El año Iniesta

Iniesta, el sábado ante el Málaga.

Iniesta, el sábado ante el Málaga.

ERNEST FOLCH

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N o solo en la vida, también en el fútbol el pasado vuelve para vengarse del presente. El gol agónico de Thomas Vermaelen contra el Málaga fue otra reivindicación póstuma de Andoni Zubizarreta, a quien dentro de poco, y al ritmo que vamos, nadie se acordará exactamente de las razones por las que fue destituido en enero.

Por las leyes del fútbol, en las que el goleador se lleva siempre el protagonismo, Vermaelen acaparó el sábado toda la atención, pero la actuación del defensa belga fue tan providencial como casual; es decir, que su protagonismo no debería ir de momento mucho más allá de su tanto salvador. Porque lo más destacado que le sucede al Barça en este inicio de temporada no tiene que ver con ningún gol, sino con las corrientes profundas del juego, las que no se ven a primera vista en la superficie pero discurren por debajo influyendo en el estado general del equipo.

El sol del equipo

Condicionado por un inicio demasiado exigente con las dos Supercopas, al Barça se le ve plano, lento y poco constante, seguramente porque Messi está todavía en una fase intermitente y sin la explosividad acostumbrada, y ya se sabe que este equipo, por definición, no puede desligarse del sol que lo guía: si Messi irradia calor todo se calienta, si Messi se enfría llega el invierno.

En este período de transición hacia la buena forma, hay un jugador que ha decidido coger el toro por las cuernos, echarse el equipo a la espalda y de manera silenciosa, mientras los titulares se los han llevado los goleadores, ha sostenido al equipo en los momentos más difíciles. Sí, este Iniesta a quien tanto le costó la adaptación al juego de Luis Enrique en la primera vuelta de la temporada pasada, es ahora el jugador que no solo desborda y abre grietas en el mediocampo rival, sino que además da al partido el ritmo necesario en cada momento. Es decir, que Iniesta ya no solo hace de Iniesta sino también de Xavi, quizás consciente de que el brazalete de capitán no es una insignia meramente simbólica, sino que es justamente la consecuencia de su nuevo rol dentro del equipo.

Pieza insustituible

Iniesta ya era por supuesto una pieza esencial e insustituible, especialmente en un mediocampo donde a veces lo físico prima por delante de lo técnico, pero ahora ha subido un peldaño más, quizás el último de su carrera, que le lleva a asumir la jerarquía que se merece. Su portentosa actuación ante el Málaga, que ha llegado después de que en el debur liguero de Bilbao aguantara al equipo casi en solitario durante la primera parte, demuestra que su rendimiento quizás no tiene que ver con un estado de forma sino con un estado de ánimo.

Iniesta es ahora plenamente consciente que en su bolsillo lleva en solitario las llaves del juego del estilo azulgrana, que le dejó Xavi antes de irse a Catar. La mala noticia es que por detrás ni siquiera se avista quien puede ser su sucesor, quizás porque el medio del campo lleva demasiado tiempo desdeñándose. La buena noticia es que todo parece dispuesto para disfrutar de un gran año del '8' azulgrana. El año de Iniesta.