Nadie le pedirá pantallas de TV a Ada Colau, nadie

Los jugadores del Real Madrid celebran el gol de Bale.

Los jugadores del Real Madrid celebran el gol de Bale. / JOSE LUIS ROCA

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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No quiero oírlos, al menos, hasta que acabe la Liga. Que no vuelvan a reírse, a criticar, a mofarse, del final de temporada que está haciendo el Barça. Que no vuelvan a decir que un equipo tricampeón, como el azulgrana, no puede jugar como juega el Barça. Que no vuelvan a decir nada de todo eso porque su Real Madrid dio anoche pena. Pasó, sí, porque más pena dio el Manchester City, que ha sido el reflejo de lo que es esa sensacional Liga a la que llaman Premier y que puede ser, sí, todo un espectáculo, pero sin fútbol, con mucha pasión, gradas repletas, contrato televisivo millonario, dueños ricachones que llegan a su estadio en helicóptero, pero poco más.

Si algo quedó claro anoche en el Bernabéu, que en el minuto 51 y 43 segundos pitó a los suyos porque no jugaban a nada, es que el Real Madrid se enfrentará, el próximo 28 de mayo, en San Siro, al Atlético (mira que suerte, nadie pitará el himno), ha sido, en efecto, el cuartofinalista y semifinalista que más suerte tuvo en el sorteo. De otra manera, por lo visto anoche y en Manchester, hubiera sido eliminado mucho antes.

Si algo quedó claro anoche en Madrid es que Pep Guardiola ganará millones y millones de euros, un montón, muchos, capazos, sacos, pero se ha metido en un buen lío. O no, porque anoche debió llamar, antes, mucho antes, de que concluyese el partido a su amigo Txiki Begiristain y aumentó la lista de bajas y, luego, llamó a su nuevo jefe Ferran Soriano y le pidió más y más millones para hacer limpieza. Porque este City, como el Chelsea, como el United, como el Liverpool, ha demostrado que la Premier no vale un comino, de ahí que el campeón haya sido, cómo no, el Leicester, que tampoco juega mucho pero le mete el coraje, la pasión y el ardor que no se le vio al City de Pellegrini ni en el minuto 95.

La auténtica final se jugó el martes en Múnich. Esos dos equipazos, esos dos entrenadores, esos dos estilos, todas esas estrellas y futbolistas merecieron protagonizar la final. Lo de anoche en el Bernabéu fue una broma de partido, un chiste de eliminatoria, una agradable noche para que el Rey sacase a pasear a su hija, Rafa Nadal viese ganar a su equipo (si él jugase como el Real Madrid no ganaría un partido) y para que Ada Colau respire tranquila porque nadie le pedirá que ponga pantallas gigantes de televisión en Barcelona, el próximo 28 de mayo, para ver la final de la Champions.