Rusia en la miseria

El escándalo del dopaje descubre el entramado de un sistema eficaz pero orientado en exceso a los resultados

Atletas rusos

Atletas rusos / periodico

MARC MARGINEDAS / MOSCÚ

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Parece una estampa extraída de la Guerra Fría, el escenario perfecto para ambientar una palpitante novela de espías escrita por John Le Carré. Dos tétricos edificios de material prefabricado, unidos por un paso elevado y con los accesos controlados por cámaras de televisión. La luz mortecina procedente de algunas farolas -las restantes parecen averiadas- a duras penas consigue iluminar el complejo, sito en un barrio sin personalidad del este de Moscú, donde aún no ha llegado el proceso de gentrificación que, en los últimos años, ha transformado amplias zonas del centro. Frente al lugar transitan estruendosos tranvías con destino y origen en la cercana estación ferroviaria de Kursk, cuyos pasajeros parecen ajenos a la polémica mundial suscitada desde el interior de esas instalaciones.

Esto es el número 10 del callejón Yelizavetinski, una de las sedes del Centro Federal Ruso para la Investigación de la Cultura Física y el Deporte (VNIIFK, por sus siglas en ruso), epicentro del más dañino escándalo que ha afectado al deporte ruso. Y posiblemente al mundial. Su exvicedirector, Serguéi Portugalov, está acusado por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) de idear un esquema para aconsejar y suministrar a los atletas rusos sustancias prohibidas con las que mejorar sus resultados en las competiciones deportivas, trama que a la vez les permitía encubrir resultados positivos en los controles analíticos y que supuestamente contaría además con la aquiescencia del Estado ruso.

UN DÍA DE RUTINA

El pasado miércoles por la tarde, mientras las instituciones mundiales del deporte debatían el posible veto a la participación de atletas rusos en los Juegos Olímpicos del 2016, el VNIIFK continuaba su rutina, con personal y deportistas entrando y saliendo de las instalaciones, y eso sí, rechazando a todo reportero que se acercaba para demandar una reacción. «No se recibe a periodistas», espetaba, con cara de pocos amigos, el portero que vigila la entrada principal, adornada con siluetas de deportistas en áreas en las que Rusia es líder: hockey sobre hielo, patinaje artístico y biatlón.

Pese a la polémica desatada, nadie duda de que este país de 144 millones de habitantes, donde la práctica del ejercicio físico está firmemente arraigada desde la infancia, es una gran potencia deportiva que desde siempre ha sabido identificar y potenciar el talento, transformándolo luego en triunfos en las competiciones mundiales. En Rusia existen 450 escuelas denominadas «de la reserva olímpica»a las que acuden, después de las clases obligatorias en los colegios de enseñanza básica, alumnos de siete años para arriba.

Allí, desde esta temprana edad, son entrenados los futuros deportistas que competirán por las medallas en las principales disciplinas olímpicas y competiciones oficiales mundiales. La edad en la que comienzan a asistir a estos centros de alto rendimiento depende del deporte practicado. Los atletas se incorporan a los siete años, los nadadores, a los ocho, los tiradores con arco, a los 11 años. Recibirán adiestramiento superior, de la mano de entrenadores renombrados, ganadores de medallas olímpicas y campeonatos, hasta los 17 o los 18 años.

Las autoridades rusas conceden tanta relevancia al éxito de sus deportistas en los torneos mundiales y los Juegos Olímpicos que el propio presidente Vladímir Putin preside con regularidad reuniones con los dirigentes del sector y del Ministerio de Educación para evaluar los resultados obtenidos en las competiciones y determinar las necesidades más perentorias en las instalaciones destinadas a entrenar a los deportistas de élite, algo difícil de imaginar en Europa o EEUU.

Sin sorpresas

Pese a toda esta cultura de promoción del deporte, lo cierto es que la polémica suscitada por las acusaciones de la AMA no parecen haber sorprendido a nadie en Rusia. Una encuesta realizada por uno de los más populares portales especializados del país -Sports.ru- en la que a mediodía del viernes habían participado más de 30.000 lectores, está revelando cómo los propios ciudadanos ponen en duda la limpieza de los métodos empleados por su país para fabricar campeones. A la pregunta de si creían que el deporte ruso era «limpio», más de un 67% de los participantes marcaron la casilla de «no, desde hace tiempo se está quemando en el infierno». Y solo un 15% creía que el informe de la AMA «no había probado nada».

En una conversación con EL PERIÓDICO, Vasily Utkin, uno de los propietarios del portal y redactor-jefe de los canales de Deportes de NTV-Plus, se resiste a asumir las tesis de las autoridades, que sostienen que existe gran animadversión contra los éxitos de los atletas rusos provocada por los conflictos políticos del momento. «No entraré en la cuestión de si todo el mundo está contra nosotros», valora Utkin. Sin embargo, sí lamenta que todo el sistema ruso de promoción del deporte de élite esté excesivamente orientado a la «consecución de resultados». «El deporte es una forma de vida», y los resultados vienen «después». Algo que, desgraciadamente, tampoco es exclusivo de Rusia.