CORRER COMO UN BOMBERO

El calor del público, el calor del traje

Participar en la Cursa dels Bombers con el uniforme es muy duro, pero los ánimos de público y 'runners' lo compensan todo

MANUEL DE LUNA / BARCELONA

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Correr 10 kilómetros al sol de mayo con el traje completo de bombero no es moco de pavo10 kilómetros al sol de mayo con el traje completo de bombero. Es duro, muy duro, “pero se ha de acabar como sea. ¡Somos bomberos!”, exclama David Sánchez Calderer, uno de más del 200 bomberos que este año participan en la Cursa dels Bombers con el uniforme, y casi un centenar, con las bombonas de oxigeno. “Lo peor es el calor que vas cogiendo, porque el traje no transpira y sube la temperatura como en un horno”, explica David, que avisa a neófitos: “con el traje, el muro está entre los kilómetros 8 y 9”.

Los más de 200 de bomberos (de Barcelona, Generalitat, Aena, Andorra…), todos pertrechados, se colocan justo delante de los corredores de élite, y salen unos minutos antes de darse el pistoletazo oficial del inicio de la prueba. “Hay que correr siempre por la parte exterior del circuito, para no estorbar cuando nos alcancen los corredores de elite”, insiste Víctor Dobaño, caporal de los Bomberos de Barcelona. Y empieza la Cursa dels Bombers… con un sol que acongoja.

Primer kilómetro, a 4’59” el mil, y 134 pulsaciones por minuto. La sensación es de pesadez (lógico, con más de 10 kilos de más), pero no hay molestias. La adrenalina de la salida ayuda.

Segundo kilómetro a 4’50 el mil y 138 pulsaciones. Este es el ritmo previsto (con mucho optimismo) para la carrera. A ver si se aguanta…

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Tercer kilómetro y empieza el sufrimiento. 4’52” el mil y 147 pulsaciones. El Paral.lel sube, sí, pero con traje de bombero, sube muchísimo más. “Hay que ir con cuidado”, avisa Javier, bombero de Aena, que también afronta el kilómetro 3 y explica cómo sufrió un golpe de calor hace un par de años por el que tuvo que ser ingresado. “Iba bien en la carrera, pero no controlas el calor que generas y que no sale… Total, superé los 50 grados y caí… (por cierto, en el kilómetro 8 y pico); pero eso ya está superado y no deja de ser otra experiencia”, comenta, con una sonrisa.

Mientras Javier explica su historia, llegan por detrás los corredores de élite, un grupo que pasa volando bajito. los corredores de élitevolando bajitoLa sensación cuando te superan es que tú caminas para atrás.

Quinto kilometro y, efectivamente, es el ecuador: el calor es agobiante, notas como corre el sudor y baja hasta empapar los calcetines. Además de las piernas, el cuello comienza a agarrotarse por el peso del casco. El ritmo cae a 4’52” y las pulsaciones llegan a 150. Pero sorprende el contraste: un infierno en tu interior y un paraíso a tu alrededor, con miles de personas y ‘runners’ animándote, palmeándote, dándote agua…

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“Lo mejor es lo mucho que te anima la gente cuando corres. Te sientes muy valorada”, confirma Miriam Galisteo. “Es la primera chica que pasó las mismas pruebas físicas de ingreso que hacemos nosotros”, apunta muy ufano uno de sus compañeros. Efectivamente, fuerte debe estar, porque corre con el traje y bombona de oxigeno (unos 20 kilos en total). “Pero este año voy a acabar, porque no he podido entrenar mucho”, se sincera Míriam. Eso sí, como David, lo tiene claro: “Se ha de acabar”.

Y en eso estamos, en acabar, pero en el kilómetro ocho ya hemos llegado a la fase de agonía: 5’12” el mil y por encima de 150 pulsaciones. Hay que bajar el ritmo, pero la gente te empuja, los corredores te animan y María (mi hija) me marca el ritmo. Así, es imposible no acabar.

En el kilómetro 8 (5’13” el mil, y 148 pulsaciones) ‘recogemos’ a un bombero sin fuelle, doblado en dos en el margen. “¡Venga, que ya está, ponte a mi ritmo cochinero y llegamos!”. Se anima, se engancha y baja Via Laietana codo a codo. “Gracias por ayudarme, ya estaba hundido", dice con una sonrisa. Sí, siempre sonríen, no suele haber rictus de sufrimiento en ninguno de ellos, pese al tremendo esfuerzo.

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Kilómetro 9 y bajas a 4’49” el mil y subes a 155 pulsaciones. Y sonríes. No hay razón física, es todo mental: los espectadores buscan tu mano para chocarla en este último tramo de la carrera y te dan la gasolina que te falta. Y cruzas la meta y te olvidas de la agonía. ¡Está hecha!

 Entran más ‘runners’ por detrás y te palmean y te siguen animando y uno incluso te abraza y te da las gracias "por lo que hacéis"

Al margen de la -dura- experiencia de correr como un bombero, queda la gratificante constatación, vivida en primera persona por las calles del centro de Barcelona, del aprecio y el gran reconocimiento social que tiene los bomberos. Pues sí, es para sonreír.