SEMIFINALES DE LA LIGA DE CAMPEONES

"Algo está preparando"

Guardiola lleva días tramando un dibujo táctico que desactive a Messi y al tridente

Guardiola habla con los jugadores antes de la prórroga ante el Dortmund

Guardiola habla con los jugadores antes de la prórroga ante el Dortmund / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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Bajó Uli Hoeness al comedor de la ciudad deportiva del Bayern, lleno a esa hora de empleados y jugadoras del equipo femenino. Recogió su bandeja y se puso a la cola, mientras lanzaba una mirada cómplice a Manel Estiarte, la mano derecha, e izquierda, de Guardiola. Luego se acercó a él, 48 horas después de caer eliminado el club bávaro en la semifinal de la Copa alemana con el Dortmund en la tanda de penaltis, para animarle. No, no hablaba Hoeness con Estiarte sino que, en el fondo, estaba hablando con Guardiola, encerrado un piso más arriba del comedor en su despacho del número 51 de la Sabener Strasse, la ciudad deportiva del Bayern.

Baja poco Guardiola al comedor, acostumbrado a recluirse en ese despacho, devorando imágenes del Barça, tramando algún plan para desactivar a Messi, asumiendo que se enfrenta al monstruo que ayudó a crear. "No hay sistema defensivo que pueda controlar a Leo cuando está bien", repite el técnico en público. "Lo disfruté, ahora lo sufriré", admite, mientras no solo tiene que estar pendiente del 10 sino de ese tridente que forma con Suárez y Neymar. Solo teniendo uno de los tres, el técnico del Bayern sería feliz.

Por no tener, no tiene ni a Robben, su Messi. Y no tiene tampoco a Alaba, su Abidal, su Mascherano, su Alba, todo resumido en un poderoso futbolista que reunía las condiciones para jugar contra Messi. No para frenarle, pero sí, al menos, para reducir su impacto al mínimo posible. Porque Messi, aún no jugando como Messi, siempre deja rasgos de Messi. Eso lo sabe Guardiola.

¿Tres centrales?

En el partido que siempre soñó y jugó Guardiola contra el Barça, Alaba era, sin duda, el factor clave. Y más ahora que Messi arranca desde la banda derecha y convierte todo el frente de ataque en el jardín de su casa creando sociedades con Suárez, el que le barre, descubriendo a Neymar, el 11 que hipnotiza, o combinando con Alves, más que un lateral para Leo, y Rakitic. "Algo está preparando... Seguro". Eso se escucha en Múnich, en la Sabener Strasse, y se oye también en Barcelona, en la ciudad deportiva de Sant Joan Despí.

Lleva más de una semana tramando "algo", pero no da pistas. No para de proclamar que "el Barça es el mejor equipo del mundo" y su obsesiva cabeza no descansa ni un segundo desde que supo que tenía que enfrentarse a su obra. Quizá le sirva su alineación en el duelo copero con el Dortmund apostando por tres centrales (Benatia en la derecha, Boateng en el eje y Rafinha, un lateral derecho desplazado a la izquierda) para tener velocidad en ese jardín de Messi. Suma a Rafinha, el jugador que le ha dado "más de media vida", como suele decir Guardiola, con Bernat en ese flanco. O sea, piernas rápidas, profundas y, sobre todo, resistentes. Con lo que tiene, que es mucho, aunque le falten Alaba y Robben, su origen y final, el técnico del Bayern no quiere repetir la "cagada", palabra textual, que cometió ante el Madrid la pasada temporada en Múnich en la vuelta de la semifinal europea. Allí se traicionó a sí mismo. Y no hay mayor derrota para Guardiola que no ser Guardiola.

Los jugadores, después de una temporada llena de problemas físicos, se le han entregado fanáticamente. "Él conoce mejor que nadie al Barça", recalca Müller, ese delantero tan desgarbado e inclasificable como puntual y eficaz a su cita con el gol. "Nos dará la receta en la mano, el resto debemos hacerlo los jugadores. ¡Somos el Bayern, no nos vamos a esconder!", gritó Thomas.

Se fue Hoennes, que vive de día en la Sabener Strasse y duerme de noche en la cárcel tras ser condenado el pasado junio a tres años y medio de prisión por evasión de impuestos, y apareció en el comedor Beckenbauer, bronceado como si en Múnich fuera verano mediterráneo. Llegó el 'Kaiser' impecablemente vestido, guardando cola como todos, repartiendo sonrisas a los empleados, felices de sentarse al lado de un mito de 69 años. Pero ni Uli ni Franz vieron esta semana a Pep, que vuela hoy a Barcelona, a su casa, para jugar al fin el partido que millones de veces jugó ya en su cabeza. El Barça, Messi...