LA COPA DEL REY

Cristiano ejecuta al Barça (1-3)

Un penalti y un remate a portería vacía del astro madridista echan de la Copa al Barça, sin ninguna estrella a su nivel, inofensivo arriba e inseguro atrás

Los jugadores de uno y otro equipo se saludan tras concluir el partido

Los jugadores de uno y otro equipo se saludan tras concluir el partido / periodico

JOAN DOMÈNECH / Barcelona

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El madridista ha podido, por fin, disfrutar del partido soñado. De ese resultado que podrá restregar por la cara al culé y que ha deseado durante tanto tiempo. No ha sido un marcador de la dimensión del 2-6 o el 5-0, pero de una contundencia parecida y con efectos más directos: el 1-3 ha lavado antiguas afrentas, ha maquillado el manchado honor blanco, pero, sobre todo, ha echado al Barça de la Copa del Rey y ha metido al Madrid en la final. Una carta guardada en la manga a la espera de ver qué sucede en la Champions.

Justo lo que perseguía el Barcelona, que no ha sabido aprovechar la ventaja de jugar al amparo de su público y de gozar de un césped rápido e impecable, como demanda el vestuario. Esas condiciones previas se han cumplido; las siguientes, no. Ninguna estrella local ha lucido. Todas opacas, lo que ha aumentado el fulgor de las blancas. En especial una. Acaso la única.

Mourinho sale con Varane

Como el madridista de la grada, Cristiano se lo ha pasado en grande. Todas le han caído bien. Ha marcado de penalti y ha logrado el 0-2 a portería vacía, con la única y diminuta presencia de Alba sobre la línea. Varane, de cabeza, solo como en la ida, ha firmado el marcador que ha permitido a José Mourinho sacar la cabeza del banquillo. Y sacar a Pepe luego, para que buscara las cosquillas a los azulgranas.

Casi lo consigue, en un rifirrafe que ha originado. Pero los culés rumiaban aún su propia ofuscación, sabiendo que no estaban dando una a derechas. Desde Piqué, al cometer el absurdo e innecesario penalti a Cristiano --el portugués estaba solo, sin ningún compañero a quien pasar el balón y demasiado escorado para batir a Pinto-- hasta Messi --desaparecido antes del descanso--, pasando por Xavi, Iniesta, Cesc y Puyol. Sin asustar delante ni intimidar atrás.

Undiano se come un penalti

A nadie pueden echar en cara su desgracia. Ni a Undiano, que se ha comido un penalti de Xabi Alonso a Pedro, tan flagrante como el anterior y que habría permitido al Barça abrigar esperanzas de reencontrarse a sí mismo en algún momento. Lo ha parecido cuando, extrañamente, ha disparado tres veces en seis minutos (extrañamente, porque dos de esos tiros han salido desde fuera del área), pero que no ha creado una ocasión hasta que Alba ha activado la casilla local. Messi ha forzaso un "uy" en una falta y se ha despedido. El Madrid ha disparado con balas. A través de Cristiano.

El desconocido Barça de este martes ha desorientado a sus fieles porque ha presentado el perfil más habitual. El de la teoría del caos, bautizado así con la inclusión de Cesc, ha hecho finalmente honor a su nombre. El barullo en el que se ha liado el equipo ha sido de órdago. Desarmará a los contrarios, pero también los bloquea a ellos cuando no encuentran ninguna referencia por delante del balón. Todos quieren combinar por dentro, sumando pases y pases hasta sucumbir en su propia maraña.

Sin profundidad

El Madrid ha vivido encantado ante la renuncia local a la profundidad. Sin reparos en acumular hombres atrás, concentrarlos a 30 metros de Diego López ha supuesto una bicoca. Le ha resultado fácil frenar al Barça en la franja central, a costa de carecer de metros para correr al contrataque. Tampoco lo ha necesitado desde el penalti. El gol ha colmado su mayor pretensión, porque el cero lo mataba.

El Barça se ha aferrado a su proverbial paciencia, sin detectar que incurría en lentitud. No ha pillado al Madrid ni de frente en triangulaciones ni por la espalda. Ha sido Pedro contra Coentrao y Ramos o nada. Los otros dos teóricos delanteros (Iniesta y Messi) han sido el cuarto y el quinto centrocampista. No es de extrañar que la hinchada haya reclamado a gritos la presencia de Villa. Ha calentado desde el inicio de la segunda mitad y ha entrado con el 0-2.

Jordi Roura (siguiendo, se supone instrucciones de Tito Vilanova) ha apostado por lo seguro: mantener a Cesc en el equipo mientras Villa no vuelva a ser quien era. El problema es que Cesc tampoco es quien debería ser, así que se ha visto al Barça de Milán, pesado de piernas, escaso de ideas y sobrado de gente que la quería al pie. Xavi, Iniesta, Messi y Cesc han acabado aburridos de tanto mirarse, sin el aliciente de una cara nueva o de probar un pase superior a los cinco metros.

La aparición de Villa ha sido tardía, con todo el pescado ya vendido. Hasta el más optimista ha visto que era imposible marcar tres goles a un Madrid consagrado en el arte de la defensa. Recuperar el dibujo con las tres posiciones de arriba marcadas no ha supuesto una mejoría sustancial porque era demasiado tarde. Igual es el punto de partida.