La ronda ciclista francesa

Contador, Purito y Valverde se salvan del terror del 'pavés'

El ciclista madrileño rompió la rueda trasera y cruzó la meta rozando la llanta con el cuadro

Contador (en el centro) sigue a Froome (de amarillo) en uno de los tramos del temido pavés, en la etapa de ayer en el Tour.

Contador (en el centro) sigue a Froome (de amarillo) en uno de los tramos del temido pavés, en la etapa de ayer en el Tour.

SERGI
López-Egea

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Oleg Tinkov, el propietario del equipo de Alberto Contador, asistía nervioso al desenlace de la cuarta etapa, la temida jornada de los adoquines, desde el interior del autocar del Tinkoff-Saxo, aparcado en la zona habilitada para las escuadras cerca de la línea de llegada. A su lado, Giovanni Lombardi, que fue profesional, que vive en Madrid y que es el mánager de Peter Sagan, presumía de pupilo ante el patrón. Cómo protegía a su jefe de filas. Sagan, hábil con la bici, aspirante a la París-Roubaix, se había convertido en el ángel de la guarda de Contador.

Ellos, en el autocar, no se percataron de lo que pudo ser una tragedia. Una avería en los tramos del pavés, reemplazar la bici, simplemente cambiar de rueda, se traduce en una enorme pérdida de minutos. Y, si no, solo hizo falta ver lo que le sucedió a Thibaut Pinot. Pinchó y llegó a meta a más de tres minutos de Tony Martín, vencedor del día con un gran demarraje, logrando el premio del jersey amarillo a su valentía.

Faltaban 25 kilómetros con los dos últimos sectores de pavés, sin duda, los más difíciles. Un llantazo, sin más, la rueda trasera que golpea con un adoquín, y Contador, desequilibrado, rozando la llanta con el cuadro de la bici y el freno. Avisó al coche por el pinganillo y sus gregarios protectores, con Sagan a la cabeza, se enteraron de lo que podía ser un contratiempo de tal calibre que hasta podía peligrar el Tour. Pero llegó.

Ya en la meta, Faustino Muñoz, el mecánico de Contador, mostraba la rueda; la hacía girar, se movía de lado a lado, como si estuviera fuera de sí. Y poco a poco, del roce con el freno, la rueda se paraba. «Así ha corrido los últimos kilómetros», dijo.

EL PREMIO DE EQUIPO / Contador se abrazó uno a uno con sus compañeros. «El equipo ha estado genial». Sin ellos, sin Sagan que le marcaba el terreno, que le indicaba con la mano por dónde circular mejor, por la zona en la que los adoquines eran menos afilados; en ocasiones por la tierra, caminos más propios del mountain bike. Y Contador obedecía. Cuando Sagan chillaba, cuando el joven escudero que quiere llegar vestido de verde (líder de la clasificación de la regularidad) a París se percataba del primero, del segundo y hasta del tercer demarraje de Vincenzo Nibali, Contador apretaba los dientes, ponía cara de mala leche. Pero, por su honra, no lo iban a dejar cortado.

Notó el impacto, uno de esos golpes que desequilibran la bici. Terror, todavía faltaba una eternidad para llegar a Cambrai, con el cielo amenazando lluvia, con el clima habitual en el norte de Francia, lejos de la ola de calor vivida en Holanda. Si llueve, patinará la rueda y entonces no habrá nada que hacer.

EL ÚLTIMO ATAQUE / Por la avería no pudo entrar en el peligroso corte que se formó a la salida del último sector de pavés; con Nibali y con Chris Froome, y también con Alejandro Valverde, perfecto en los adoquines, con nota, para que se decida a probar suerte en la París-Roubaix. Agazapado a la estela de Sagan, también de Roman Kreuziger, sin decir nada, agachando la cabeza, Contador neutralizó a los dos magníficos que querían destacar y arrebatarle tiempo.

Respiró Contador. Y también Nairo Quintana. Los adoquines no están hechos para los pesos pluma. Ni para el escalador de Boyacá ni para Purito Rodríguez, feliz porque casi ni notaba los sobresaltos de las piedras gracias a la cinta doble que le habían colocado en el manillar para amortiguar los golpes. Pasaron todos ellos el examen con nota, sobre todo Contador, obstaculizado por la avería. No llovió. Martin levantó los brazos. Se serenaron los ánimos en un Tour que, salvo sorpresa, vivirá tres etapas seguidas para mayor gloria de los velocistas.