El partido del Camp Nou

Orgullo y fútbol

El Barça remonta el marcador ante el Valencia de la mano de Iniesta en una gran segunda parte

Puyol dibuja un corazón con sus manos tras el gol del triunfo.

Puyol dibuja un corazón con sus manos tras el gol del triunfo. / periodico

JOAN DOMÈNECH / Barcelona

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Del campeón y el líder se esperaba un gran encuentro y las perspectivas se cumplieron, por una vez y sin que sirva de precedente. Los dos acreditaron su categoría, en cada uno de los periodos, y el Bar-

ça remontó un marcador adverso con una reacción que aunó el orgullo rebelde ante la posibilidad de perder tres puntos más en casa y el fútbol que destilan sus jugadores. El orgullo de Puyol, recio y contundente atrás, y el fútbol de Andrés Iniesta, que se echó al equipo a la espalda. Dos futbolistas opuestos, diferentes en todo, que ejemplificaron con sus goles las dos virtudes básicas del sufrido triunfo de anoche.

Un señor partido se vio, en efecto. Vibrante e intenso, muy táctico, más estratégico que artístico, pero bello por el toma y daca. La exquisitez quedó reservada a los goles, maravillosos todos. También el de Pablo, que adelantó al Valencia y complicó tanto la vida a los locales.

UN GRAN VALENCIA / Siempre generosa la propuesta del Barça, quedó de relieve la actitud de un Valencia empujado por el viento de cola (16 de los 18 puntos conquistados), deseoso de mantenerse en cabeza y de culminar su mejor inicio de la historia. Vino a ganarse los puntos, no a esperar que le cayeran, pero los perdió. Como en sus últimas cuatro visitantes, pero ofreciendo una imagen propia del que lideraba ayer la tabla.

Los perdió pero atornilló al Barça hasta el último minuto porque no supo matar otra vez el partido con algunas ocasiones desperdiciadas que habrían evitado un final angustioso a pesar del oficio que mostró. Con las mismas armas que suelen emplear sus rivales cuando quieren acelerar el paso de los minutos perdiendo tiempo. Las mismas armas que había empleado el Valencia cuando le sonreía el marcador. Las que esgrimió el cuadro de Unai Emery para acentuar los problemas que sufrían los azulgranas en casa (una victoria en tres partidos).

A TRAVÉS DEL BALÓN / El Valencia jugó como suele jugar el Barça. Es decir, por medio del balón. Lo quiso el Valencia desde el pitido inicial y lo quiso siempre, ganando, empatando y perdiendo. Lo condujo raseado desde el excéntrico César hasta las cercanías de Valdés a través de combinaciones cortas y rápidas.

La disputa del balón incomodó enormemente al Barça. Con la posesión de la pelota más discutida y dividida que nunca, los azulgranas tuvieron que dedicar más tiempo del que suelen emplear en defenderse. No andan muy avezados ni acostumbrados a esta faceta del juego. En consecuencia, sufrieron errores para contener las construcciones visitantes en el centro del campo donde se veían pillados en inferioridad numérica ya que ninguno de los tres delanteros colaboró.

CAMBIO TÁCTICO CON ANDRÉS / Todo cambió cuando Andrés Iniesta se cansó de verse relegado al papel de espectador. Tal vez se apiadó de Keita, que iba de lado a lado tratando de contener la hemorragia. Iniesta dejó de ejercer de delantero para ayudar a los medios y su magisterio permitió renacer al Barça. No solo por el gol -fue entonces cuando la gente reparó en la diminuta figura del albaceteño- sino porque decidió mandar. Un ejercicio de responsabilidad, también, con Xavi mermado, acusando seguramente molestias de su lesión muscular, con un Messi intermitente y con un Villa que chocó siempre ante sus excompañeros.

La psicosis desapareció inmediatamente después del descanso, la frontera donde se produjo el cambio que operó el duelo. El gol, de tiralíneas, demostró a los azulgranas que no andan tan mal como pudiera parecer. A partir de entonces, empezaron a madurar una victoria que cobró forma un cuarto de hora después con el enérgico cabezazo de Puyol.

Guardiola había metido mano en el equipo en los vestuarios y siguió metiéndosela en la reanudación para ganarle la batalla ideológica a Emery. Se la ganaba en el marcador y se la ganó en la pericia para recuperar el dominio en el centro del campo tras meter a Mascherano y levantando una muralla infranqueable.