Entrevista con el nuevo portero del Barça

Claudio Bravo: "En la calle, los chicos mayores me decían: 'Tú, a la portería'"

"Vengo aquí a mostrar mi alma y mi valentía", afirma el portero

El portero Claudio Bravo posa con unode sus guantes para EL PERIÓDICO DE CATALUNYA .

El portero Claudio Bravo posa con unode sus guantes para EL PERIÓDICO DE CATALUNYA .

MARCOS LÓPEZ / DAVID TORRAS / Barcelona

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Llega al Camp Nou tras una larga carrera. Con 31 años, y después de haberse consolidado en Anoeta, aparece Claudio Bravo, un meta chileno, nacido en Viluco, una «ciudad de campo, campo, de viñedos, de apenas 2.000 habitantes» al sur de Santiago, la capital del país. Convertido ahora en capitán de su selección en dos Mundiales consecutivos (Sudáfrica 2010 y Brasil 2014), capitán también de la Real Sociedad (ocho años, tres en Segunda), digno heredero de la portería de Arconada y ahora elegido como sucesor de Víctor Valdés, «el mejor portero de la historia del Bar-ça», como lo calificó Xavi.

--De Viluco al Camp Nou. ¿Siempre quiso ser  portero?

--Al principio, no. En Chile, el año escolar no es como aquí. Es de marzo hasta diciembre. Y yo, que nací en abril, siempre era de los más pequeños. Al principio, como todo crío, quería jugar arriba. Poco a poco, me fui retrasando. Primero, de delantero, después alguna vez de defensa y, al final, de portero. Con 11 o 12 años sí quería ser portero.

--¿Le gustaba?

--A todos nos gusta más jugar de delantero. Es lógico. Cuando eres pequeño cuesta mucho más ser portero. Te diviertes menos, aunque a mí me gustaba porque jugué siempre con gente mucho más mayor, mi hermano, sus amigos...

--Su primer club fue el Acacias de Viluco.

--Sí, un club de barrio. Empecé en la calle. Tal cual. Jugaba con mis amigos, con el vecino, pero siempre en la calle. No había otro sitio. Haces un grupito, siempre de más edad que yo, luego te vas al club que tienes más cerca. Lo normal, vamos. Y creo que me puse de portero porque ellos, los mayores, me decían: 'Tú, a la portería'. Nadie quiere estar bajos los palos, todos querían chutar y a mí me entretenía jugar con ellos. Me hacía muy feliz estar ahí.

--¿Su familia sigue allí?

--Sí. No trabajan en el tema agrícola, pero están allí. Mi padre era transportista. Ha hecho de todo. Ahora tiene con mi madre un colmado donde venden de todo. Es una tiendita. Nunca se han querido mover de Viluco. Lo hemos intentado, mis hermanos y yo, pero no han querido. Es comprensible. Ellos tienen su vida ahí, sus amistades, su gente, su tierra... No hemos podido. Mi madre dice: "¿Qué voy a hacer, sola en casa..? Me voy a morir de pena. Aquí estoy muy bien". Mi padre, en cambio, sí que querría. "Ya no quiero trabajar más, aprovechamos para viajar un poco". Pero no hay manera... Además, creo que a él también le faltaría su gente, esa conversación diaria.

--Su padre fue capital en su carrera deportiva. Sin él no habría llegado.

--Por supuesto. Del Acacias pasé al Colo-Colo, el club más popular de Chile, con el que sueña todo niño. Debía tener 11 años. Ibamos cada día en coche. Casi 45 minutos para ir  y otros 45 para volver. No es el gasto  sino el tiempo que invirtió mi padre y que dejó de dedicar a mis hermanos. Yo era el más pequeño, siempre estaba conmigo. No tengo casi recuerdos de jugar con ellos. Siempre estaba con mi padre. Como trabajaba, me decía: "¡Ven conmigo, súbete al camión!". Y ahí me tenías con él, transportando fruta o lo que fuera.

--¿Y pensó que llegaría?

--Era muy difícil. Cada verano, cuando volvía de vacaciones, me encontraba con 30 porteros, todos más altos que yo, haciendo la prueba en el Colo-Colo. Todos querían quitarme el puesto. Con 11 años, con 12, con 13, con 14, así año tras año... Y tenías que demostrar que eras mejor que ellos. Al principio pensaba: "¿Todos quieren jugar de portero?".

--Hasta que un día lo quisieron echar del Colo-Colo.

--Sí. Era un partido de sub-14 contra la Universidad de Chile. Salí en un centro, y al ser muy bajito, no toqué bien la pelota y la jugada acabó en gol. "Al porterito ese hay que echarle ya", le dijeron a mi entrenador al acabar el partido. "Es muy pequeñito, ya no va a crecer más". En ese momento mi entrenador no me dijo nada del comentario de ese directivo. Pero sí lo hizo al cabo de unos días.

--¿Y qué pasó entonces?

--Mi entrenador se enfadó y le dijo al directivo del Colo-Colo: "Si él se va, yo también". Fueron unos días muy duros. Yo volví a Viluco y me encerré en casa. Me sentí menospreciado. No quería jugar más a fútbol. Pero después me vinieron a buscar para que volviera. "Se equivocan, él llegará. Seguro que llegará", decía mi entrenador. "Va a ser el portero del club, de la selección de Chile y acabará en Europa". Y yo pensaba: "Pero, ¡qué está diciendo! ¡Si tengo solo 14 años!". Me explicaba que me estaba preparando para jugar en Europa y yo le decía: "Primero deberé jugar aquí, ¿no?".

--Ese entrenador era Julio Rodríguez, el técnico que cambió su vida.

--Sí, no paró de pelearse por mí con los demás técnicos del club. Los demás no querían que el central o el lateral le pasaran el balón al portero porque decían que eso ralentizaba el juego. Y que el portero no debía jugar con los pies. Julio, sí. Julio insistía en trabajar mucho el juego con los pies, pedía que el portero interviniera en el juego porque el fútbol iba en ese dirección. Él había hecho cursos en Europa [estuvo estudiando en el Ajax con Frans Hoek, luego fue técnico de porteros del Barça, ahora está en el Manchester United con Van Gaal] y no paraba de pedirme eso. Era increíble, pero estaba seguro de que yo acabaría jugando en Europa

--Aquel verano cambió todo.

--Cambió porque volví al Colo-Colo con más centímetros de lo normal. "¿Pero qué te han hecho? ¿Te han metido en la máquina del tiempo?", me decían mis compañeros asombrados. Crezcí, mi proceso de maduración se hizo más evidente. Y debuté con el primer equipo del Colo-Colo. Tenía 16 años. Con 19, debido a la lesión que tuvo Eduardo Lobos, me quedé ya definitivamente.

--¿Cómo maneja los nervios? 

--Bien. Nervios siempre hay. Si no sería para asustarse. Has de sentir ese cosquilleo que te hace estar vivo, con chispa, energía. Pero otra cosa es lo que demuestres. Siempre intento mostrar una tranquilidad exterior. Debes sentir ese cosquilleo, ese hormigueo. ¡Cómo no vas a estarlo, por ejemplo, si juegas en Maracaná ante casi 100.000 personas y la campeona del mundo! Todos los futbolistas necesitamos tener esa adrenalina, es nuestra gasolina. Y encima los porteros somos un mundo aparte y muy diferente. Solo los que hemos estado ahí, bajo los palos, lo sabemos.

--Y llega a la Real Sociedad.

--Fue Bakero quien me llevó allí. ¿Cómo me descubrió? Pues no lo sé, Se lo debéis preguntar a él, pero siempre le estaré agradecido. Luego estuve, además, un año sin jugar ni un solo minuto en Segunda. Era capitán con mi selección y no jugaba en mi club. Fue algo muy duro. Pero me sirvió para conocer otras cosas y ver de manera diferente el fútbol. Ver a un entrenador que solo se preocupa de los 11 que juegan y no del resto. Debía ayudar a mis compañeros y hacer ese rol, no podía poner mala cara cada día. Me entrenaba sabiendo que no iba a jugar nada. Fue algo que me ayudó mucho a crecer.

-¿Es un loco del fútbol?  ¿Estudia mucho a los delanteros?

--Loco en el sentido de preocuparme de mi trabajo, sí, porque tu dedicación te va ayudar a ser mejor. Pero no loco en el sentido de no diferenciar mi trabajo de mi tiempo libre. Cuando llego a casa, no sé si dan un partido por televisión, no me pongo a verlo. Prefiero ver una película con mis hijos o ayudarles a hacer los deberes.  Esas cosas creo que las tengo bien separadas.

--Y ha acabado recibiendo la llamada del Barça...

--Sí, la felicidad es tremenda. A la primera que se lo dije fue a mi mujer y esa noche no durmió. El tema se cerró durante el Mundial. El cuerpo me pedía abrir una botella de champán. Pero no podía. Tenía que estar tranquilo porque estábamos jugando, aunque piensas en lo que te espera. ¿Y saben lo que más trabajo nos dio? Buscar colegio, que era muy importante. Y no es fácil meter tres niños cuando todo el mundo está de vacaciones. Pero ya está y ahora estamos tranquilos, y felices, muy felices.

--La portería de la Real no es fácil. Cuando llegó todo el mundo le hablaba de Arkonada.

---El primer día que llegué me dijeron: "¿Sabes quién jugó en esa portería? ¿Has oído hablar de Arconada? ¿Sabes lo difícil que es ser portero de la Real? ¿Sabes lo que representa?". Y sí, enseguida, te das cuenta de lo que significa. Y lo mismo pasa aquí con Valdés. Sabes dónde llegas, lo que representa, los porteros que han pasado por aquí... Pero no me afecta. Me lo tomo como el primer día que llegué a Europa: como un desafío, un reto, algo que me motiva mucho porque yo también vengo a mostrar mi alma y mi valía. Es lo que me pasó en la Real. Quería dejar huella, dejar mi nombre. Llegué como un desconocido porque la Liga chilena no la conocía nadie. El único que confió en mi y vio mi potencial fue Bakero.

--Ahora compite con Ter Stegen y Masip y contra el recuerdo de Valdés.

--Uno ya sabe la clase de portero que es Valdés, las grandes cosas que ha hecho. Ha sido capaz de estar muchos años y eso no es nada fácil. Pero mi idea es la misma que en la Real.   Quiero jugar cada partido, y me entreno para eso no para quedarme en el banquillo o en la grada. Y pensar en alguien como Valdés o en los compañeros que tengo al lado es la mejor motivación para pelear.