Bruno Hortelano, una bala inesperada

La maravillosa irrupción del esprinter en los Europeos de Amsterdam cubre un déficit histórico de la velocidad española

Bruno Hortelano, tras acabar triunfalmente los 200 metros de los Europeos.

Bruno Hortelano, tras acabar triunfalmente los 200 metros de los Europeos. / periodico

JOAN CARLES ARMENGOL / BARCELONA

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No es el Usain Bolt español, no hay que exagerar tampoco, pero es lo más parecido que se podría encontrar en un sector del atletismo, el de la velocidad pura, que ha sido históricamente un erial en el país. Bruno Hortelano, atleta formado íntegramente fuera de nuestras fronteras, esta revolucionando el esprint con la gestas que ha firmado en los Europeos de Amsterdam, justamente a un mes de los Juegos Olímpicos de Río.

Hortelano, a sus 24 años, no solo ha sido el primer finalista español (acabó cuarto) en los 100 metros de un gran campeonatos (Juegos, Mundiales o Europeos) sino que el viernes tocó la gloria con los dedos al hacerse con la medalla de oro en los 200 metros, previa descalificación del holandés Churandy Martina, el único hombre que fue capaz de superarle en la pista del Estadio Olímpico, si bien pisando un par de veces la línea interior de su calle. La alegría que Bruno sintió cuando una periodista le comunicó en la zona mixta que su metal habia sido el oro y no la plata -salió corriendo a comunicárselo a sus padres- refleja el estado de gracia en que se encuentra esta bala humana, esa esperanza blanca, que ha abierto un boquete de dimensiones siderales en el deprimido panorama del esprint español.

Porque este atleta fuerte, alto, potente y, sobre todo rápido, está haciendo historia en un territorio hostil. Los corredores de fibras rápidas y capaces de retrasar la fatiga muscular no han abundado en España. Algunos ya califican a Hortelano de pionero y le equiparan, por los territorios inexplorados conquistados en su momento, a estrellas del pelaje de Manolo Santana, Ángel Nieto, Severiano Ballesteros, Fernando Alonso, Carolina Marín o Javier Fernández. Todos ellos triunfaron en modalidades prácticamente vírgenes hasta entonces. Exactamente lo mismo que está haciendo Hortelano.

Hasta esta misma semana, la cosecha de éxitos en el esprint puro (100 y 200) había sido casi insignificante. Ningún finalista masculino, nunca, en grandes campeonatos (en mujeres, Sandra Myers en 200 y Glory Alozie en 100 fueron cuartas en sendos Europeos), y lo único remarcable habían sido algunos puestos de finalistas del relevo 4x100, como en el Mundial de 1997 (séptimo) o los Europeos de Split 1990 (sexto) y Múnich 2002 (quinto). ¡Ah! Y una final olímpica, cuando el 4x100 jugó en casa en Barcelona-92 y fue séptimo con Frutos Feo, Venancio José Murcia, Jordi Mayoral y Carlos Berlanga.

Hortelano no se ha plegado a esta tradición y en sus cada vez más frecuentes visitas a la tierra de sus padres (Gonzalo es de Bilbao y Pilar, de L'Espluga de Francolí) ha ido poniendo las base de su revolución. En el 2013 (Mundiales de Moscú) dejó el récord de España de 200 en 20.47, el pasado 23 de junio puso en Moratalaz el de 100 en 10.06 y, esta semana, ha explotado en Amsterdam con otro récord en el doble hectómetro (20.39), su cuarto puesto en 100 y el oro en 200.

"No acepto que mi genética tenga límites", asegura Hortelano cuando le cuestionan por la presunta superioridad de los velocistas negros. Sus padres, científicos especialistas en biología molecular, tienen mucho que ver con esa convicción del hijo, que a la vez se acaba de licenciar como biomédico en la Universidad de Cornell, en Ithaca (Nueva York), un centro por el que han pasado, más que grandes deportistas, excelentes investigadores y hasta un total de 18 premios Nobel. Y también Christopher Reeve, el Superman cinematográfico del que Hortelano parece tomar prestada la capa con la que sale imaginariamente a competir contra todos, sin complejos. "It's just another race" ("Es solo otra carrera") se dice mientras se toca la sien con los dedos antes de correr y soltar otra palabra talisman: "Believe" ("Cree").