LOS MUNDIALES DE NATACIÓN

Brazada de bronce de Jessica Vall

Jessica Vall, en primer término, comparte un poblado podio de 200 braza, con tres medallistas de bronce.

Jessica Vall, en primer término, comparte un poblado podio de 200 braza, con tres medallistas de bronce. / periodico

JOAN CARLES ARMENGOL

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Jessica Vall llegó a los Mundiales de Kazán metida entre las 10 mejores del mundo, por marcas, y se fue entre las tres mejores. O, mejor dicho, entre las cinco mejores, porque por primera vez la medalla de bronce fue compartida por tres nadadoras una vez finalizada la emocionante final de los 200 metros braza. Vall, una nadadora barcelonesa que en noviembre cumplirá 27 años, protagonizó una reacción fulminante en el último largo (pasó los 150 metros en última posición) para arañar un podio inesperado con una última brazada mágica, estratosférica, que le dio el bronce y que otorgó a la delegación española la tercera medalla en la ciudad rusa, la primera en natación en línea. Solo Ona Carbonell en sincronizada (plata en solo técnico y bronce en solo libre) había sido capaz de subir al podio.

Jessica Vall la emuló este viernes en un tercer peldaño más poblado que nunca. Por delante, los primeros fueron ocupados por la japonesa Kanako Watanabe (oro, con 2.21.15) y la estadounidense Micah Lawrence (plata, con 2.22.44). Vall, todo sonrisa, todo euforia, compartió el tercer puesto junto a la plusmarquista mundial, la danesa Rikke Moller Pedersen, y la china Shi Jinglin. Las tres con una marca de 2.22.76, que en el caso de la barcelonesa es nuevo récord de España, superando los 2.22.88 de Marina García en la final de los Mundiales de Barcelona 2013.

Aquel año, Vall era apenas una debutante, y lo pagó quedándose en semifinales. La pasada temporada ya demostró su potencial al conquistar el bronce en los Europeos de Berlín. Y ahora se ha consagrado con una actuación fenomenal, ejemplificada en unos últimos 50 metros estelares. La catalana, que el día anterior había entrado en la final con el séptimo tiempo (2.22.90), pasó última el último viraje. «A los 150 metros me he dicho: 'Jessica, estás ubicada muy atrás y en los últimos 50 metros debes darlo todo'». Y así lo hizo. Logró el mejor parcial (35.57) y le restó nada menos que 3,5 segundos a Pedersen en un esprint final apoteósico.

Visualmente, Vall parecía luchar por la quinta plaza, pero en una última brazada mágica, casi incomprensible, con un largo deslizamiento subacuático, logró igualar hasta la última centésima a las dos mujeres que la precedían y arañar así un bronce tan brutal como inesperado.

"Perseguir los sueños"

El éxito le ha llegado a Vall de manera tardía, pero tiene una explicación. Sin dejar nunca de nadar, priorizó durante cinco años su carrera de Biología Humana. Luego entró a trabajar, primero como becaria y luego como técnica de laboratorio, en el Parque de Investigación del Hospital del Mar de Barcelona. Hasta los Juegos Mediterráneos del 2013, en Mersin (Turquía), no se supo de ella a un alto nivel. Ahí logró un oro (200 braza) y dos platas (100 braza y 4x100 estilos), semanas ante de su debut mundialista en Barcelona, ya con 24 años.

«Hay que perseguir los sueños, tengas la edad que tengas, en el mundo del deporte y fuera de él», asegura convencida esta pequeña bracista que acostumbra a nadar en negativo; es decir, en progresión, de menos a más, y con finales tan electrizantes como el de ayer, en el que su físico ténue (1,63 de altura por 52 kilos) no le impidieron luchar con éxito con gigantes como Pedersen.

Jessi, como se la conoce en el mundo de la natación, dedicó su éxito a su entrenador Jordi Jou, su familia y, sobre todo, a su marido (se casó en septiembre pasado), que ha tenido problemas de salud en los últimos meses y ha sido tratado por el padre de Ona Carbonell, especialista en el aparato digestivo. Ona y ella ya comparten ahora, también, medallas.