Cita anual en la Florencia antigua

Calcio storico

Dos fotoperiodistas catalanes se adentran y conviven en el impenetrable mundo de un deporte sin piedad

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / Barcelona

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Cuatro barrios. Cuatro colores. Cuatro iglesias. Cientos de años de historia. Toneladas de tradición. Sangre, sudor y lágrimas a litros, a cisternas. Una ciudad, Florencia. Una plaza, Santa Croce. Una fecha, 24 de junio, día del patrón de la Toscana. Una pelota, en su tiempo, antes de Cristo, un amasijo de trapos, crines de caballo y plumas. Dos porterías, pequeñas, casi nadie las tiene en cuenta. Dos equipos de 27 hombres sin piedad cada uno. Sin edad. Herederos directos de los gladiadores. Cincuenta minutos sin piedad. Si se conocen, no se saludan.

La regla del calcio storico, el deporte más antiguo que existe, mezcla de fútbol, rugby, boxeo y lucha libre es que no hay reglas. Salir vivo de Santa Croce. Ganar por el honor de ganar. Todo ocurre, en Florencia, a finales de junio desde 1580. Esta vez, ganaron los azules de Santa Croce. Perdieron los blancos del Santo Spirito (2-0), los más calciantis y mercenarios. En semis, cayeron los verdes de San Giovanni, la iglesia más representativa, una especie de Betis, y los rojos de Santa Maria Novella.

Hace mucho tiempo

La aparición de este deporte sin piedad, donde vale todo, donde el único objetivo es parar, derribar, placar,  dañar, frenar, obstruir, patear, pisotear, noquear, aniquilar al adversario mientras uno o dos de los tuyos, no más, se preocupan de llevar la pelota a la portería se remonta, dicen, a la civilización romana como una practica más para mantener en forma a los soldados. De ahí, tal vez, que los 27 jugadores se distribuyan en la arena de Santa Croce en cuatro líneas, imitando la formación de la legión romana.

Se cree que el actual calcio storico conmemora un partido disputado el 17 de febrero de 1530, durante el asedio de Florencia por las tropas de Carlos V. A pesar de la prohibición, sus habitantes osaron burlarse del agresor pese a estar rodeados y casi conquistados, celebrando los carnavales y su final, claro. Carlos V tomó la ciudad, pero aquel partido se jugó como demostración de que nada ni nadie les impediría cumplir con su tradición. Algo de eso, o mucho de eso, intuyeron David Airob y David Ramos, fotoperiodistas de La Vanguardia y de la agencia Getty, respectivamente, cuando, en un viaje, vieron una diminuta reseña del calcio storico en una revista que alguien se había dejado en su asiento.

Los Davides decidieron investigar. Invertir. Viajar. Endeudarse. Veremos si el World Press Photo (WPP) al que optan, les recompensa. Decidieron hacer periodismo del bueno. Seguir siendo fotógrafos y reiventarse como cámaras de video, convirtiendo ese espectáculo en su otra vida, su reto, su apuesta, su pasión, su proyecto experimental. El resultado final es un reportaje multimedia (https://vimeo.com/82493742), editado y montado por José Bautista, ganador ya de un WPP con el multimedia Into the shadows (Hacia las sombras), en el que se muestra como malviven miles de inmigrantes sudafricanos en los suburbios de Johannesburgo, obra de Pep Bonet y Line Hadsbjerg. Calcio storico tiene solo un puñado de imágenes de las cientos que captó Ramos y nueve minutos de los miles que grabó Airob. Mezcla de estremecimiento y dulzura. Una delicia.

Imágenes estremecedoras

Gracias a Marcelo Segundo, capitán de los azules, los Davides pudieron introducirse en la vida de algunos calciantis. No contentos con ello, estiraron sus ahorros para contratar a Martina Favaro, una documentalista de Venecia, que les ayudó a hacerse una idea de dónde se metían. Y viajaron una, dos, tres y hasta cuatro veces a Florencia con sus bártulos, que eran muchos. Ramos hacía fotos; Airob experimentaba con la cámara de video y los micros. Fue apasionante, cuentan, pero caótico. Ellos no son multimedios, pero la vida les ha hecho multimedios. Ellos aman la imagen fija, pero el calcio storico los ha convertido en los hermanos Coen.

«Fue una locura. Una bendita locura, de la que estamos orgullosísimos y felices», relata Airob. «Recuerdo el primer día como si fuera el final del mundo. La primera semifinal, St. Maria Novella-Santo Spirito (0-3). Cuando llegué con mis enseres a Santa Croce, la arena estaba vallada, enrejada. Yo era el único tonto, entre fotógrafos y cámaras, que no llevaba alicates, porque la primera enseñanza es que debes abrirte un hueco entre la verja para poder filmar. Lo demás fue caos, caos y más caos. Grababa y no veía, miraba y me cegaba. Un desastre». La reflexión en voz alta de Airob, inexperto con el vídeo (ahora ya puro Scorsese) fue: «Lo que me sale instintivamente con la máquina de fotos es un tormento con la cámara de vídeo. No sé mirar, no sé ver, no sé encuadrar». Pero sí sabía, sí.

«La imagen de David, al final de aquel partido era patética», añade Ramos. «Estaba destrozado, descompuesto, desolado. No había visto el balón y, peor aún, las imágenes que había visto no sabía si las tenía grabadas, pero sí sabía que le habían estremecido el alma, revuelto el estómado. Era tremendo verse pegar, a saco, sin compasión, a 54 hombres como armarios, entrar y salir camilleros, salpicar sangre, sudor, lágrimas. Aquella tarde nos fuimos al hotel conmocionados». Y la reflexión fue: mañana no seremos capaces de mirar lo que hemos hecho.

No hay año sin heridos, sin fracturas, sin lesionados, sin algún coma en la arena. Es fútbol, rugby, boxeo, lucha libre, es todo en uno. Es Matrix sin piedad. Es 4D con sangre. Se pelea cuerpo a cuerpo, pero se pelea alrededor de tu cuerpo porque nunca sabes de dónde procede el peligro.

Son gente de barrio. Pero los hay abogados, arquitectos, filósofos, tenderos, restauradores, oficinistas…Les pegan, los tumban, los tiran, pero nunca los derrotan. No hay suplentes. No hay sustitutos. No hay recambios. Abandonar la arena, el campo (¿de batalla?, sí, de batalla), es un deshonor. No se abandona a un compañero. Si sales en camilla es que vas directo al hospital. «Cuando los ves de cerca», explica Ramos, «cuando compartes sus vidas, tienes la sensación de que estas, en efecto, ante superhombres, pero gente común. Fuertes, hábiles, escurridizos, flexibles, ágiles, encajadores». Los Davides se hicieron tan amigos de ellos que en la final sufrieron cuando dañaron a buena parte de sus nuevos amigos, colegas.

Ahí estaba Marcelo, jugador profesional de rugby. «He jugado dos Mundiales, el Cinco Naciones con Italia, me he enfrentado a los mejores del planeta y jamás sentí lo que sientes cuando entras en Santa Croce. ¡Jamás! Es único, estremecedor, pura adrenalina». Y, como Marcelo, Zenna, de 64 años. Domador de la noche florentina. Si hay una trifulca en la ciudad, en cualquier fiesta o discoteca, lo llaman a él y pacifica la situación por teléfono. «Yo soy el duro», dice. Y todo el mundo lo sabe. O Gianni, pintor de brocha gorda, hijo de un viejo calcianti al que le arrancaron una oreja de un mordisco, la escupieron en la arena y jamás apareció.

O Simone, de 46 años, líder de los azules y, sin embargo, dueño de un bar en el epicentro del barrio de los blancos, a cien metros de su iglesia, la misma en la que el párroco (como a azules, verdes y rojos) los bendice antes del partido. «En este juego», grita Simone, «hay que ser cínico, ¡cínico!, como en la vida. Mi madre no ha estado nunca en Santa Croce. Mi padre, nunca. Mi mujer, nunca. Mi hija, nunca. Si un día me entero que están, aunque sea solo en el desfile, prefiero morir en la arena. He de preservar a mi familia de esto».

Alessio, ingeniero industrial, azul, asegura que todo lo provoca el miedo. «El miedo, como en la vida, es el motor que te lleva a la arena. El miedo te mueve. El miedo te crea esa extraña sensación de placer. Genera la endorfina, que amplifica los sentimientos y te hace sentir tu cuerpo. Y tienes la impresión de volar». Marco, filósofo, azul, luchador profesional de artes marciales mixtas (MMA). «No es solo deporte. Es amistad, combate, sentimiento. Es un instante fuera del espacio y del tiempo».

«Es el desafío del hombre, contra el miedo, contra el dolor, contra el temor de fallar a los tuyos», relata Davide, ingeniero agrónomo, encargado de que todas las flores de los jardines de Florencia luzcan lindas. «Si piensas, pierdes; si piensas, te tumban; si piensas, llegas segundo», añade este fornido calcianti.

«Creerme», recuerdan los Davides que les dijo Marcelo, «los primeros 10 minutos son terribles. Si le debes romper la cabeza a uno de un puñetazo, debes hacerlo, ¡hazlo!, de lo contrario te la romperá él a ti». Alessio, dicen, es el Leo Messi del calcio storico«Ahí hay 15 tíos que quieren verme muerto. ¿Que qué me mueve? La gloria. Ganar para los míos. Prestigio. Honor. Ser el ídolo de las chicas durante todo un año».