Borussia, los potros que (casi) conquistaron Europa

El equipo alemán dominó el continente en los años 70 de la mano de Weisweiler y Lattek, dos técnicos que luego fracasaron en el Barça

Hennes Weisweiler firma autógrafos a unos niños en el Camp Nou durante su estancia en el Barça, en 1976

Hennes Weisweiler firma autógrafos a unos niños en el Camp Nou durante su estancia en el Barça, en 1976 / periodico

ELOY CARRASCO / BARCELONA

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Aunque ahora están más de moda las 'avispas' de Dortmund, hace cuatro décadas los prusianos que marcaban el paso eran unos 'potros'. El Borussia (Prusia) de Mönchengladbach desplegaba tanta energía, su fútbol era tan arrollador, que el apodo cayó como anillo al dedo. El rival del Barça este miércoles en la Champions no respira hoy el mismo aire que los grandes campeones, pero tiene unas cuantas páginas en el libro gordo de la historia del fútbol.

Hace medio siglo, un hombre llamado Hennes Weisweiler abrió el capítulo. El Borussia Mönchengladbach era un club sin nada que contar y por eso su irrupción resultó un impacto. Su Borussia, al igual que hoy el de Dortmund, constituyó un contrapoder del Bayern de Múnich y en 1970 le arrebató por primera vez la Bundesliga. Y ya sonaban ahí apellidos que luego serían eminentes: VogtsBonhofHeynckes...

UN BALÓN DE ORO DANÉS

Poco a poco se fueron sumando futbolistas que habrían de dar mucho que hablar, como Günter Netzer y el danés Henning Jensen, que ficharían por el Real Madrid unos años después, o, en clave azulgrana, Allan Simonsen. El pequeño 'Simonet' llegó a ganar el Balón de Oro en 1977 con el Borussia, el máximo reconocimiento individual para un club que en aquellos años pisaba ya las grandes cimas.

Con ese aval, Simonsen, un enjuto y desgreñado extremo muy pillo, aterrizó en 1979 en el Camp Nou en medio de una añoranza indisimulada por Johan Neeskens, el héroe holandés que perdía su sitio por la llegada del danés (entonces solo podían jugar dos extranjeros). Sin embargo, acabó entrando en la carpeta de favoritos de la hinchada en aquel Barça del nuñismo caótico. Lo mejor aquí (no fue mucho): una Recopa (1982) con un gol suyo en la final ante el Standard de Lieja.

LA COPA DE EUROPA PERDIDA

El Borussia Mönchengladbach del que el Barça arrancó a Simonsen ya era a esas alturas una cosa seria. En la para ellos irrepetible década de los 70 los potros ganaron cinco veces la Bundesliga (70, 71, 75, 76 y 77, y nunca más, ni antes ni después) y dos la Copa de la UEFA (75, ante el Twente, y 79, ante el Estrella Roja). En el Camp Nou se pudo ver dos veces al conjunto que llevaba la publicidad de Erdgas en el pecho, en los Gamper de 1972 (lo ganó) y 1973 (lo perdió ante el Barça por penaltis).

Solo le faltó a aquel equipazo superar el último escalón: la Copa de Europa. Anduvo muy cerca. Llegó a la final de 1977, contra el Liverpool. En aquel momento era un gran duelo de gallos en busca del cetro caído del Bayern, campeón en las tres ediciones anteriores al que había eliminado en cuartos el Dinamo de Kiev. El título se fue a Liverpool, superior en una gran final (3-1) con un Keegan en el cénit.

La frustración se tradujo, de hecho, en el inicio del ocaso de la generación dorada de Mönchengladbach. El desgajamiento progresivo se fue acelerando, se fueron Bonhof, Simonsen, Jensen y, también rumbo al Madrid, Uli Stielike, cuyo fichaje se gestó de un modo anecdótico. Por recomendación de Netzer, el Madrid pretendía fichar a Wimmer, otro centrocampista, rubio y de cabello encaracolado. Pero el viejo y enérgico Santiago Bernabéu vio un partido del Borussia y quien le llamó la atención fue otro, moreno y con poco pelo: "Hay que fichar a ese del bigote que tiene tanta mala leche". Era Stielike, que acabó estando ocho temporadas en Madrid. Hoy es el seleccionador de Corea del Sur.

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LA COLISIÓN CON CRUYFF

La marcha gota a gota de estrellas desangró a uno de los mejores equipos del momento. No solo exportó futbolistas excelentes, sino también entrenadores y métodos. Weisweiler, el padre de la obra, llegó al Barça en 1975, pero duró menos de un año. Poco flexible y acostumbrado a ser el eje del vestuario, su épica colisión con Cruyff hizo crujir a todo el equipo. Se atrevió a sentar al holandés en el banquillo en un partido en Sevilla y la brecha entre ellos ya fue irreparable.

Años después, en 1981, Udo Lattek, que precisamente había sustituido a Weisweiler en el Borussia, se sentó en el volcánico banquillo del Camp Nou para dirigir el Barça de Schuster Maradona. Tampoco echó raíces y al cabo de un año y medio fue reemplazado por Menotti.

LA LLAMA DE TER STEGEN

Difuminado ya en la historia el periodo de dominio de aquel potente cuadro, el Borussia Mönchengladbach nunca volvió a catar la carne buena. Desde entonces, solo ha ganado una Copa alemana (1995), y de vez en cuando le brota alguna perla que tarda poco en serle arrebatada, preferentemente por el Bayern, su histórico depredador. Así ocurrió décadas atrás con Matthäus Effenberg, y allí echó los dientes también Marco Reus, hoy figura con las 'avispas' de Dortmund. En el 2012 les salió el mejor portero de la Bundesliga, un tal Ter Stegen, hoy portador en el Barça de la llama de Mönchengladbach, la pequeña ciudad renana que un día galopó a lomos del equipo más grande de Europa.