El Atlético sí va a Milán

Oblak aguanta la exhibición del Bayern de Guardiola y resiste en un partido majestuoso de ambos equipos

Los jugadores del Atlético se felicitan mientras Aonso no oculta su desolación.

Los jugadores del Atlético se felicitan mientras Aonso no oculta su desolación. / periodico

MARCOS LÓPEZ / MÚNICH (Enviado especial)

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En un partido grande, de esos que dentro de décadas se volverá a hablar, una y otra vez, el Atlético se ganó el billete para Milán, mientras el Bayern de Guardiola se quedó, por tercer año consecutivos, en la puerta.

Prolongó el campeón bávaro su desgracia contra los equipos españoles –Madrid (2014), Barça (2015) y Atlético (2016)– que se marchó dejando un halo de fútbol descomunal, incapaz, eso sí, de saquear la portería de Oblak, un guardameta que sostuvo al 'cholismo' cuando estaba contra las cuerdas. Perdió quien más propuso, ganó quien mejor defendió su obra.

Simeone, el comandante del Atlético, ya tiene dos finales de Champions en apenas tres años para demostrar que su fútbol también tiene mucho mérito. Especialmente porque cuando llegó el descanso, Simeone estaba agotado.

BALÓN A TODA VELOCIDAD

Agotado de pedirle a su equipo que saliera del hogar de Oblak, ese gigante esloveno que sostuvo al Atlético de pie cuando todo amenazaba ruina. Agotado de ver jugar al Bayern de Guardiola en una exhibición de fútbol, aprovechando cada centímetro de la mojada alfombra del Allianz Arena. Iba el balón a tal velocidad que Simeone terminó desquiciado, pidiendo la hora en el descanso, aliviado al ver a Oblak parar el penalti a Müller que era el 2-0.

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Fue un verdadero torbellino de fútbol bávaro, sincronizado con una presión brutal y una ocupación de los espacios que merecería un tratado. ¿El Bayern? Bien, no. Mucho más que bien. Rompiendo por fuera con Lahm, más extremo que lateral, y Alaba, formando una diabólica sociedad en la izquierda con Ribéry, mientras Douglas Costa, un extremo, se vino al centro para abrir la muralla rojiblanca. Y la abrió.

SIN RENDICIÓN

Esos 45 minutos se le hicieron eternos al Atlético. Cualquier otro equipo habría enarbolado la bandera blanca de la rendición; ellos, no como se demostró cuando Ribéry tuvo que aguantar la ira de Simeone en la banda.

Necesitaba el 'Cholo' detener el juego como fuera. Y esa bronca le vino de maravilla. La bronca y el descanso, donde reorganizó a su equipo con la entrada de Carrasco para inyectar velocidad a un Atlético que tenía plomo en las piernas. El gol de Griezmann, en una posición dudosa tras el primer error en la presión alemana, ejerció de despertador para el cholismo.

Aturdido quedó el Bayern, pero se levantó agarrándose al balón, como había prometido Guardiola dignificando un partido de fútbol hasta límites insospechados. El gol de Lewandowski le dio esperanzas, pero no imaginó que Oblak acabaría siendo la perdición. No, no fue el 'cholismo', que se defendió en cada balón como si le fuera la vida en ello. Y le iba. No, no fue eso.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"La entrada de Carrasco","text":"\u00a0en el descanso reanim\u00f3 al ag\u00f3nico conjunto de Simeone, que se llev\u00f3 el tesoro"}}

Al Bayern, y después de que Torres fallara otro penalti, en la misma portería que erró Müller se estiró Neuer para alentar a los alemanes. Murió el Bayern  ante Oblak, mientras Guardiola,  revivía en Múnich idénticas sensaciones a las que padeció hace cuatro años en el Camp Nou con el Chelsea cuando dirigía al Barça. Lo admitió al final del partido.

EN EL PATIO DEL COLE

Parece mentira. Pero la realidad es así porque Griezmann definió en el gol del empate con una frialdad que dio la sensación de que jugaba en el patio del colegio. Parece mentira que Müller, el tipo más fiable en los penaltis, fallara cuando el Bayern acogotó al Atlético en una primera parte de museo.

Lo que no es mentira es la capacidad del cholismo para sobrevivir entre tanta penuria. Tampoco es mentira que Guardiola se reconcilió con el fútbol, pero no estará en la final de Milán. El Cholo, sí.

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