Catar se lo lleva todo

Inauguración de los Juegos Asiáticos en Doha.

Inauguración de los Juegos Asiáticos en Doha. / periodico

J. C. ARMENGOL / D. TORRAS / BARCELONA

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Barcelona sufrió el pasado martes el último embate de la forma de operar de Catar en el mundo del deporte. Una aportación de última hora de 37 millones de dólares a la IAAF acabó de decantar (si no lo estaba ya) la elección para la sede de los Mundiales de atletismo del 2019, que se fueron al emirato del Golfo Pérsico en detrimento de la capital catalana y de Eugene (EEUU).

Un talón suculento a plena luz del día

De nada sirvieron las airadas protestas del miembro del Consejo Directivo de la IAAF y presidente de la Federación Española de AtletismoJosé María Odriozola. «Aparentemente estamos ya a la altura del fútbol; lo único que tienen es dinero», aseguró el vehemente mandatario tras la derrota de Barcelona, recordando la polémica elección de Catar para el Mundial de fútbol del 2022. En Montecarlo, sin embargo, no hubo sospechas de soborno, sino un talón esgrimido a última hora y a plena luz del día. A ello se añadió que Doha ya presentaba el presupuesto más alto, rondando los 100 millones de euros (Barcelona apenas llegaba a 50) y que prometió un campeonato que abría fronteras (nunca había recalado en el mundo árabe) a pesar del evidente problema de la climatología, que obligará a celebrar la cita atlética del 28 de septiembre el 6 de octubre del 2019 y en un estadio que se podrá climatizar a voluntad pese a ser descubierto.

Un Mundial de fútbol 15 veces más caro que Brasil

Más allá de las investigaciones en marcha por la polémica concesión de la FIFA de los Mundiales de Rusia 2018 y Catar 2022, este último acontecimiento se presenta con el dudoso honor de ser el más caro de la historia. El presupuesto, auditado por Deloitte, se eleva a 148.000 millones de euros. Es decir, 15 veces más que los últimos celebrados, el pasado verano en Brasil (ver gráfico), y casi cuatro veces más que el último gran despilfarro, el cometido por Rusia con motivo de los Juegos Olímpicos de invierno del 2014 en Sochi.

Catar había previsto inicialmente construir 12 estadios para el 2022, pero, de acuerdo con la FIFA, los limitará a ocho o nueve. Pero esa partida apenas supone unos 3.500 euros. La parte del león se la llevan las grandes obras públicas. El país se está haciendo nuevo, y va a construir trenes (y metro en Doha), carreteras y autopistas, un puerto, un nuevo aeropuerto y hoteles por valor de unos 15.000 millones de euros.

El Barça, 165 millones por un escaparate

El Barça se ha convertido en uno de los grandes escaparates de Catar a través de su camiseta, en un acuerdo que la directiva de Rosell vendió como imprescindible para sobrevivir económicamente y competir con los grandes clubs. El contrato inicial (2011-16) que supone algo más de 30 millones de euros anuales y 165 en total, y del que la mayoría de la directiva no tiene un conocimiento detallado, se ha convertido en un desplegable que ha ido empapelando el Camp Nou.

A pesar de tener el visto bueno de la asamblea, la alianza con Catar, que provocó el desplazamiento a la espalda de Unicef, ha sido objeto de constantes críticas por parte de los socios y ha afectado la imagen externa del Barça. Una de estas consecuencias es la imposibilidad de realizar giras por EEUU debido al veto de ese país de todo lo relacionado con un país al que consideran cómplice del terrorismo islámico. Precisamente esta vinculación denunciada reiteradamente por distintos medios ha llevado a que algunos directivos hayan planteado la necesidad de romper esta alianza y buscar otro patrocinador.

Una sangría sin fin de obreros inmigrados

Además de la alargada sombra de corrupción, Catar debe lidiar con las pobres condiciones laborales en que trabajan los operarios de la construcción. Solo el 20% por ciento de ciudadanos son nativos de Catar, y en el país trabajan 1,3 millones de operarios inmigrantes, sin libertad de asociación y en unas condiciones casi infrahumanas. Un informe realizado por la Confederación Sindical Internacional ha revelado que en las obras del Mundial del 2022 podrían morir 4.000 trabajadores de la construcción. Hasta el momento ya han fallecido 1.200 y durante el 2013 el promedio fue de 20 muertos al mes, en su mayoría indios y nepalís.