lomos de Ronaldinho, y volando sobre Van der Sar y derribando un micrófono de Wembley y balbuceando en una celebración que "Milito es un boludo" y marcando goles y levantando trofeos. Se vio padre. "Me ha cambiado más mi hijo que los Balones de Oro", admitió en enero del 2013.

EN LA PRIMERA LÍNEA DE LOS RÉCORDS

Ya había visto a César meses antes. O una reproducción del que era el máximo goleador en competición oficial del Barça, al que desplazó de la primera línea de los récords. El busto viajó del museo del Camp Nou a Sant Joan Despí, en un encuentro impersonal y simbólico, que ilustró un suplemento. Detrás del astro, el recordado Tito Vilanova, uno de sus primeros entrenadores, desvelaba en una entrevista los secretos de Messi. El primero: "Es un superdotado. Lo que hacía en el cadete B lo hace ahora con profesionales". El segundo: "Bate récords porque disfruta jugando".

El récord y el disfrute lo reunieron de nuevo con EL PERIÓDICO en marzo. Fiel a su cita anual con la historia y el diario. Paulino Alcántara también caía derribado de la cúspide después de 80 años como máximo goleador de la historia. "Esta es la última", dijo Leo, mientras la mirada y el índice regresaban al punto de partida. Era la 'última' antes de dejar constancia, nueve meses después, de la doble gesta de superar a Zarra en España y a Raúl en Europa y regalar otra sonrisa.