Cuando ser el mejor no te sirve de nada

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Una mirada, rápida, fugaz, ayer por la primera fila de la improvisada platea del palco de honor del Bernabéu, te permite entenderlo todo. Todo lo que ocurre en el Real Madrid. Ves a aquellos señorones, orondos, lujosamente trajeados y encorbatados, y entiendes por qué Florentino Pérez está tan solo. En poco, o en nada, pueden ayudar esos señores a Florentino, que él solito se vale para llevar ACS y el Real Madrid con una mano. Eso sí, empiezan a complicársele las cosas tal y como han ido las últimas elecciones y votaciones, el descalabro del PP y la aparición de una nueva alcaldesa que, tal vez, no sea del Real Madrid ni esté dispuesta a nuevas recalificaciones. Digo.

Pero Florentino tiene el mando, el poder y el dinero por castigo. Y hace lo que le da la gana, importándole bien poco lo que digan los amigos futbolistas de Carlo Ancelotti (¿qué van a decir si es su entrenador y amigo?, piensa) y haya sido, o no, sí, sí, lo ha sido, el mejor entrenador en porcentaje de victorias (75%) en los 113 años de historia de la Casa Blanca. No ha ganado y se va a la calle. Sea o no un señor; sea o no un grandísimo entrenador (posee cinco Champions, dos como jugador); sea o no un pacificador (tarea dificilísima, visto como dejó Mourinho el Madrid de quemado); sea o no querido por sus jugadores, que lo es (mala cosa, piensa el ser superior); sea o no apreciado por el Bernabéu (peor todavía).

Justo ayer hace un año, a la hora de la conferencia de prensa de Florentino, Ancelotti estaba celebrando la décima en el Bernabéu. Justo un año después, Florentino lo despide. Pero lo malo no es que lo despida. Lo pésimo, lo increíble, lo incomprensible es que no dio una sola explicación. Casi ni aceptó preguntas. «Mi comparecencia no da mucho más de sí». ¡Y acababa de despedir al conquistador de la Décima! Peor aún, no fue capaz de explicar qué le falta a Ancelotti para remontar el vuelo. «No lo sé». Es decir, no sabe por qué lo he despedido. Ni lo necesita.

Justo después de la Décima, llega el décimo entrenador de la era Florentino. Despedido por las mismas razones y con los mismos apoyos que Vicente del Bosque. Y así les fue. Hay quien asegura que la noche fatídica de la Juve, alguien oyó gritar a Florentino un «¡vaya hostia!» a lo Rita Barberá. Y, después, solo faltó que CR7 le mostrase su cariño a Carletto. Y, luego, James. Y, ayer, Modric. Llegaban tarde. José Ángel Sánchez, su mano derecha, su única columna en esa Acrópolis de directivos, ya le había puesto en bandeja el contrato de Rafa Benitez, íntimo amigo del director general blanco. ¿Van entendiendo? Gracias, no hay de qué.

«No voy a entrar en detalles» ¿Puede un presidente del Madrid convocar a los medios en el palco de honor del Bernabéu para despedir a uno de los mejores entrenadores de la historia del Madrid y decir, ante cientos de informadores, «no voy a entrar en detalles»? Puede, sí. Sobre todo si se llama Florentino Pérez. Y está solo. Solo ante el peligro de equivocarse. Bueno, tiene la suerte de que Carletto se queda a vivir en Madrid. Dice que para operarse, pero Ancelotti se queda porque está convencido que en enero le necesitará su amigo Florentino, al que solo le falta (yo creo que eso lo veremos) ponerse el chándal de entrenador.